Por Florencia Pulla
Hay toneladas de papel dedicadas a la discusión sobre la existencia o necesidad de una política industrial. Un interés que nunca despertó en medida similar el campo y sus protagonistas. El aporte de este sector –parecía– provenía simplemente de la geografía o del clima. Pero no de la innovación, de la capacidad de gestión de los empresarios rurales y de toda la cadena de valor.
Como dice con precisión –en esta misma edición– el economista Roberto Bisang, un verdadero especialista en el tema: “Antes de 1994, la Argentina tenía una producción de 20 millones de hectáreas que cosechaba 40 millones de toneladas por año. Que crecía pero lento, gracias a cierta tecnología convencional y a la semilla híbrida. Desde ese año hasta 2014 se pasó a casi 100 millones de toneladas de producción. Eso es espectacular y se ha dado pocas veces en la historia”.
Con estos antecedentes, la idea central fue explorar cuál es la percepción que existe en el imaginario de los empresarios que están en la base de datos de Mercado con actuación en la industria, el comercio, los servicios o las finanzas, sobre otros empresarios sobre los que poco se sabía hasta ahora: los empresarios del campo, ruralistas, chacareros, o como se los prefiera denominar.
Hay una nueva preocupación por este tema, tal vez por imperio de una enorme realidad que ya no se podía ignorar más, o bien por la notoriedad que tuvo la disputa con el Gobierno por la famosa resolución 125.
Fue entonces una circunstancia muy adecuada para que Syngenta y Mercado se pusieran de acuerdo para avanzar con esta esta investigación, para determinar el perfil que caracteriza al empresario agropecuario, fortalezas y debilidades, aportes a la economía nacional, su presencia y gravitación en los próximos años, protección del ambiente y avances en el camino del crecimiento sustentable.
La investigación de campo en este caso, fue encomendada a CIO, la empresa de investigación de opinión pública que dirige Cecilia Mosto.
Los orígenes
Cuando hubo que pensar cómo integrarse al sistema económico internacional, el naciente Estado-Nación argentino se inclinó por lo que, hacía tiempo, sabía hacer bien: cultivar la tierra. Nacía así, con nombre y apellido, el modelo agroexportador que continuó hasta bien entrado el siglo 20: se cosechaba a escala local y se vendía a precios internacionales. La sofisticación del sistema financiero internacional y la aparición del concepto de las llamadas commodities no hizo sino complejizar el tema. De esos años quedaron un puñado de mitos y realidades en el imaginario popular de las que el sector no ha podido, o querido, sacudirse.
Por eso la meta fue responder si existe, definitivamente, un empresario agrícola y cuáles son las características que se asocian a él. En la encuesta, respondida por 306 empresarios de alta jerarquía, se intenta dilucidar cuánto mueve el sector agrícola; si comparte características positivas o negativas con el resto del empresariado argentino y sobre sus prácticas, por momentos controvertidas.
Un sector que se destaca
Lo que sí se sabe, según la encuesta, es una cosa: que el sector agrícola es considerado el que más aporta al desarrollo del país ubicándose solo en las posiciones más altas de valoración, con nueve puntos en la escala del 1 al 10. La brecha con otros sectores que le siguen –construcción (7,1) y petróleo (7)– es de dos puntos en la misma escala. Luego, se agolpan por debajo de siete el resto de los sectores relevados, como el minero (5,7), manufacturero (6,6) y, por último, de la banca (5,3) que, evidentemente, son considerados como los que menos aportan al desarrollo del país.
Además, según los 306 respondentes, los atributos positivos del empresario agrícola priman por sobre los negativos. Al solicitarles enumerar los del primer tipo, solo 18% no supo responder mientras que la indefinición casi se duplica al tener que expresar características menos favorables.
En la tabla se ve bien. El empresario aparece, según la percepción de los encuestados, flexible. Más de la mitad de los encuestados reconocen en la adaptabilidad a los cambios, el manejo de crisis y la versatilidad el rasgo dominante más positivo. De hecho, con 55 puntos le saca casi 25 al “espíritu emprendedor”, mencionado como el segundo rasgo más positivo. Quizás por ese ímpetu de ir para adelante es que innovación (25), creatividad e ingenio (22) y perseverancia (también 22) completan el Top 5.
Sobre los rasgos negativos: la mitad de los encuestados que pudo definir esos aspectos los caracterizaron como actores que focalizan sus acciones en el corto plazo (34) y poco respetuosos de la formalidad en la administración de sus negocios. El rasgo “corrupción” llegó a 23 puntos.
Pero, ¿estas características –positivas o negativas– lo hacen diferente al empresario argentino en general? Es decir, ¿son propias del emprendedor del sector o, más bien, parte del mismo ecosistema de negocios?.
En verdad, la mayoría de los empresarios encuestados no cree que los que integran el sector agrícola sean portadores de rasgos diferenciadores respecto de sus pares. La mayoría de estos –al menos 58%– entiende que las características de los actores agrícolas son compartidas por el resto del empresariado local. 39% que sí ve en ellos aspectos diferenciales destacó aspectos mayormente positivos, entre ellos, capacidad para asumir riesgos y su espíritu innovador.
Como se desprende de la dicotomía en la pregunta –donde solo existía la posibilidad de contestar dos opiniones opuestas– “¿cuáles son las características que mejor describen al empresario agrícola argentino?”, los respondentes creen que el sector se encuentra conducido por un perfil de management audaz para gestionar, capacitado, moderno y creativo. Incluso tecnológicamente adaptado: 76% cree que son creativos en la implementación de nuevas tecnologías y solo 20% todavía cree que están atrasados.
Pero, claro, también tienen algunas objeciones. Por ejemplo, 58% considera que desarrollan un management conservador versus 35% que postula que es innovador. Además, 84% estima que son empresarios familiares y no, como 13%, que estima que son empresarios grandes. Se trata, en definitiva, de empresarios nacionales según 90% de los encuestados y no empresarios multinacionales, como considera solo 8% de la población encuestada.
Desafíos a futuro
Según la encuesta realizada por CIO los principales problemas que enfrenta el sector quedan anclados en factores externos y no son, en principio, cuestiones propias. Por ejemplo, entre las principales dificultades encontradas la mayoría optó por marcar el contexto macroeconómico, el tipo de cambio, los precios internacionales y el acceso al crédito. Ninguna de estas variables, pues, están en sus manos gestionar. Más abajo se encuentran la falta de liderazgo de los empresarios del sector, la falta de inversión y la deficiente innovación tecnológica.
Comunicación con otros actores
Con excepción de la comunidad más próxima, la estrategia de relacionamiento con sus públicos de interés no parece ser el fuerte de los empresarios agrícolas. Solo su vínculo con sus stakeholders más cercanos logra un aprobado, con poco más que siete puntos en una escala del 1 al 10. La relación con el resto de los públicos testeados se ubica por debajo de este nivel, siendo el peor evaluado –como era de esperarse– aquel que mantiene con el Gobierno, por debajo de los cuatro puntos.
Quizás sea importante destacar el mediocre nivel obtenido por la relación que los empresarios agrícolas mantienen con el ambiente (5,8), la opinión pública (5,2), los medios de comunicación (4,9); y también, sorpresivamente, con sus pares (4,6). Tampoco se integra con facilidad a la comunidad empresarial extrasectorial, lo que implica cierto cerramiento para con el resto de las actividades del país.
En general, a la pregunta “¿cree que el empresario agrícola es buen comunicador?” la respuesta es “no”. El empresario agrícola es percibido como integrante de un sector que establece poca conexión y se desarrolla con cierto nivel de aislamiento. Además de obtener baja calificación dentro de su relacionamiento con sus públicos de interés, éste es valorado como un regular comunicador, alcanzando cuatro puntos en una escala del 1 al 10.
Agroquímicos: ¿sí o no?
Los empresarios encuestados consideran que manejan cierto nivel, aunque bajo, de información de la subcategoría “agroquímicos”. De hecho, solo 50% dice “saber algo” versus solo 8% que dice “saber mucho”. Más notable es el 21% que directamente no sabe nada pero al que le gustaría saber más y el 5% que no sabe nada y tampoco le interesa saber.
Lo interesante es que, entre los encuestados, los productos agroquímicos no parecen plantear controversias. Ocho de cada 10 encuestados afirma no estar en contra de su utilización.
Esto resulta consistente con la apreciación manifestada acerca de los beneficios que su aplicación general. La mayor parte de los encuestados, 72%, afirma que su uso “incrementa la productividad por hectárea” y además que hace al sector “más competitivo” (12%). Si bien menos encuestados pudieron reconocer desventajas (14% no supo o no quiso responder sobre estas), entre los que sí pudieron hacerlo, 60% señala el impacto de estos en el ambiente y en la biodiversidad además de, en menor medida, impactos negativos en la salud.
De alguna manera, al hablar de agroquímicos se está hablando de tecnología. Los empresarios encuestados reconocen en la tecnología un elemento clave para el desarrollo del sector. En una escala del 1 al 10 le asignan a este aspecto 9 en términos de contribución a la prosperidad del mismo. De hecho, 53% de los encuestados considera que el desarrollo tecnológico aporta mucho al desarrollo y la prosperidad rural.
Sin embargo, las empresas productoras de agroquímicos no son demasiado conocidas. Si bien casi 70% de los encuestados afirmó conocer al menos una empresa productora de agroquímicos al solicitar que mencionen alguna, solo la mitad pudo hacerlo. La más conocida es Monsanto, que concentra una tercera parte de las menciones. Más atrás aparecen Bayer (15%), Dow (14%), Basf (11%) y Syngenta (10%).
¿La Argentina es un país con conciencia en el cuidado del medio ambiente? Los empresarios encuestados consideran que la sociedad en su conjunto conserva un bajo nivel de conciencia de los problemas ambientales. La media se ubica, para agregar más información, en 4,6 en una escala del uno al 10.
Evidentemente, hay algunos problemas ambientales que tienen más peso que otros. Entre ellos, “contaminación del agua”, el problema de los “residuos industriales” y la “deforestación” integran el podio. Pero también la contaminación del aire y la utilización de agroquímicos son grandes problemas a resolver.
De dónde venimos, a dónde vamos
La frase existe. El pasto siempre es más verde en la cerca del vecino. En este caso, la comunidad empresarial dio un veredicto poco optimista respecto a la situación actual del sector. Más de la mitad de los encuestados dijo que en la actualidad al campo le va “mal” o “regular”. No tan lejos, con 34%, están quienes piensan que todavía le va “bien”.
Pero cuando se les pregunta sobre el futuro, no hay tantas dudas. 55% afirmó que podría irle “bien” al sector agropecuario en el futuro cercano y 25% que podría irle, incluso, “muy bien”. O sea que reina el optimismo con 80% de respuestas positivas. 62%, además, dijo que el campo será el motor de la economía versus 28% que piensa que se crecerá gracias al aporte de otros sectores productivos. No es un horizonte oscuro el que parece esperarles a los hombres y mujeres del campo argentino, entonces, en el corto plazo.
Datos metodológicos
Unidad de análisis: Opinión de empresarios jerárquicos pertenecientes a “Las 1000 empresas que más venden” según el ranking anual de Mercado.
Tipo de estudio: El estudio fue de tipo cualitativo. Se realizó una muestra de 306 casos.
Instrumentos de recolección: Se utilizó un cuestionario online estructurado integrado por preguntas cerradas y abiertas.
Periodo de relevamiento: del 13/10/2014 al 11/11/2014.
Perfil de los encuestados
En relación al perfil de los encuestados, ocho de cada 10 personas que respondieron son hombres y más de 65% tiene más de 46 y trabaja en empresas de más de 10 empleados, algunos incluso (21%) en empresas de más de 251 empleados o más.
La mayoría (22%) pertenece al sector de la consultoría, investigación o publicidad seguido por el sector agropecuario (con 20%). En “otros” se ve que el grueso de quienes respondieron (28%) se dedica a diferentes sectores, como bienes raíces, servicios, educación o finanzas.
Los temas sobre el tapete
En la manera de concebir la actividad industrial y las tareas productivas se está experimentando un cambio revolucionario. Mientras el capitalismo se aleja cada día más de la época en que se hacían cosas que dañaban la naturaleza, el mantenimiento del medio ambiente va adquiriendo la misma importancia que la producción. Estos cambios van encaminados hacia lograr una nueva economía donde el concepto de crecimiento se despegue de las limitaciones de recursos.
Hay una prodigiosa velocidad del aceleramiento histórico, un inmenso poder transformador de la tecnología; una verdadera revolución del mundo del pensamiento, y una urgente necesidad de repensar el capitalismo en la era de la sustentabilidad.
Gobiernos y sociedades deben plantearse ahora cómo haremos para alimentar a un mundo con 9.000 millones de habitantes en unas pocas décadas. Cuántas revoluciones verdes deberemos presenciar. Si se podrá hacer preservando el ambiente y la salud de la población, sin contaminar.
Las estrategias que se decidan hoy definirán cómo se enfrentará en 2050, un aumento de 60% en la demanda de alimentos. Es que la población mundial aumenta y el ingreso personal también. Esto quiere decir que la gente estará en mejores condiciones para comprar alimentos y reducir el hambre. Pero ambas cosas también aumentan los riesgos para la provisión alimentaria, porque la gente con dinero tiende a comer más y eso significa más producción.
Las ideas sobre el tapete: fuerte incremento de las poblaciones con incorporación de importante cantidad de habitantes al consumo, cambiando sus hábitos tradicionales. La necesidad de preservar el medio ambiente y los recursos naturales. La producción de biocombustibles que reduce la disponibilidad de alimentos.
Preocupación creciente, en particular en los países desarrollados, por las características de los alimentos que deben ser “sanos” a juicio de los consumidores, y también el cambio en los hábitos de consumo donde, por diversas razones, cada vez se producen más alimentos listos para su consumo inmediato en bandejas y envases de diverso tipo.
La Argentina no puede ser ajena a este debate. Su peso en la producción de alimentos la obliga a prepararse para los cambios que se están produciendo.
Después de casi dos siglos, un capital a desarrollar
Por Cecilia Mosto (*)
A pesar, muchas veces, de los esfuerzos de sus áreas de comunicación, la construcción de imagen corporativa no ha sido un tema de preocupación para los empresarios en general. Fuera de la comunicación publicitaria o promocional de sus productos y servicios, los intentos por contarle a otros públicos, que no sean sus clientes, el sentido de su existencia, son escasos.
No obstante conocer desde hace tiempo esta especie de regla de comportamiento general para toda la categoría, no deja de llamar la atención los escasísimos elementos con los que cuenta cualquier perfil poblacional que estudiemos, para construir opinión sobre los empresarios que integran el sector agropecuario argentino. Creo que asombra no solo porque es difícil de entender cómo se sabe tan poco del sector de la economía sobre el que todos piensan que es el más importante en la actualidad sino también por los valores históricos, culturales, y políticos que representan.
La mirada de sus pares en este estudio, si bien con matices, no es la excepción. La estructura de opinión describe rasgos, similares en algunos aspectos a la que se obtiene cuando se releva opinión pública y se pregunta a la “gente común”. Los empresarios encuestados ven a sus pares agropecuarios como aquellos que “más aportan al desarrollo del país” sin lugar a dudas y muy lejos de cualquier otro. Valoran a su management como audaz, flexible, capacitado, innovador pero con importantes dificultades para desarrollar vínculos con sus públicos de interés y como un mal comunicador.
Es importante analizar cómo, aún después de la experiencia de 2008 –con la Resolución 125– durante la cual el apoyo de públicos no involucrados directamente con el negocio fue de suma importancia para impedir una regulación adversa, el sector no ha logrado revertir su estilo de relacionamiento con sus stakeholders.
Los empresarios agropecuarios son poseedores de todos los ingredientes que permiten pensar en construir una imagen de fuerte peso simbólico y con lazos sólidos con sus públicos de interés. Debe proponerse desarrollar un capital de reputación posible que a todas luces le retribuirá importantes dividendos a un negocio al que, por múltiples factores, tan solo le espera crecer.
(*) Cecilia Mosto es la directora de CIO.