jueves, 21 de noviembre de 2024

Calidad en investigaciones y formar nuevas generaciones

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En los últimos años, la globalización democratizó el acceso a la información y a la tecnología, contribuyendo a derribar barreras antes infranqueables. La universidad aporta a ese proceso, sostiene Juan José Cruces, rector de la Universidad Torcuato Di Tella.

-¿La pandemia cambió al mundo o lo viene sometiendo a una exigente prueba?

-Sin dudas, la pandemia conllevó una tragedia humana sin precedentes, con impactos innegables en nuestras sociedades. El mundo está todavía enfocado en recuperarse y reconstruirse; este año, además, se han sumado los efectos de la guerra en Ucrania.

Sin embargo, a mi juicio, la pandemia alimentó un relato excesivamente pesimista sobre el estado del mundo. En perspectiva histórica, vivimos tiempos de bonanza sin precedentes: por ejemplo, desde 1970 se duplicó la población del mundo y la tasa de pobreza extrema cayó dramáticamente, desde el 60% a menos del 10% de la población global.

A su vez, la población por sobre la línea de pobreza extrema se multiplicó por más de cuatro en tan solo medio siglo, subiendo de 1500 millones de personas a 6600 millones en el lapso de nuestra vida. Este escenario es una oportunidad y un gran interrogante para Argentina, cuyo estancamiento viene precisamente de mediados de la década del ´70, porque el mundo requiere producir muchos más alimentos.

-¿El freno forzoso que provocó juega a favor o detiene el proceso de concientización sobre el uso racional de los recursos?

Por supuesto, creo que la globalización también conlleva desafíos muy importantes que debemos afrontar. Por ejemplo, enfrentamos serios dilemas ambientales, que requieren imponer austeridad a las generaciones actuales para mejorar la situación de las generaciones futuras.

El progreso técnico y el uso racional de los recursos pueden ser herramientas para resolver este dilema – en el pasado, la tecnología también demolió los pronósticos del economista Thomas Malthus sobre el agotamiento de otro recurso, la oferta alimenticia.

Al mismo tiempo, el cortísimo plazo en que se desarrollaron una decena de vacunas contra el COVID-19 es un gran éxito de la humanidad sobre los desafíos de la naturaleza, que fue posible gracias a descubrimientos previos, mecanismos de producción más rápidos, financiamiento estatal y privado y cooperación a nivel global.

-¿Cómo afecta a la desigualdad que ya se vivía la acelerada incorporación de tecnologías que se dio en los dos años de confinamiento?

-Puede objetarse que la desigualdad actual es intolerable. Es cierto que el reemplazo de trabajadores por máquinas y el desplazamiento hacia Asia, África y América Latina de industrias trabajo-intensivas ha agravado la desigualdad al interior de los países ricos.

Recalificar a los trabajadores es un desafío importante. Pero debemos reconocer que el comercio libre ha permitido cumplir con una meta ética de cualquier humanista: la disminución de la desigualdad global. A su vez, en los últimos años, con la globalización, se democratizó el acceso a la información y a la tecnología, contribuyendo a derribar barreras antes infranqueables.

-¿La libertad de los mercados puede resolver esa ecuación?

Los desafíos que enfrentamos no pueden llevar a negar el progreso generado con mecanismos de mercado con adecuada regulación estatal, respeto a los derechos de propiedad y a los derechos humanos, la libertad individual y la democracia.

-¿Cabe ser optimista sobre lo que viene?

En un mundo lleno de oportunidades y desafíos, estos y otros hechos ofrecen razones para un optimismo constructivo, al que queremos contribuir desde la Universidad con investigación de alta calidad y formación de nuevas generaciones de graduados cosmopolitas que se destaquen.

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