En EE.UU. cae el consumo y se incrementa el ahorro

Después de una generación en la que permaneció estancado, el ahorro del público comienza a reaccionar a expensas del gasto. Sus efectos, por supuesto, dependen del repunte de los ingresos familiares, variable a su vez sujeta al empleo (que aún no torna a subir).

Seg&uacute;n Charles Atkins (McKinsey), &ldquo;&bull;dos tendencias que sosten&iacute;an la loca fiebre de consumo estadounidense &ndash;creciente deuda hipotecaria, decreciente o nulo ahorro personal- est&aacute;n d&aacute;ndose vuelta. Desde el cuarto trimestre de 2008, la gente comenz&oacute; a reducir su endeudamiento y a ahorrar m&aacute;s. Obviamente, debido a la recesi&oacute;n&rdquo;.<br />
<br />
Nuevas investigaciones de la consultora revelan que las consecuencias del consumo en reflujo dependen asimismo del aumento de ingresos, un elemento menos evidente, si no discutible. Dej&aacute;ndolo de lado, cada punto porcentual de avance en la tasa de ahorro reduce el gasto individual en poco m&aacute;s de US$ 100.000 millones. Vale decir, un serio inconveniente para cualquier recuperaci&oacute;n. Por otra parte, un aumento relativamente saludable de ingresos disminuye el peso de la deuda sin afectar el consumo en igual medida.<br />
<br />
Las repercusiones de toda baja en el consumo pueden llegar a ser profundas. Desde 2000 hasta ahora, el gasto del p&uacute;blico estadounidense ha representado 67% del producto bruto interno y 35% del incremento de consumo privado en el mundo desde 1990. La combinaci&oacute;n de tendencias deriva de un alza en el endeudamiento familiar, desde 2000, y un declive en la tasa de ahorro paralela, que marcaba apenas 0,7% del PBI en 2005. Entre 2000 y 2007, la deuda de las personas creci&oacute; &ndash;en t&eacute;rmino de ingresos- tanto como lo hab&iacute;a hecho en 1974-99. <br />
<br />
&ldquo;La reapreciaci&oacute;n de activos familiares &ndash;subraya Atkins- gener&oacute; un &lsquo;efecto riqueza&rsquo; e hizo al p&uacute;blico gastar y tomar prestado m&aacute;s a medida que ahorraba menos. El auge de tarjetas de cr&eacute;dito acentu&oacute; la tendencia. El valor de activos hipotecarios residenciales trep&oacute; unos US$ 27 billones en 2000-7&rdquo;. El alza de precios de viviendas, acciones y otros activos especulativos significa m&aacute;s de dos tercios de esas ganancias. <br />
<br />
Esta din&aacute;mica se fren&oacute; al pincharse la burbuja inmobiliaria que, luego, condujo a la iliquidez, la crisis sist&eacute;mica y la recesi&oacute;n deflacionaria. El hundimiento de precios &ndash;no s&oacute;lo los inmobiliarios – golpe&oacute; fuerte a la clase media norteamericana y sus colocaciones. Desde mediados de 2007 a fines de 2008, la capitalizaci&oacute;n de ese estamento social se achic&oacute; en US$ 13 billones. Estas p&eacute;rdidas recientes eliminaron todas las ganancias en ingresos netos disponibles acumuladas entre 1990 y 2006. No extra&ntilde;a, pues, que el gasto personal de los norteamericanos haya cedido al ritmo de 4,3% en octubre-diciembre de 2008.<br />
<br />
La contracara del menor consumo es una tasa de ahorro personal (o familiar) en suave ascenso, que rozaba 3,2% del PBI en el cuarto trimestre del a&ntilde;o pasado. El endeudamiento neto de la clase media norteamericana, entretanto, mostraba una perceptible baja tomando el pico de 2006, seguramente por la crisis hipotecaria estallada a mediados de 2007. En octubre-diciembre de 2008, efectivamente, ese indicador fue negativo por vez primera desde 1945.

Varios componentes sostienen estos desplazamientos. Un sector de familias trasunta inquietud por el futuro del empleo (factor que McKinsey soslaya hasta cierto punto) o por hipotecas potencialmente peligrosas. En este caso, la gente repaga más cuotas o evita refinanciamientos indexados. Otro grupo se ha quedado sin crédito o no puede obtener más préstamos, pues los banco han endurecido sus condiciones.<br />
<br />
Hasta qué punto esas tendencias pueden llegar es una incógnita clave para cuanto resta de 2009. Los efectos económicos del desapalancamiento en curso dependen del ritmo o los alcances en lo atinente a crecimiento de ingresos reales, ahorro personal o ambos en conjunto. <br />
<br />
Si el ingreso tornara a estancarse, por ejemplo –señala Atkins-, “las familias dejarían de apalancarse vía deuda y ahorrarían más. Cada punto de baja en la razón deuda/ingresos requeriría casi el mismo grado de alza en la tasa de ahorro. Ésta alcanzaba 5% del PBI en enero último, De prevalecer este nivel y con ingresos frenados, disminuiría la relación deuda/ingresos en cinco puntos básicos (0,05%). Ello seguiría siendo insuficiente para lograr los niveles de endeudamiento que había en 2000; o sea, antes de que empezara a acelerarse la toma de préstamos por parte del público”. <br />
<br />
Pero, si los ingresos se elevasen, las familias podrían simultáneamente reducir la carga de pasivos en el futuro y continuar gastando en el presente. Si, a su vez, los ingresos crecieran a razón de 2% anual, la clase media limitaría su relación deuda/ingreso como ocurre en el contexto anterior. No obstante, se precisaría una tara de ahorro personal de sólo 2,3%. <br />
<br />
Estas diferentes situaciones tienen serias implicancias para la economía estadounidense y la mundial, supone McKinsey. Al mantenerse constantes los ingresos, cada punto porcentual de alza en la tasa de ahorro se traduce en unos US$ 100.000 millones menos en el gasto familiar. Así, una tasa de 5% del PBI significará US$ 530.000 millones menos si los ingresos no suben en EE.UU.. Si lo hacen en 2 anual, una tasa de 2,3% significaría 250.000 millones menos en erogaciones personales, si otros factores permanecen constantes.<br />
<br />
En síntesis, la relevancia del crecimiento en ingresos queda fuera de duda. Merced a ese factor –si se da-, las personas pueden al mismo tiempo disminuir la carga del endeudamiento, reconstruir su ahorro y recobrar niveles de consumo. Por el contrario, sin una significativa recuperación de ingresos reales, el consiguiente desapalancamiento afectaría el gasto individual, la economía norteamericana y parte de la mundial durante años. Hay otra implicancia: las opciones de políticas que fomentan productividad o empleo (en el sector privado a veces no son lo mismo), claves para impulsar los ingresos, podría ser menos dolorosas. <br />
<br />
A criterio de Atkins, pues, “debe mejorarse la eficiencia en el sector público y servicios intensivos en mano de obra. O sea, generar revoluciones de productividad similares a las atravesadas en el comercio mayorista y minorista. Al menos, en Estados Unidos y Gran Bretaña”.

Compartir:

spot_img
spot_img

Noticias

CONTENIDO RELACIONADO