Para lograrlo aumentó las importaciones de cortes populares. Según el INDEC, el precio de la carne viene subiendo por encima del 60% cuando la inflación general es del 46% anual. El gobierno reaccionó drásticamente suspendiendo las exportaciones de carne. La idea es aumentar la oferta interna y así contener las subas en el precio.
La medida generó un encendido malestar entre los productores agropecuarios y los frigoríficos dedicados a la exportación. Pero además muchos critican la inconsistencia de incumplir con contratos con el exterior cuando la necesidad de generar divisas es imperiosa, recuerda el informe de la consultora IDESA.
En este contexto, muchos opinan –incluso dentro del mismo oficialismo– que una estrategia alternativa sería la que puso en práctica José Mujica en el Uruguay. En el 2005, cuando era Ministro de Ganadería, les pidió a los frigoríficos que destinen cortes populares (falda, falda parrillera, asado) al mercado interno y que el resto se destine a la exportación. Esto se llamó “el asado del Pepe”. Similar esquema se intentó instrumentar en el 2011 cuando Mujica ya era presidente. En Argentina se cree que este es el “modelo uruguayo” que permitió sostener las exportaciones sin afectar los consumos populares.
¿Es el “asado del Pepe” el modelo uruguayo? Uruguay tiene la mayor exportación de carne per cápita del mundo. Según el Instituto Nacional de Carnes (INAC) de Uruguay en el mercado interno se observan las siguientes tendencias:
- En el año 2017 la inflación doméstica en la carne era de 3% anual y luego comenzó a subir hasta llegar al 35% anual en el 2019.
- En el 2019 Uruguay multiplicó por 6 sus importaciones de carne respecto al 2017.
- En el 2020 hubo deflación en la carne de -4%.
Estos datos muestran que Uruguay, aun siendo un gran exportador, cuando tuvo una fuerte inflación sobre la carne no cerró las exportaciones. Tampoco tuvo una actitud pasiva, sino que apeló a abrir las importaciones de carne para aumentar la oferta en el mercado doméstico y, por esa vía, bajar el precio. En el 2020, el 13% del consumo interno de carne se abasteció con importaciones. En otras palabras, Uruguay, a diferencia de la Argentina, moderó el precio de la carne potenciando el comercio exterior.
El modelo uruguayo de ganadería es mucho más sofisticado que “el asado del Pepe”. El eje es la modernización de la cadena de producción desde el campo hasta el consumidor extranjero con estándares de calidad internacional y sistemas de trazabilidad para garantizar la calidad. Esto le permitió entrar al mercado asiático y de EEUU con carnes de alto valor agregado, convirtiéndose en un importante exportador de carnes premium. La institucionalidad de cómo lo lograron es muy relevante para la Argentina. Se creó un Instituto Nacional de Carnes, que no regula el precio de la carne ni las exportaciones, sino que es un consorcio público-privado que trabaja en la transferencia de know-how a los productores, la gestión del sistema de trazabilidad y la apertura de mercados externos.
Cuando en el 2019 se produjo la alta inflación en la carne no cerraron las exportaciones. La razón es que de un producto premium no se puede obtener cortes populares. Al tener tanta tecnología incorporada, su precio es muy alto aun para cortes como la falda y el asado. La estrategia fue seguir vendiendo estas carnes de alto valor en el mercado internacional y comprar en Brasil y Paraguay carne más barata para cortes populares. Esto no sólo implica una diferencia de precio a favor de Uruguay (exporta a alto precio e importa a bajo precio) sino fundamentalmente evita destruir el gran esfuerzo tecnológico y comercial realizado para la obtención y colocación de carnes premium en el mundo.
El caso uruguayo enseña que hay alternativas para que la gente de menores ingresos acceda al consumo de carne sin poner en juego las exportaciones. Por el contrario, con instrumentos tan rudimentarios como prohibir las exportaciones se generan enormes daños a la producción y a la generación de divisas. Además, tiene impactos muy regresivos ya que quienes más consumen carne y, por lo tanto, más se benefician con la reducción de su precio son los sectores de ingresos medios y altos.