Hecho para tirar

    Se trata de una idea eje con la que se ha enseñado a la gente a comprar,
    tirar y volver a comprar, y que ahora es necesario cambiar porque ya no quedan
    lugares para esconder sin peligros todo lo que no se quiere, lo que ya se usó
    o lo que quedó obsoleto.
    La ética de tirar a la basura comenzó en Estados Unidos, cuenta
    Slade, a mediados del siglo 19, cuando las industrias pusieron a disposición
    de la gente una cantidad de materiales baratos. Al principio, para los hombres:
    la hojilla de Gillette, pecheras, cuello y puños de papel. Pero al despuntar
    el siglo 20 los empresarios comenzaron a ver a las mujeres como las controladoras
    de la economía familiar, y para el inicio de la Primera Guerra Mundial,
    Kimberly-Clark sacaba las toallitas femeninas Kotex y Johnson & Johnson
    sus apósitos Band-Aids. Entusiasmados con sus primeros éxitos
    con descartables, los papeleros pronto sacaron papel higiénico, vasos
    de papel, toallas de papel y sorbetes de papel. Y la gente comenzó a
    adoptar el hábito de tirar no sólo esas cosas, sino otras.
    Comenzaba allí la obsolescencia de los productos. A medida que aparecía
    la cultura del descarte, poco a poco se modificaba la ética de la durabilidad
    y de la economía. Al principio, la gente sólo tiraba al fuego
    productos de papel. Pero luego la cultura fue permitiendo tirar objetos que
    no podían ser consumidos por el fuego. Primero comenzaron a rellenar
    pozos de tierra con cosas como aspiradoras viejas, porque con el tiempo todo
    se iba volviendo descartable.
    Las empresas estadounidenses resistieron activamente la campaña por la
    frugalidad del Departamento del Tesoro durante la Primera Guerra. En las tiendas
    y almacenes había carteles que rezaban “Business as Usual.
    Cuidado con la economía.” Slade descubrió artículos
    que criticaban con duras palabras la prudencia con el dinero: “La avaricia
    es despreciable, la preservación es vulgar; ambas cosas son fatales para
    el carácter y un peligro para la comunidad y la nación”.
    La cita es de C.W. Taber, autor de The Business of the Household.

    Nuevo y brillante
    Made to Break describe las ideas e innovaciones que dieron lugar a
    la obsolescencia a lo largo del siglo 20. Detalla, por ejemplo, la primera batalla
    por el dominio del mercado entre GM y Ford y las campañas de marketing
    automovilístico durante los años de la Gran Depresión,
    que invitaban a comprar “el último modelo” todos los años.
    Como resultado aparecieron productos destinados a no durar. Así fue surgiendo
    el apetito por productos de corta vida, como el revolucionario desarrollo de
    DuPont en 1939 de las medias de nylon para mujeres, una alternativa mucho más
    barata que las medias hechas con seda japonesa.
    El último capítulo del libro, titulado Celulares y basura
    electrónica
    (e-waste) es el más preocupante. Entre muchas
    otras cosas revela que para finales del año 2002, más de 130 millones
    de teléfonos todavía en funcionamiento se habían “retirado”
    en Estados unidos. Actualmente, unas 250.000 toneladas de celulares descartados
    pero todavía utilizables aguardan en inmensas pilas, que se les dé
    un destino final. Slade sugiere que los celulares se han convertido en la vanguardia
    de una tendencia que crece a toda velocidad hacia el descarte de los productos
    electrónicos. En Japón, la gente los cambia cada año por
    el último modelo aparecido.
    La duración cada vez más corta de la vida útil de los aparatos
    digitales –computadoras, televisores, teléfonos, etc.– está
    creando una avalancha de desechos electrónicos que amenaza con superar
    todos los basureros del mundo con una sopa tóxica de toxinas biológicas
    permanentes, como arsénico, plomo, níquel y cinc. “Cuando
    el desecho electrónico es quemado en cualquier parte del mundo, una cantidad
    de contaminantes quedan sueltos en el aire, con consecuencias potencialmente
    desastrosas para la salud en todo el globo. Cuando se lo utiliza para rellenar
    terreno los minerales terminan por filtrarse en la tierra envenenándola”,
    escribe Slade.
    El libro explica con toda claridad que hasta ahora Estados Unidos viene exportando
    gran parte de su desecho electrónico a países en desarrollo para
    que allí se les dé su destino final. Luego aclara que pronto tendrá
    que eliminar esa práctica cuando se implemente el esquema de control
    sobre movimiento internacional de desechos peligrosos dispuesto por las Naciones
    Unidas.
    Volviendo a los celulares, Slade cita al sociólogo Rich Ling, quien ve
    el desarrollo y proliferación de ese artefacto como una extensión
    de la serie de inventos que incluye trenes, la hora estándar, el teléfono,
    el auto y el reloj personal. Todas esas innovaciones tienen en común
    su capacidad para coordinar las interacciones sociales de los seres humanos.

    Pero según el autor es el pequeño tamaño de los teléfonos
    celulares lo que los hace un peligro tóxico digno de ser tenido en cuenta.
    Como no vale la pena el esfuerzo de desarmarlos para recuperar sus diminutos
    componentes, casi todos son tirados a la basura.
    La descripción de soluciones es la parte más pobre del libro.
    Slade sugiere que los fabricantes cobren algo más por productos durables
    que se puedan desarmar y volver a usar. O que la agenda para las reuniones de
    institutos electrónicos debería incluir la aprobación de
    diseños ecológicos, algo que parecería que lentamente comienza
    a aparecer. Pero a pesar de todo, en una entrevista reciente donde comentó
    su libro dijo lo siguiente: “Mucha gente muy sofisticada ha dedicado mucho
    tiempo y pensamiento a desarrollar este sistema de consumo constante. Debemos
    analizar el problema creativamente para recrearlo. Toda nuestra economía
    está basada en comprar, tirar y volver a comprar.” M

    La sucesión en las
    tecnológicas

    Si el tema de la sucesión es delicado en cualquier tipo de empresa,
    suele serlo mucho más en una firma de tecnología, de esas
    que en 20 ó 30 años de existencia adquirieron proporciones
    gigantescas. Muchas de las actualmente dominantes son fruto de la imaginación
    de jóvenes emprendedores que en poco tiempo se convirtieron en
    magnates de la industria aferrados al timón.
    Bill Gates manejó Microsoft desde 1975 hasta 2000, y ahora anunció
    su retiro gradual del “día a día” en los próximos
    dos años. Scott McNealy llevó las riendas de Sun Microsystems
    durante casi 22 años. Lawrence J. Ellison, fundador de Oracle,
    se aproxima a los treinta años en el mando. Steve Jobs, creador
    de Apple, se alejó una vez de la compañía, pero luego
    volvió con nuevas ideas y hora disfruta de una segunda luna de
    miel por el éxito de iPod e iTunes. Según un grupo de expertos
    reunidos por la escuela de negocios Wharton, no hay ningún otro
    sector del quehacer empresarial donde los CEO se hayan mantenido en el
    cargo durante tanto tiempo.
    La excepción a esta regla es Google, una firma fundada en 1998
    por Larry Page y Sergey Brin, que hizo una temprana transición
    del fundador al CEO profesional. En 2001 fue contratado Eric Schmidt (ex
    CEO de Novell) para los cargos de CEO y presidente del directorio de Google.

    Muchas de las grandes firmas tecnológicas están afrontando
    ahora el problema de encontrar sucesor. Algunas ya lo han hecho, otras
    lo están haciendo y otras más lo proyectan.
    En el año 2000, Bill Gates cedió su cargo de CEO de Microsoft
    a su primer empleado y amigo Steve Ballmer mientras mantenía para
    sí mismo el cargo de presidente del directorio. Ahora acaba de
    anunciar que en dos años abandonará su participación
    cotidiana en la compañía para dedicar más tiempo
    a la actividad filantrópica que desarrolla desde la fundación
    que también lleva su nombre. Tiene en la actualidad 50 años
    y llegó a ser el hombre más rico del planeta con la compañía
    que co-fundó en 1975.
    Con la reciente renuncia de Scott McNealy a la posición de CEO
    de Sun Microsystems, anunciada luego de varios años de presiones
    de los accionistas, motivó el ascenso a CEO del presidente del
    directorio Jonathan Schwartz. Las acciones subieron 9% con el anuncio,
    pero habrá que ver si éste tiene garra suficiente como para
    sacar a Sun de sus dificultades actuales.
    Larry Ellison no da la menor señal de tener intenciones de largar
    el timón de Oracle.
    “Cuando el CEO también es fundador, el retiro de esa persona
    es mucho más que un tema de sucesión”, opina Peter
    Cappelli, profesor de management del equipo Wharton.