La industria textil nacional respira aire fresco tras los años de agonía en que la sumergió la convertibilidad. De hecho, un segmento específico dentro de este sector, como es la fabricación de ropa interior femenina, exhibe números alentadores: del total que se vende en el país, 80% es de origen nacional. Más allá de los índices, la apertura de fábricas y la manufactura de telas y otros insumos a escala local también son síntomas que marcan la incipiente reactivación. La producción se encuentra en una lenta pero constante mejoría gracias a la estabilidad y al gran esfuerzo de los empresarios, apunta Mauricio Naiberger, presidente de Tejedurías Naiberger dueña de la marca Perlea y presidente de la Cámara Argentina de la Indumentaria.
Pero lo cierto es que todo esto sucede después de la abrupta caída del consumo interno que se registró en el primer semestre de 2002, cuando, además, como señala Saúl Holzman, gerente de Dulce Carola (DC), sufrimos la desaparición del crédito financiero y comercial. Nacida como una colección de Virtus una de las pioneras de la ropa interior femenina con una existencia de casi 70 años en el mercado argentino, DC posee una completa línea de ropa interior y, complementariamente (a través de acuerdos con colegas fabricantes), también renueva en cada temporada sus colecciones de ropa sport, trajes de baño, chinelas y sandalias.
El factor positivo, hoy, reside en la ausencia de importaciones, hecho que provoca que el consumo interno se reparta entre menos oferentes, destaca el ejecutivo de DC con respecto al momento que vive la industria. Por cierto, en 2001, las importaciones de ropa íntima representaban casi US$ 19 millones. En el verano de 2002, estas mismas compras al exterior habían bajado a US$ 1,4 millón.
Trusas argentinas, aquí y allá
Así como las cifras del mercado doméstico expresan la recuperación que vive esta industria, los números que reflejan cuánto se vende más allá de las fronteras también la ratifican: la exportación de ropa interior femenina en lo que va de 2003 alcanzó los US$ 2,47 millones, una cifra que casi se triplica los US$ 947.000 del año anterior. Por caso, la ya mencionada Dulce Carola ha estado exportando buena parte de su producción (cerca de un millón de prendas anuales), a países como Brasil, España, Ecuador, Panamá y Costa Rica, además de poseer una red de franquicias exclusivas en Uruguay, Paraguay y Bolivia.
En el caso de Tejedurías Naiberger, que se desarrolló como una tejeduría de telas elásticas desde 1930, para luego recibir la licencia de Dupont y así utilizar la fibra Lycra y el uso de su marca registrada, parte de las 640.000 unidades que producen por año también se venden afuera del país, más exactamente a Uruguay, Paraguay y Chile. Además de Perlea, que comercializa en ocho locales propios y en más de 600 negocios multimarcas en la Argentina, la empresa obtuvo en 1969, la licencia internacional de Maidenform. Luego de la devaluación, Tejedurías debió superar la imposibilidad de continuar abasteciéndose de materias primas importadas y la falta de financiación. Es por eso que estamos colaborando con los productores nacionales de materia prima para que se puedan desarrollar en el país productos de vanguardia, aporta Naiberger.
Fiorina una empresa de origen familiar creada en 1988 que produce cerca de 250.000 prendas por año refleja el problema que enfrenta la industria con el abastecimiento de los materiales con que confecciona sus prendas. En el país quedaron uno o dos proveedores que manejan el mercado a su criterio, afirma Oscar Katic, gerente de ventas de la empresa, quien además destaca que, durante el año pasado, el sector debió enfrentarse a la incógnita que surgía a partir de las ventas concretadas en pesos y de la producción, expresada en dólares. Así y todo, en la actualidad, parte de la ropa que manufactura esta firma se destina a los mercados de Uruguay, Bolivia, Costa Rica, Estados Unidos y Ecuador.
A partir de la recuperación de la demanda local, del aumento de las ventas al exterior y, también, desde que se registra una disminución de las importaciones, la producción nacional de ropa íntima femenina parece haberse puesto definitivamente en marcha. Pero, al margen de las auspiciosas perspectivas que parecen delinearse para este segmento, los niveles de operación siguen siendo inferiores a los de años anteriores; un factor de importancia ya que la industria de la confección en general, y este sector en particular, es el mayor oferente de puestos de trabajos destinados a las mujeres. El crecimiento de la industria en cantidad y calidad tiene dos fines. Por un lado, hacer buenos productos de verdadero valor agregado que nos permitan ser un referente regional. Y, por el otro, mejorar el flagelo de la desocupación, remata el presidente de la Cámara Argentina de la Indumentaria.M