Diseño digital único en el país

    Por Patricio Cavalli

    Caminemos un rato por los laberínticos pasillos de la Universidad Austral en Buenos Aires. Instalada en un gigantesco edificio que alguna vez fue fábrica, se suben escaleras, se abren puertas, se atraviesan pasillos, umbrales, aulas, más pasillos…
    En sus entrañas, dos subsuelos abajo, entrando por una escalera industrial, detrás de un salón utilizado como depósito, atravesando unas mamparas, pasando por otra puerta, espera una parte del futuro de la digitalización de la Argentina. En su laboratorio de experimentación funciona una de las pocas impresoras tridimensionales del país.
    Un artefacto que, recibido un determinado diseño –digamos, un mouse, pero también un inodoro o un cráneo–, lo reproduce en una mezcla de fibra de vidrio, pegamento, arena y resina.
    Sirve para preparar y experimentar con objetos diseñados con una precisión casi absoluta, dicen, unos pisos más arriba, en otro amplio salón rodeado de ventanas, aulas, salas, alumnos y más aulas, Miguel Cadeira y Germán Contaldo, presidente y gerente general del Centro de Innovación Tecnológica Kreo. Un emprendimiento conjunto entre la universidad y estos egresados, que decidieron después de dar unas vueltas por el mundo, apostar al país y a la investigación.

    Escáner 3D
    Observados sabiamente por una imagen de Albert Einstein, Cadeira, Contaldo y su equipo muestran en exclusiva para Mercado un adelanto tecnológico que modificará el escenario del diseño tridimensional en el país: el único escáner 3D de la Argentina. Un aparato “caro como un MiniCooper” (US$ 50.000), tres kilos de peso, forma de pistola gigante con doble cañón y una precisión que se mide en micrones, es decir, la millonésima parte de un metro.
    En el mundo real –es decir, el exterior del país–, lo usan la NASA que tiene cuatrocientos, la corporación Disney y todos aquellos que intentan cruzar el puente entre la idea de un diseñador, el objeto diseñado y el acto de diseño.
    “Esta tecnología humaniza, le da vida al diseño; y une el mundo del arte con el mundo de la tecnología digital. Permite que trabajen juntos el ingeniero y el artista, pero en serio”, dicen Cadeira y Contaldo. Mientras, sus asistentes preparan puntillosamente el rostro de este cronista, para escanearlo tridimensionalmente y enviarlo de una buena vez por todas al mundo ciberdigital con el que tanto insiste.
    La imagen, que puede verse en esta nota, es similar a la que puede hacerse del prototipo de un inodoro diseñado por un artista para una marca de grifería de alta gama; del casco de un barco de mil toneladas, que debe repararse en dique seco; de un nebulizador que debe ser más eficiente, más compacto y más silencioso; o del tablero de un auto, que debe redibujarse para hacer una versión sport de su modelo. Y también de huesos de personas, como las más de setenta que hoy viven con implantes óseos maxilares o craneales, hechos a perfecta medida por la tecnología de Kreo.

    Ingeniería inversa
    El mecanismo se denomina de “tecnología inversa”, un proceso complejo, que puesto en palabras de un lego se explica como el trabajo realizado a partir de un prototipo creado en el mundo real, luego digitalizado con el escáner 3D, luego retocado hasta la perfección, reduciendo costos y márgenes de error, y finalmente llevado nuevamente al mundo real.
    “Se gana tiempo y se gana control sin perder imaginación –dicen–, pero sobre todo, el sistema permite equivocarse más barato, casi sin costos”, explica Cadeira.
    Siempre prolífica en inyectar innovadores y creadores al mercado –Constancio Larguía y Wenceslao Casares, fundadores del mítico Patagon.com son algunos de sus egresados–, la Universidad Austral proyecta otro puente con el futuro. Aprovecharlo está literalmente al alcance de la mano.
    P.C. | pcavalli@mercado.com.ar