Las instituciones más prestigiosas se instalaron fuera de sus países de origen, pero con los mismos estándares, programas e inclusive docentes. Algunas, como hizo Harvard, además de ofertar sus cursos en forma virtual, también incursionan en carreras típicamente presenciales como medicina, agronomía, veterinaria, haciendo prácticas con simuladores, multimedios, etc.
La aceleración tecnológica que trajo consigo la pandemia no ha hecho más que acentuar esa movilidad de la educación transfronteriza, virtual o a distancia, centrada en captar estudiantes de otros países o regiones, que no necesitan así trasladarse, como lo hicieron 8 millones en el extranjero en 2020, atraídos por EE.UU., Inglaterra, Australia, Alemania, Nueva Zelanda, Australia.
Contrastaba esta corriente con una escasa y asimétrica movilidad en América Latina, relegada en la transformación digital, en la que apenas se venían destacando Colombia, Chile y México, junto a Cuba. Pero el prolongado confinamiento abre oportunidades para que países como Argentina puedan aplicar nuevos paradigmas pedagógicos, donde todos los campos profesionales son plausibles de ser ofertados en forma virtual e inclusive disponen de la oportunidad de plegarse a las bases para incorporarse al lento cambio en las formas que ya se vislumbra en la educación internacional. Requerirá, eso sí, de inversiones.
El ex director del Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC) y actual director del Doctorado en Educación Superior Universitaria (UAI, UNRN, UA) de Argentina e investigador de la Universidad de la Empresa (Uruguay), Claudio Rama, analizó en una entrevista exclusiva con Mercado la marcha de este irreversible proceso de cambio en la educación, de arriba hacia abajo, que las cuarentenas consolidaron.
La buena noticia para nuestro país es que, según el experto, la universidad pública está en perfectas condiciones de integrarse igualitariamente a la privada.
-¿El futuro de la educación se avizora ya en este presente?
-La educación global viene con fuertes cambios, al haberse generalizado una tecnología asincrónica e ingresar operadores muy poderosos: pasamos de un modelo sincrónico, con plataformas, a una cosa distinta, asincrónica, que sin ser la mejor o la peor, es la que el mercado acepta y reconoce más eficientemente a partir de que, más o menos, el poder del profesor se mantiene, las estructuras de horarios son iguales y la tecnología es la contemporánea, asociada a la fibra óptica, a las redes, a la comprensión digital.
Pero que los operadores fuertes parten de las redes mundiales de comunicación no es un pequeño cambio. Para mí, va a marcar toda la educación.
Se consolidó una elongación virtual sincrónica. Ya son millones de personas en el mundo que estudian conectadas a través de Google Meet, Classroom, Zoom.
-¿Qué características destaca?
-La virtualidad, el veloz tránsito de las plataformas a la enseñanza sincrónica. El Zoom permite una modalidad híbrida caracterizada por una interacción sincrónica entre estudiantes y docentes a través de Internet, y que conforma una nueva educación a distancia, la cual también cambiará la educación presencial cuando ésta se reinicie una vez superada la pandemia. Es esta una transformación sustancial y no meramente un leve ajuste en las dinámicas educativas futuras.
-¿En qué se basa la enseñanza sincrónica?
-El modelo de interacción sincrónica se apoya en tecnologías como Zoom, Google Meet, Microsoft Team o Blackboard, en la medida que se realiza en forma digital a través de Internet. No sólo brinda la comunicación biunívoca, sino que además permite que la clase sea grabada y guardada, con lo cual, también facilita una mayor flexibilidad al poder tener, a la vez, una enseñanza asincrónica donde los estudiantes pueden acceder a revisar y analizar las clases posteriormente al quedar grabadas o guardadas en las plataformas.
Prácticamente en el balance del año, después de 8 meses de pandemia por el que en gran parte del mundo se cerraron las instituciones educativas presenciales, a las que mejor les ha ido fueron las que lograron hacer un sistema totalmente sincrónico.
Es el mejor, el más rápido, el que la gente está más a favor. La educación invertida, de plataformas, la que es más libre, no funcionó o lo hizo en una escala muy pequeña en la educación virtual frente a lo presencial.
-¿Qué efectos produjo?
-Ahora podemos mantener dinámicas de clases mundiales. Estoy dando conferencias y hay 7 u 8 tipos de 8 lugares del mundo que participaron al mismo tiempo; se hacen congresos virtuales entre muchísimas personas participando con plataformas de sistemas sincrónicos, el cambio ha sido completo.
Ya no tienen mucho sentido, como antes, congresos y eventos internacionales Ni meter gente en la lógica presencial, que insume una o dos horas de viaje: Eso ya está probado y las instituciones están pasando todo a virtual frente a los organismos de regulación dentro de lo que permiten los marcos legales.
-¿Cómo prevé que se irá dando la convergencia entre lo virtual y lo presencial?
-Va a haber una combinatoria distinta de componentes para el aprendizaje: 80/60 % sincrónicos, 20% plataformas y 10/15 % presenciales. En casos como medicina, para algunos que no tengan tantos recursos, el porcentaje de presencial será mayor, pero el sincrónico no bajará del 30/40 %.
El punto de equilibrio que antes era sólo presencial, con algún apoyo en plataformas o de estas en la totalidad, que eran los dos juegos que habían, ahora agrega otro actor que coloca un escenario sincrónico, con nuevas formas de control: que el estudiante tiene que estar con la cámara encendida, que no se van a destinar tantas horas en la asistencia a las conferencias. Va a haber otra pedagogía ajustada a las clases de los supersónicos.
-¿Los docentes tendrán que ser capacitados para los cambios?
-Los docentes no requieren de ninguna preparación para ponerse delante de una computadora con una camarita. Sin duda, la preparación para una plataforma será mayor, puede haber niveles de competencia más exigentes: muchos dejan la cámara abierta, como pasó con el diputado por Salta, pero al margen de esto, hoy tenemos millones de personas online.
-¿Cómo afectará la percepción de calidad que había respecto de las universidades el cambio de una oferta de enseñanza cimentada en instituciones presenciales por una móvil que provee de conocimiento online?
-Las universidades compiten en un mercado de reputación, cuya lógica tenía algunos sustentos. Estaban las facultades, en el medio las bibliotecas, y había unos códigos que determinaban el grado de prestigio. Ahora empiezan a haber otros: ránkings internacionales, que son virtuales, presencia en la red que se mide a través de unas webmetrics. Van apareciendo indicadores que refuerzan las imágenes. Pero hoy no es necesario tener profesores en el país. Harvard se destaca por sus premios Nóbel, sin embargo en un congreso en Perú va a estar representada por docentes que llegan desde 6 países.
-¿Y cuáles serán entonces los parámetros que decidirán a elegir una u otras institución para estudiar?
-La lógica de la reputabilidad va a ir cambiando, ya los edificios, las catedrales, empiezan a perder peso en la ponderación. Según el arquitecto Johnson, los rascacielos eran las catedrales del siglo XX, ahora son las redes. La inversión colocada en redes de fibra óptica, plataformas submarinas de conectividad, en satélites, ahí se encuentran los costos económicos de la reputabilidad.
Dentro de esa estructura diferenciada, circula el conocimiento. Cambiamos de tecnología y se democratizó el uso: la gente está comprando camaritas, micrófonos, consolas de sonido, iluminación y los equipamientos para hacerlos más profesionales. Una cámara, la conectividad 5G, cuestan 100 dólares. Un buen micrófono vale 200 dólares. Así, metemos la universidad en nuestras casas.
-¿Pero cómo afecta esta especie de horizontalización a los actores directos de la educación, los docentes y los alumnos?
-Al profesor le conviene porque puede trabajar a las 8 para unos, a las 9 para otros, dar clases en varios lugares y sin moverse. Al estudiante también le conviene. Las arquitecturas de las casas van a empezar a cambiar: les incorporarán una especie de estudio con pantallas como las que ya hay de 50 pulgadas.
-¿O sea que la forma de atraer alumnos será ir a buscarlos por Internet?
-Las universidades van a competir en mercados globales. Las infraestructuras de las grandes instituciones terminarán siendo absorbidas por una lógica de la universidad red, donde participan cientos de profesores, de estudiantes, dentro del valor de la reputabilidad, de las certificaciones, la autorización de los ministerios.
Cuando empezó la pandemia, todas cerraron y se concentraron en ofrecer cursos virtuales. En Estados Unidos, por ejemplo, no les querían renovar la visa a los estudiantes extranjeros que habían ingresado al país. Harvard empezó a ofrecer educación virtual en medicina, donde era impensable, y ahora aplica sistemas de simulación.
-¿Qué influencia está teniendo en el mundo la eduTech China?
-China se está conformando como uno de los mercados universitarios más grandes del mundo en educación virtual, como en casi todos los mercados. Muchos estudiantes que realizaban estudios en el extranjero donde son también los mayores demandantes globales están incluso regresando a China. En la región, la presencia de proveedores de educación virtual es aún muy reducida, salvo en el caso de Brasil, con grandes jugadores e incluso con la empresa de educación superior más grande del mundo como es Kroton, por lo que tal vez puede ser el único proveedor educativo con capacidad de ingresar a China.
Sin embargo, los grandes actores educativos de Brasil, que son los más grandes de la región, siguen siendo jugadores locales, y ni son incluso actores en la región de América Latina, por lo que veo difícil que comiencen a mirar hacia Oriente.
-¿Cómo se da ese proceso en Argentina?
-Es muy dispar. La Universidad Siglo XXI tiene en Argentina un sistema de boots y 90 mil estudiantes por semana participan en teleconsultas a través del sistema de inteligencia artificial. Ya se venía implementado antes de la pandemia y actualmente se generalizó. Será la regulación pública la que determinará los márgenes o la fórmula de la competencia entre las universidades.
-¿El gobierno está tomando cartas en el asunto?
-En realidad, recién ahora empieza la pelea por las normativas entre los países, y es debido a que la cuestión pasa por no perder mercado. Las potencias que poseen un escenario de un curso presencial y una certificación global de Harvard no van a ser cedidas para que les puedan entrar competencias del mundo. Es un problema político a resolver, que técnicamente sí tiene dadas las condiciones para el cambio. El modelo de educación sincrónico tiene una potencia que no posee el asincrónico. La personalización de la educación es dominante.
-¿Un ejemplo?
-Sí, en Argentina había estudiantes ecuatorianos y al declararse la pandemia su país cerró la frontera y los obligó a regresar antes de terminar los cursos. Fue un desmadre, porque Argentina permite ofertar la educación virtual y emite resoluciones, lo mismo que Ecuador, pero momentáneamente.
Sin embargo, la ley no aplica en cada país para extranjeros, con lo cual comenzaron a aparecer problemas normativos, no técnicos, del tema internacional.
Es decir, que no se podía hacer educación virtual en Ecuador con cursos de Argentina. La lógica técnica indica que se puede contratar un profesor en Francia para que dé clases en un horario determinado, otro de Yugoslavia o de Ucrania, siempre que lo hagan en idioma español.
-Dentro de este análisis global, ¿cómo se posicionaría América Latina?
-El conjunto de variables que definen la economía latinoamericana, sus mercados, productos, servicios, es decir, la economía virtual requiere unos agentes con posgrados, de formación especializada, que no tenemos.
La cantidad media de doctores que tenemos en el continente es muy baja. Venimos retrasados. No lo estamos tanto en la accesibilidad a Iinternet, pero el ancho de banda amplio aquí llega al 28%, mientras en los países desarrollados está en el 70% de las conexiones. La penetración de celulares en la región es del 71%, pero todavía la economía productiva no ha cambiado en la magnitud que lo ha hecho en el mundo más avanzado.
-En este momento se discute sobre la oportunidad para reabrir las escuelas. Dado el atraso relativo de la región que acaba de apuntar, ¿cómo imagina que se dará en nuestros países la eventual vuelta a la normalidad en la educación?
-No existe tal vuelta a la normalidad. No estuvimos ante un accidente sanitario que la vacuna pueda hacer regresar todo al punto de partida. Millones de personas perdieron el empleo, fábricas que cerraron, se achicaron, cambiaron de dueño, de rubro, las tecnologías por los procesos de automatización, cambiaron las ciudades, estamos llenos de delivery y las empresas que no lo hicieron no van a volver.
Cerraron. Hubo una pérdida de capital. Ahora la gente se está poniendo a estudiar más que antes porque cambió el mercado de trabajo. No sabemos qué va a suceder, pero no es lógico creer que se volverá a lo mismo. Los diarios que redujeron su tiraje en papel y pasaron a la venta digital ¿van a volver a imprimir en papel, a vender en quioscos, o es que el negocio digital va a seguir?