Por Florencia Pulla
Incluso los actores financieros –esos detrás de tarjetas de crédito y cajeros automáticos– están innovando… aunque con cautela.
Contar la historia del dinero es también contar la historia de la humanidad. Poco después de que el hombre fuese hombre –es decir, en la pre-historia, cuando recién aprendimos a caminar erguidos– entendimos que no era necesario que participasen todos en el proceso de recolección y caza que nos mantenía ocupados. Había un excedente que se podía intercambiar por productos y entonces aquellos que no cultivaban o cuidaban animales podían dedicarse a otras actividades productivas –fabricar puntas de flecha o cacharros de cerámica, en principio– e intercambiarlos por determinado excedente de alimentos.
No lo sabíamos entonces pero con la invención del truque le dábamos el puntapié inicial al neolítico y también a una de las bases del capitalismo como lo conocemos: el libre intercambio de bienes y servicios. El trueque le dio paso al oro y a la plata como valor de cambio y luego al papel moneda, con el respaldo de los Estados que lo imprimían. Las tarjetas de crédito y débito vinieron después, popularizándose. Los bancos, que antes eran pequeños y locales, ganaron terreno y se convirtieron en grandes tanques, capaces de decidir el destino de economías enteras. Las tarjetas de crédito rompieron fronteras y hoy no se necesita más que el plástico correcto para comprar en Buenos Aires y en Hong Kong con la misma facilidad.
Recorrimos un camino largo del trueque a las tarjetas pero todavía falta más. Con el avance implacable de Internet y la popularidad de celulares inteligentes y de los llamados wearables, los dispositivos para que el dinero virtual emerja como el ganador en este siglo están en la mano –y las muñecas– de los consumidores. Pero durante los últimos cinco años las promesas de billeteras electrónicas y aplicaciones que permitan comprar desde un viaje en taxi hasta un kilo de helado con el celular –o el reloj– han sido poco más que un sueño; el tema recurrente en eventos internacionales sobre movilidad pero no parte de la vida diaria del hombre común.
Pero parece que 2015 es el año en el que podrían despegar. Aunque tímidamente, que dos titanes de la tecnología hayan lanzado billeteras electrónicas en sus dispositivos smart mueve el bote para que otros actores –desde las tradicionales tarjetas de crédito hasta startups de pagos o empresas vendedoras de Bitcoin– se suban a la ola. Google hace años viene desarrollando el prototipo de su Google Wallet y tiene contratos con grandes retailers, como la farmacia Walgreens, para que acepten pagar vía celular consumos menores. Pero el batacazo lo dio Apple cuando, en conjunto con la nueva versión de su iPhone y su nuevo reloj, decidió lanzar Apple Pay. Durante meses se mantuvo el proyecto en total hermetismo pero, finalmente, su alianza con bancos, tarjetas de crédito y grandes tanques de consumo masivo –McDonald’s estuvo entre los primeros en prenderse rápido a la tendencia en Estados Unidos– dio resultados.
Javier Buitrago
En cinco años
Tanto es así que The Nilson Report concluyó que en ese país el uso de dinero papel podría caer 34% en los próximos cinco años. Ni hablar de instrumentos más anacrónicos como el cheque o las transferencias bancarias. En contraposición, el uso de tarjetas de crédito y débito, de la mano del comercio electrónico, podría aumentar 65% y 49% respectivamente y Pay Pal, que se encarga de la transferencia de dinero virtual entre personas, 61%. Nada mal.
“El mundo está en un momento de cambios de ruptura y hay muchas experiencias que están desafiando la forma en que el mercado da solución a las necesidades de los clientes, incluso la manera en que los negocios operan. Netflix hoy es el proveedor global de entretenimiento, por ejemplo, y por la inclusión de este jugador el consumidor se vio beneficiado en cuanto a conveniencia y precio. Uber transformó la experiencia de consumo de taxis y eso obligó al mercado a reacomodarse. Estos servicios aparecieron porque había una demanda real de los ciudadanos y lo mismo está pasando en este momento en el mundo de los pagos”, explica Javier Buitrago, Country Manager de Pay U Latam, un equivalente a Pay Pal que facilita la transacción de dinero virtual entre vendedores y compradores en la Web. Buitrago explica que incluso en economías donde la bancarización no es total, como Kenia, hay experiencias positivas de compras con dinero virtual que incluyen herramientas más rudimentarias como el SMS. “No es una billetera pero el servicio tiene una penetración de casi 40% en un país que casi no está bancarizado”, explica.
Es que si el móvil es casi una extensión del cuerpo –una mano artificial en donde mucha de nuestra vida pasa– resulta lógico que sea el dispositivo elegido para concretar, también, muchos de nuestros pagos. La conveniencia del home banking le ganó a las sucursales y así también las billeteras virtuales le pueden ganar la pulseada al dinero. ¿O no?
Paula Arregui
De la mano del e–commerce
Quizás uno de los impulsores más grandes de esta tendencia no sea, siquiera, un ente físico. El comercio electrónico, que se viene desarrollando hace más de una década con un crecimiento que hace llorar a sus pares de ladrillo y cemento, necesitó siempre de las tarjetas de crédito para poder llevar a cabo su plan de negocios: si la idea era vender por Internet en los grandes marketplaces que hoy dominan el comercio por la Web había que encontrar una manera de que las personas pudiesen pagar sin riesgo alguno. Las tarjetas tuvieron que aggiornarse, claro, y hoy es más seguro comprar por Internet que, incluso, entregar plástico en mano.
A medida que ganaban terreno, los marketplaces entendieron que era fundamental contar con un servicio que permitiese el pago mediante la propia plataforma. Así lo entendió MercadoLibre cuando, solo cinco años después de su haber despegado, lanzó MercadoPago. Hoy cuentan con una aplicación –que en seis meses tuvo más de un millón de descargas– con la que se realizan miles de transacciones al mes y cuyo principal motor son las compras en MercadoLibre pero también las transferencias de dinero entre personas y terminar de pagar compras en plataformas que nada tienen que ver con MercadoLibre. Groupon, por ejemplo, permite pagar sus cupones mediante la app sin salir de su entorno nativo. Compite en apps como las de Pay U, que permiten exactamente lo mismo, convirtiéndose en un jugador en el campo de pagos más allá de su rol como marketplace.
Paula Arregui, VP de MercadoPago y un cuadro puro de MercadoLibre que está desde hace 15 años en la compañía, entendió desde el principio que había que abrirse y ampliar el horizonte de MercadoPago en un contexto en el que el dinero digital se vuelve cada vez más importante. “Había que eliminar la fricción en las transacciones porque esa era la primera barrera de entrada que tenían, hace unos años, quienes recién estaban empezando a vender y comprar online. Más allá del procesamiento de pagos, había que darle un valor adicional a la herramienta y encargarse de la seguridad, de los tiempos… pagar no es la parte más glamorosa de la compra online y si el proceso es más fácil era ganancia para todos”.
El tiempo le dio la razón. La difusión de los celulares inteligentes le está dando un envión más que importante al e–commerce en el país y en el mundo. Hoy 16% de quienes se registran en MercadoLibre, por ejemplo, lo hacen a través de su celular. “Mobile crece sin dudas y para nosotros es el futuro de la navegación en e–commerce. Hay una oportunidad para poder captar a un público joven, un nuevo segmento de consumidores, que quizás está más acostumbrado a su celular que al uso de una computadora. Y además, al ser jugadores online, no prestarle atención a esta tendencia sería arriesgado. Si no nos adaptamos, si no vemos lo que viene, el riesgo es perder parte de todo lo que se construyó. Somos, ante todo, una empresa de tecnología y tenemos claro dónde va la gente. La idea de conseguir nuevas oportunidades de negocios también nos mueve”, explica Arregui.
“El futuro es mobile –dice Buitrago que desde Pay U facilita que empresas puedan aceptar pagos online– y hay que darle al usuario la misma experiencia independientemente de dónde esté conectado. Además de trabajar en e-commerce también estamos en el mundo físico con Pay U Swipe que funciona de la misma manera que trabaja Square en Estados Unidos, mediante un lector de banda magnética que funciona desde el celular y permite hacer transacciones en el momento”.
Hernán Romañach
Billeteras, pero no en el bolsillo
Pay U Swipe es una herramienta para el comercio electrónico pero también podría serlo para el comercio real, en tanto remite a las billeteras electrónicas que tanto interesan a gigantes como Google o Apple. Pagar con el celular en lugares físicos es una estrategia con la que ya tentó Monedero con sus tags para el subte o para comprar productos en retailers seleccionados mediante deducciones directas en cuentas bancarias asociadas al tag. Pero que todavía no encuentra muchos adeptos locales. Más allá de sugerir anuncios que podrían llegar a fin de año, ningún jugador –ni bancos ni tarjetas ni plataformas– cuentan qué se está cocinando.
“En Estados Unidos, Pay Pal funciona en un entorno digital pero también en muchas tiendas hay dispositivos para pagar que incluso interactúan con la billetera del cliente y le ofrecen promociones o le avisan al vendedor qué clase de perfil de cliente está entrando a su comercio. La oportunidad que presenta el concepto de billeteras electrónicas está en que más gente empiece a pagar con dinero digital; que se convierta en un cambio cultural”, apuntan desde MercadoPago.
“La adopción de tecnologías NFC, que es en concreto de lo que se tratan las billeteras electrónicas, es una cuestión de tiempo”, apunta Hernán Romañach, gerente de Nuevas Plataformas de Pago de Prisma Medios de Pago, la empresa detrás de Visa, Monedero y Pagomiscuentas. “Cuando se dispararon las ventas de celulares las operaciones por ese medio también crecieron geométricamente. Eso significa que la gente ya está preparada para esos cambios y que el limitante está en la adopción rápida de esa tecnología”. Y da un ejemplo puertas adentro: hace tiempo que desde Prisma están desarrollando una aplicación que permita, mediante el escaneo de una foto de boleta de servicio, poder pagarlo online. “De la idea al hecho hubo un retraso porque la tecnología para sacar fotos con celulares con la suficiente calidad estaba en pañales. Ahora que son más precisas pudimos adoptar rápidamente la mejora y convertirlo en producto. La tecnología y su adopción pueden ser un freno y en el caso de billeteras electrónicas que no todos los teléfonos tengan tecnología NFC es un problema. Si no están los equipos es difícil pensar en el cortísimo plazo”.
Lo bueno, apuntan Romañach y otros especialistas, es que el ritmo de recambio tecnológico es cada vez más rápido, entonces eso obliga a las empresas que contemplan medios de pagos electrónicos y móviles a moverse más rápido. “Así como trabajamos para que Pagomiscuentas llegue a los celulares, hoy estamos trabajando con NFC y otras tecnologías, incluso más amplias, como códigos QR. Creemos que el año que viene la billetera electrónica va a ser un concepto mucho más común, que tenga un uso concreto, porque hoy parece algo marginal que solo seguimos los que estamos en el tema”.
En este sentido quizás el anuncio más esperado de Prisma sea el de TodoPago, que va a permitir mediante una app cargar distintos medios de pago y pagar a piacere. “Estamos empezando a transitar el camino de poder pagar lo que quiero cuando quiero. La billetera electrónica maneja un concepto fácil de asimilar porque es parecida a la física. Entonces ahí se cargan distintos medios de pago, de diferentes bancos, y se opera desde ahí. Va muy ligado al concepto del e-commerce, del one-click-payment, al menos en un primer momento. No descartamos lanzarlo para el mundo físico pero ahí se van a necesitar varios socios. Queremos consolidar, primero, la billetera digital”. Piano, piano, si va lontano.
Los bancos no se quedan atrás
Billeteras electrónicas, apps que sirven para pagar casi cualquier transacción online, jugadores del mundo tecnológico que hoy se convierten en grandes jugadores del mundo financiero, avance de dinero digital… todos estos conceptos entretejen alianzas con un sector clave para poder funcionar: los bancos.
Y si antaño se los pensaba como grandes elefantes blancos que, por su peso especifico, eran trabados por la burocracia para realizar cambios significativos, la realidad hoy es otra. Aunque con mucha cautela –se encargan, nada más ni nada menos, que de resguardar y administrar el dinero del mundo– se animan a entrar al mundo de la movilidad y los pagos móviles con inversiones cuantiosas. Si alguien tiene el dinero para hacerlo, son ellos.
“A escala global el banco entendió que el comportamiento del cliente está cambiando. Hoy las personas tienen celulares todo el tiempo y quieren poder acceder a los servicios desde ahí. Entonces la estrategia del banco en cuanto a lo digital tiene que cambiar: si el cliente quiere hacer transacciones con el banco no debería necesitar ir a una sucursal para hacerlo y eso implica abrir nuestro ecosistema para poder cambiar la forma de operar que tienen los bancos”, explica Darío Lanchuske, gerente de Productos Digitales para Latinoamérica del Citi. Una forma en la que el Citi comprendió que debía quitarse las proverbiales telarañas fue cuando, metido de lleno en el lanzamiento de Apple Pay en Estados Unidos, fue el primer banco que permitió operar mediante la plataforma. “Y así con muchos otros jugadores. Ese proyecto lo mantuvimos en silencio durante un año y hoy existen similares con tarjetas de crédito o con productos digitales que exceden a nuestra plataforma”.
También es cierto que el Citi tiene muchos recursos para hacerlo. Las aplicaciones que lanza el banco, que se dirige al segmento ABC1, son usadas por un número importante de sus clientes que tienen un uso cotidiano de celulares de alta gama. Hoy, por ejemplo, 75% de los clientes reciben extractos en formato electrónico y 50% usa al menos de una de sus plataformas digitales. Uno de sus productos, al menos, ayuda a entender parte de esa masa crítica de usuarios: a través de una funcionalidad de la app, hoy una empresa cliente del Citi puede autorizar pagos por celular y un sistema de notificaciones avisa al proveedor que el pago está autorizado agilizando un proceso que hasta hace no mucho atestaba las sucursales de la City de motoqueros y che-pibes.
Pero aun así Lanchuske entiende que son mejoras pequeñas dentro de un segmento sobre el que el consumidor tiene puestas muchas expectativas. “Hay una demanda insatisfecha, definitivamente, porque las expectativas del cliente están atadas a las novedades del ecosistema y, como sector, todavía necesitamos entregar mejoras y desarrollos. La clave está en la red que se pueda armar con terceros y compañías que tengan más experiencia en eso”.
No solo la banca privada está subida al carro de la innovación en cuanto a medios de pagos móviles. Banco Provincia hizo lo suyo el año pasado, lanzando la aplicación BitMóvil que ya suma 60.000 usuarios, 10% de la cartera del banco. La app multiplataforma permite consultar saldos, movimientos de cuenta, pagar impuestos o servicios e, incluso, recargar el celular y la Sube.
“En el plano internacional es obvio que los pagos móviles están empezando a mover la aguja. Y muchos de los grandes actores ya ni siquiera son bancarios. Entonces este es el momento de invertir, de apurarse, pensando en una estrategia de tres ejes. Primero, en atraer nuevos clientes porque 25% de la cartera del banco son de la Generación Y, y ese porcentaje solo va a crecer con el tiempo. Segundo, seguir migrando transacciones de los canales tradicionales a la banca móvil y tercero generar presencia móvil porque aunque la banca internacional está muy presente, localmente no tanto”, cuenta Gustavo Díaz, gerente de Sistemas del Banco Provincia.
A BitMóvil le siguieron dos apps bien de segmento, una orientada a las operaciones financieras y otra para el sector agropecuario. “Queremos incorporar pagos con el celular porque la billetera electrónica está evolucionando. Incluso sin NFC –explica– seguramente se puede pagar mediante la emisión del código QR de un restaurante y que, leyéndolo, se debite de la cuenta”.
Que los bancos se aggiornen es una buena noticia. Con la tecnología disponible ya en la calle y los consumidores presionando para que se invierta en nuevas funcionalidades quizás esté cerca el día en el que podamos pasar nuestro reloj inteligente por un lector y decir “quédate con el cambio”.
Entre la eficacia y la controversia
¿Bitcoin para todos?
Más allá de las manos de los jugadores financieros tradicionales, la criptomoneda –todo un estandarte del espíritu descentralizado de Internet– se abre paso entre quienes buscan realizar transacciones entre privados sin vigilancia estatal y quienes lo utilizan, de manera especulativa, como un refugio de ahorro.
Por Florencia Pulla
Demian es ilustrador y a veces colabora con dibujos en publicaciones internacionales. Recibe, como es sabido, un cobro en dólares. Hasta hace unos años la transacción no tenía mucho misterio: sus clientes depositaban en los tiempos acordados y él hacia uso de sus ahorros para pagar sus cuentas. Pero cuando llegó el cepo cambiario las cosas se pusieron más complicadas: cuando recibía el pago en su cuenta la transacción automáticamente convertía los dólares en pesos al cambio oficial y al final del resumen aparecían algunas cifras de menos.
La necesidad, dicen, es la madre de la invención, y Demian hizo uso de sus habilidades 3.0 para perder menos. “Para pequeños pagos desde el exterior lo que más conviene es que transfieran Bitcoins –cuenta–. La operación se hace en el momento. Supongamos que son US$ 250 los que me deben. No hay manera de escapar a que lo paguen a cambio oficial, es decir, que depositen $2.150. A su vez US$ 250 es lo que sale un Bitcoin y si lo transfieren a una billetera virtual que se vende en el día la cifra puede llegar a $3.200, más de $1.000 adicionales. ¿Cómo se vende? Es fácil, con una cuenta en servicios como UnisendBitcoins, que al vender te transfieren el dinero en pesos enseguida sin perder tanto en el cambio ni en las comisiones de bancos y cuevas”.
Parece fácil y lo es: para economías como la nuestra, que presenta limitaciones para el libre intercambio de divisas extranjeras y que tiene un robusto mercado ilegal en donde se mueven dólares de diversas procedencias, Bitcoin parece ser un instrumento más para bordear las famosas restricciones cambiarias. Pero también es mucho más y su crecimiento meteórico en los últimos años encuentra varias explicaciones.
“Bitcoin es la primera forma de dinero programable; cada intercambio es un programa que actúa como contrato inteligente, sin necesidad de tener que confiar en una entidad central el resguardo de esa información porque está guardada en una red de miles de computadoras. Eso elimina la desconfianza en los Gobiernos y también en los riesgos y los costos del sistema financiero tradicional”, explica Sebastián Serrano, de BitPagos y Ripio, dos plataformas que permiten hacer transacciones con la criptomoneda. La primera está enfocada a intercambios entre individuos o entidades (más B2B) y la segunda, un lanzamiento más reciente, está orientada al mercado masivo funcionando como una billetera virtual que puede recargarse en un kiosco como si del crédito de un celular se tratase.
El desafío más grande para emprendimientos como el de Serrano –que existen y son una veintena operando en el país, aunque de menor tamaño– es que el usuario se sienta seguro con su plataforma y decida hacerla el centro de sus transacciones. “Bitcoin es más que una moneda o una unidad de cuenta. Todavía faltan herramientas para que puedan realmente verse las diferencias que existen con el dinero tradicional pero estamos frente a un cambio de época: hoy gran parte de las transacciones de Bitcoin se hacen con celulares; 30% de nuestra actividad es móvil. Con la idea de que los celulares serán cada vez más la norma, es mucho lo que puede crecer Bitcoin como acceso financiero a gran parte de la población que hoy está excluida, porque no tiene requisitos más que bajarse la aplicación”, dice Serrano.
Sebastián Serrano
Otro medio de pago móvil
Puesto de esa forma, Bitcoin se parece bastante a otros medios de pago móviles que también usan el concepto de billetera electrónica o móvil como centro operativo de transacciones. De hecho, en la Argentina ya son cientos los locales que aceptan Bitcoin como forma de pago legítima, a la par de tarjetas de crédito o dinero en efectivo. Y localmente el negocio de Serrano crece: tienen 250 comercios que operan con la plataforma y unos 5.000 usuarios registrados que la usan frecuentemente. Cobran una comisión en las transacciones, claro, pero es mucho menor que las del sistema financiero tradicional y tiene, hay que decirlo, algunos beneficios adicionales.
Más allá del universo físico del retail tradicional, también afectan positivamente el comercio online por su inherente naturaleza digital. El marketplace local Avalancha, por ejemplo, estuvo entre los primeros en aceptar Bitcoin como medio de pago. “La idea de incorporar Bitcoin tiene que ver con nuestra estrategia de largo plazo de poder mejorar la experiencia de compra online en el país. Bitcoin cumple en dos aspectos: primero porque nos permite darle una opción de pagos más a un universo de clientes que tiene pocas opciones; segundo, porque la experiencia de compra para quienes usan Bitcoin es realmente buena y rápida”, supo explicar Miguel Klurfan, CEO de Avalancha en Red Innova.
Es fácil de usar y es conveniente. Pero también lo es una tarjeta de débito y, en muchos sentidos, Bitcoin compite con los medios de pago electrónicos más tradicionales. Entonces, ¿por qué jugarse?
Bitcoin abajo del colchón
Quizás tenga que ver con su valor a futuro. Bitcoin presenta, a escala global, un elemento inherentemente especulativo. Es un resguardo de inversión. Los valores, que treparon desde que Satoshi Nakamoto lanzó el sistema en 2008, la convierten en una moneda interesante. “Lo más importante de Bitcoin es que, a diferencia de otros medios de pago electrónicos que mueven dinero que ya existe, Bitcoin es nuevo dinero. Es como si uno pagase un chocolate con monedas de oro; es un nuevo activo financiero. Que sea digital no es la más atractiva de sus características sino que no tiene un emisor unificado; es una organización autónoma distribuida”, explica Nicolás Bacqué, director de Licenciatura de Administración y Sistemas del ITBA.
Para Bacqué, como para tantos otros evangelizadores del Bitcoin, el potencial como activo financiero de la criptomoneda es grande. En principio porque es anónimo y baja los costos de las transacciones porque tiene pocos o nulos cargos de comisión. Además al ser una moneda finita su valor se parece bastante al ciclo de apreciación que tuvo el oro: su algoritmo solo permite “lanzar” 21 millones de Bitcoins al mercado de manera paulatina por lo que, a medida que pase el tiempo –dicen– su valor solo aumentará. Cuando el oro era fácil de encontrar su valor era bajo; cuando se tuvieron que explotar montañas enteras para hacerse del vil metal, su valor fue otro.
“Gran parte de los usuarios de Bitcoin lo compran para ahorrar; otro gran grupo para pagar algo online o porque lo recibió como contraprestación de algún producto o servicio. Pero el potencial es atractivo para quien lo busca: si llega a funcionar a escala global puede valorizarse muchísimo. El hecho de que tenga una emisión limitada y que puede ser una gran herramienta en el comercio electrónico da para pensar que puede ser un resguardo de valor y hay mucha gente que compra por ese potencial”.
Pero según Bacqué tiene un limitante mortal. “Cuando todos los millones de Bitcoin hayan inundado el mercado no habrá más. Y si calculamos el valor de esos millones de Bitcoins, nunca podrán superar el valor de la economía global. Con un agravante: es una moneda que parece ser esencialmente deflacionaria y el sistema capitalista moderno, con todas sus dificultades, ha visto un crecimiento nunca visto gracias a la economía del crédito. Si bien la inflación –y sobre todo la Argentina– es problemática, la deflación ha demostrado serlo aún más. Si la moneda es fija, los augurios son malos porque no va de la mano de las economías industriales”.
Que no sirva del todo como reemplazo del dinero convencional no significa, sin embargo, que no sea atractiva para invertir y resguardar el valor del dinero. “No es un buen activo para que las economías crezcan pero sí como activo financiero para invertir”, dice Bacqué.
Operar sin rastros
Volvamos al principio. Nuestro ilustrador preferido, Demian, contaba cómo hacía para evadir el sistema y cobrar sus colaboraciones a través de Bitcoin. Y resulta que su caso no es el único sino, de hecho, la fuerza detrás del crecimiento de la criptomoneda en el país. Los arbolitos que gritan “cambio, cambio” por la calle Florida no son solamente parte del folklore porteño sino también el oxigeno que impulsa el crecimiento de toda una nueva industria financiera, descentralizada, sobre lo que poco puede rastrearse.
“El hecho de poder ir contra el poder central de emisión es realmente atractivo para quienes se hacen de Bitcoins hoy –dice Serrano, de BitPagos– y todo el sistema facilita que las personas puedan encontrar alternativas para poder seguir trabajando y hacer operaciones tranquilos. Pero si fuese solamente esa la razón, Bitcoin debería explotar en otras economías más complicadas todavía, como la de Venezuela, y no pasa. Ayuda que la Argentina tenga un desarrollo de Bitcoin muy fuerte y que hemos sido, históricamente, rápidos adoptando nuevas tecnologías. Pero obviamente nuestra historia económica también hace que la población esté más permeable a aprender o a estudiar sistemas alternativos”.
El hecho de que Bitcoin contemple un sistema difícil de detener o controlar juega a favor para un sinfín de operaciones ilegales. Que sea inconfiscable, que sea cuasi anónima o que no dependa de un Banco Central la hacen atractiva para públicos diferentes.
En eso estaba pensando Ross Ulbricht cuando creó Silk Road, un marketplace de la Deep Web que corría sobre el software Tor, diseñado para crear una barrera de anonimidad entre usuarios. Lejos de los algoritmos de Google, la Deep Web es conocida por ser un lugar bastante perverso: ahí se pueden encontrar drogas fácilmente pero también pornografía infantil y asesinos a sueldo. The Silk Road era el Ebay de la Deep Web, allí dónde se podía transaccionar con libertad. Operaba, claro, con Bitcoins.
El mismo Ulbricht pensó Silk Road más como un manifiesto libertario que como una unidad de negocios: sin la interferencia de los Gobiernos y sin dependencia de un Banco Central, los individuos podían ser realmente libres.
“Tiene que ver con los orígenes de Internet – explica Bacqué– porque desde un principio está pensada como una red no centralizada. Entonces para los usuarios es difícil imaginar otra cosa y algo de ese espíritu permaneció”.
El hecho de que nadie emita la moneda y que las transacciones entre usuarios queden asentadas en una red compuesta de miles de computadoras sin mucho control posterior ayudó a crear las condiciones para el universo libertario con el que soñaba Ulbricht. En 2012 las autoridades –que comenzaron a monitorear Silk Road por sus actividades ilegales aunque con pocas esperanzas de poder ponerlos tras las rejas– estimaron que se hacían transacciones anuales por US$ 15 millones; un año después, los investigadores abultaron esa suma: negociaban productos y servicios por US$ 45 millones.
Cuando Ulbricht empezó a ponerse nervioso y contrató los servicios de un vendedor de Silk Road para eliminar a uno de sus socios los agentes del FBI encontraron bases suficientes para hacer algún arresto. Solo faltaba encontrar la identidad de Ulbricht que entonces se escondía bajo el seudónimo Dread Pirate Roberts.
“Si bien no dice los nombres, sí quedan asentadas para siempre esas transacciones. En ese sentido el sistema es mucho más público que el de las transacciones en efectivo, por ejemplo. Y, de hecho, parte del caso del Gobierno contra Silk Road se basó en esas transacciones asentadas”, explica Serrano. En efecto, cuando lo encontraron, la evidencia que Ulbricht tenía en su computadora –y en su billetera virtual– era innegable. Está procesado y cerca de ser condenado. De ser encontrado culpable, Ulbricht podía pasar toda su vida en la cárcel. Tiene tan solo 30 años.
La anécdota de Silk Road sirve para entender algunos de los riesgos detrás de la criptomoneda. Si bien es cierto que actúa como barrera de entrada relativamente baja al mercado financiero y que facilita transacciones entre personas en un entorno digital, su característica descentralizada pone en alerta a Estados y organismos financieros. “A pesar de que los Gobiernos no se han declaro en contra de Bitcoin– señala Bacqué– dudo que cuando su economía alcance tamaños relevantes los Estados nacionales tengan ganas de relegar el derecho de señoraje”.
¿Cómo comprar los primeros Bitcoin?
Si algo queda claro es que hoy es más fácil que nunca hacerse de Bitcoins y, también, conveniente para las finanzas personales. La pregunta del millón es, como cualquier iniciado, cómo hacerse de los primeros Bitcoins. Por suerte hoy muchos canales disponibles de información y empresas serias trabajando el tema: no se necesita ir a una cueva para comprar Bitcoins.
Primer mito que se derriba: no se necesitan tarjetas de crédito ni cuentas bancarias en el exterior para prenderse a la tendencia. Los Bitcoins son descentralizados y no hay un Banco Central que los venda: se necesita intercambiar con otro tenedor.
Hay grupos de Facebook, como el de la comunidad local Bitcoin-Argentina, que sirven como excusa para encontrar personas que compran y venden en un ambiente bastante regulado. También existen sitios web similares como Latincoin o LocalBitcoins. Las medidas del seguridad del caso corren por el lado del comprador: juntarse en un lugar público es una buena idea si se quiere comprar Bitcoins de esta manera.
También existen “casas de cambio” pero de Bitcoins en donde el precio lo ponen los vendedores-compradores en cada compraventa como Unisend y Bitex.la. O brokers –que fijan ellos mismos el precio y pueden guiar perfectamente al iniciado– como Satoshitango y Bitcoin Brothers. Los kioscos de telecargas como los que mencionamos en la nota, como el de BitPagos que es Ripio.com, también son una buena idea.