La relación entre Estados Unidos y China está próxima a quebrarse. Washington y Beijing están trenzados en disputas cada vez más agrias sobre una serie de temas, como comercio, inversiones, seguridad, educación, Hong Kong y el origen del coronavirus.
Los peligros de semejante situación son evidentes, dice un editorial del Financial Times. En el peor de los casos podría conducir a una guerra, con Taiwán y el Mar de la China como posibles focos de tensión. Pero aun si se evita el conflicto, un colapso de la cooperación entre ambos países tendría graves consecuencias para el manejo de los problemas que amenazan a la humanidad, como los de la salud global y el cambio climático. También son profundas las consecuencias para la prosperidad internacional.
Durante los últimos 40 años, el basamento de la relación EE.UU.- China fue la globalización, centrada en la creencia de los beneficios mutuos del comercio.
Donald Trump hace tiempo que rechaza la idea de que la relación comercial con China sea beneficiosa para Estados Unidos y una duda parecida está creciendo en Europa.
El tono cada vez más militante de la política exterior china del presidente Xi Jinping también significa que los temas de seguridad y de valores ocupan lugares prioritarios en la agenda.
En lo que atañe a comercio y economía la pandemia del coronavirus acentuó la tendencia entre las naciones occidentales a reconsiderar su dependencia de los productos chinos. En un clima de aumento de las tensiones geopolíticas, las naciones democráticos deben hacerse menos vulnerables a una posible presión económica de China. Y con el foco en la seguridad está bien mirar el papel que tiene China en la provisión de tecnologías claves con consecuencias para la privacidad o la infraestructura crítica, como la tecnología 5G.
Sin embargo, si bien es legítimo dar prioridad a la seguridad en el comercio con China, intentar forzar una repatriación masiva de la manufactura china a Occidente es una mala idea en términos de justicia, costo e influencia internacional Las naciones occidentales tienen todo el derecho de exigir acceso recíproco a los mercados chinos, pero las compañías chinas y el pueblo chino no pueden ser objeto de ataque por su simple nacionalidad. Tienen derecho legítimo de competir en el mercado internacional y por cierto la eficiente y barata producción china significa muchos beneficios a las naciones occidentales.
El esfuerzo de la administración Trump de echar a China de los mercados internacionales no solo sería un error en términos costo y de justicia. También sería una burrada geopolítica porque Estados Unidos no puede suponer que el mundo le va a seguir.