Durante siglos la educación superior funcionó con el paradigma que su propósito era crear una base teórica para el éxito futuro. Como mucho, los estudiantes adquirían las habilidades técnicas para sus carreras futuras como parte de sus estudios universitarios y se suponía que al tenrar al mundo real” después de graduarse aprenderían cómo ser un empleado o un emprendedor triunfador.
En realidad, eso era creer en dos mundos separados con dos resultados diferentes de aprendizaje: teoría y habilidad técnica en la etapa educativa y las habilidades blandas en el ámbito profesional.
Según investigaciones actuales, esos dos mundos se deben encontrar. Y hay presiones reclamando cambios. El mundo está cambiando. La automatización y la inteligencia artificial son fenómenos que están comenzando a tener un efecto tangible en la vida de la gente del mundo laboral.
Las máquinas comienzan a hacer mucho mejor todas esas habilidades aprendidas durante la educación. Los trabajadores se deberán adaptar y encontrar ventaja competitiva en las habilidades blandas, como liderazgo, innovación, creatividad, inteligencia emocional y resiliencia.
Los fenómenos de esos dos mundos de habilidades técnicas y blandas han sido muy estudiados en las universidades. Pero se acabó el tiempo del discurso académico. La sociedad no puede mantener el status quo educativo.
La mejor manera de ponerse al día con la tendencia será atender el problema en etapas.
Hay que volver a pensar la educación superior. Los estudiantes no solo deben adquirir habilidades técnicas y digitales sino también esas importantes habilidades humanas que incluyen aprendizaje activo y diferentes estrategias que les permiten convertirse en aprendices ágiles.
Ademas, los educadores y los políticos deben re evaluar el valor agregado de los títulos. Un título no garantiza empleabilidad, y muchas universidades ya están reconociendo esto. Como respuesta, están comenzando a separar el aprendizaje en credenciales que demuestran la habilidad para dominar habilidades y competencias bien definidas. Entonces, en lugar del título tradicional, ofrecen diplomas profesionales (también llamados micro títulos).
Otro pilar de un sistema reformado debería ser la capacitación activa. Las organizaciones deben invertir en el desarrollo profesional de sus empleados y crear un sistema permanente de aprendizaje. Esto necesita el compromiso financiero pero también el compromiso en el tiempo. Es la única forma de mantener una fuerza de trabajo competitiva en tiempos de rápido cambio.
Ese cambio está íntimamente ligado a la tecnología. Tal vez irónicamente, la misma tecnología podría preparar el camino hacia esa transformación.