Y el entonces presidente Néstor Kirchner demostraba tenerla. Los precios de los productos básicos que exportaba la Argentina por las nubes.<br />
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El país, gracias a una decisión de Carlos Menem durante la década anterior, era uno de los principales productores de soja transgénica del mundo. India y China mejoraban velozmente sus ingresos y alimentaban mejor a sus inmensas poblaciones.<br />
Ese es todo el secreto del éxito del modelo, que Cristina pretende que sea paradigma mundial. Ahora, con la crisis global y el descenso en el precio de los productos básicos, se esfuma la bonanza y los superávits de caja y comercial.<br />
Vale la pena leer completo ese artículo de Mercado de hace casi cuatro años. Podría ser una inyección de humildad en el ambicioso análisis oficial. Este es el texto publicado en julio de 2005.<br />
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<strong>El éxito o el fracaso, ¿dependen de la suerte?</strong><br />
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Según organismos y expertos internacionales, la economía argentina se recupera, no por lo que hace el Gobierno sino gracias a la buena suerte. Factores externos fortuitos serían la causa del crecimiento del PBI y el superávit fiscal. ¿Es realmente así, o hay mezquindad en el análisis? <br />
El martes 21 de junio, <em>La Nación</em> tituló en su sección “Economía & Negocios”: “La soja y el maíz se cotizaron con fuertes subas en Chicago – El petróleo quedó cerca de los US$ 60”. Con el dólar a $3, eran buenas noticias para la economía argentina. O, más bien, otra manifestación de la fortuna que acompañó al país durante meses. Los altos precios de las materias primas allegan dólares a la Argentina y –vía retenciones– permiten el superávit fiscal. Además, tienen un efecto positivo en otras áreas de la producción: fortalecen la demanda interna, elevan el nivel de actividad y crean empleo. <br />
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<strong>Los cereales </strong><br />
La nota de <em>La Nación</em> comenzaba así: “<em>Dios es argentino</em>, exclamó ayer un operador después de repasar una y otra vez las importantes subas de los precios de los granos en la Bolsa de Chicago, escala previa a las pizarras del mercado nacional”. <br />
Las altas cotizaciones obedecían a causas bien definidas, y lo probable era que se mantuvieran o incrementaran. Los factores determinantes serían: <br />
La sequía que ha afectado a las principales zonas cerealeras de Estados Unidos. <br />
La previsible merma en la producción estadounidense de soja, consecuencia de la roya: la plaga que ataca al cultivo. <br />
La nueva ley de energía de Estados Unidos, que estimula el agregado de biodiesel a los combustibles, lo cual elevará la demanda de maíz y soja. <br />
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<strong>El petróleo </strong><br />
Los precios del crudo han alcanzado niveles imprevistos. Nadie hubiese imaginado, hasta hace poco, que el barril pudiera llegar a los US$60. <br />
Sin duda, los factores políticos han influido. <br />
La inconclusa guerra en Irak afecta a una de las principales fuentes de abastecimiento. Otra, Irán, está ubicada en lo que el presidente Bush denomina “el eje del mal”. Por último, Venezuela –que hasta ahora honró todos sus compromisos– sugiere que podría regular sus exportaciones. <br />
En el hemisferio norte, ya se teme una escasez de combustibles durante el próximo invierno. <br />
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<strong>Factores externos </strong><br />
Materias primas y bienes durables tienen, en el mercado mundial, una relación asimétrica. <br />
Los precios de las materias primas están sujetos a grandes variaciones. Esto es así porque la oferta de productos primarios –que depende de factores climáticos y políticos– pasa de la escasez al exceso con suma facilidad. Cuando disminuye, las cotizaciones se disparan; cuando crece, las cotizaciones se deprimen. <br />
Los precios de los bienes durables y la tecnología, en cambio, son más constantes. Pese a que la economía de escalas y la competencia hacen caer los precios unitarios, la innovación impone crecientes necesidades. Eso hace que el paquete industrial-tecnológico (es decir, la suma total de bienes durables y tecnologías que necesita una economía para desarrollarse) sea cada vez más caro. <br />
Como consecuencia de tal asimetría, la economía que dependa de la exportación de productos primarios será necesariamente débil. <br />
Cuando los precios de los productos sean altos, esa economía podrá financiar sus necesidades. Cuando esos precios caigan, la alternativa será: caída del PBI o deuda. O se importa menos bienes durables y tecnología (resintiendo la producción) o se mantiene el ritmo de importaciones mediante la obtención de créditos. A lo sumo, puede ensayarse una fórmula para minimizar la caída del producto y endeudarse lo menos posible; pero difícilmente estos remedios produzcan la salud deseada. Lo corriente es que una caída de los productos primarios produzca –en los países que dependen de ellos– una fuerte crisis. <br />
A la inversa, el alza de las materias primas suele dar lugar a una euforia y optimismos injustificados. Es lo que estaría pasando hoy en la Argentina. <br />
Organismos y expertos internacionales han destacado, en los últimos tiempos, que la Argentina vive una etapa de reactivación y creciente confianza, originada en factores externos aleatorios. <br />
Desde el Gobierno se rechaza esta interpretación. Se dice que atribuir la recuperación argentina a la suerte es, cuanto menos, mezquino. Según voceros oficiales, invocar la buena fe es un recurso de “malos perdedores”; lo esgrimirían “aquellos que apostaron al fracaso del canje y perdieron; los que se burlaban cuando decíamos que la Argentina no iba a ceder antes las exigencias del FMI; los que fueron incapaces de imaginarse el orden fiscal que hoy tiene el país”. <br />
Sin embargo, la discusión sobre el papel de la suerte en la economía no comenzó ahora. <br />
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<strong>Los ministros y la suerte </strong><br />
En enero de 1989 –antes de la caída de Sourrouille, el colapso del gobierno de Alfonsín, la hiperinflación y el triunfo de Menem–, Juan Carlos de Pablo dio, en la sede del Banco Mundial (en Washington), una conferencia titulada “<em>Macroeconomic adjustment and growth division</em>”. <br />
En su exposición, De Pablo se preguntó: “¿Cuál es la importancia de la suerte en las políticas económicas exitosas?”. Él mismo respondió: “Los economistas que no tienen experiencia en la toma de decisiones se ríen cuando uno les hace esta pregunta, porque ellos creen que la suerte consiste en hacer los deberes. En cambio, la buena suerte aparece con mucha frecuencia cuando yo analizo experiencias pasadas con ex ministros de Economía, y no sólo en la Argentina. El mundo real es mucho más complejo que el más complejo de los modelos, y constantemente los acontecimientos de un país se ven influidos por factores exógenos. En esas circunstancias, los ex ministros coinciden en que la suerte es crucial”. <br />
El propio FMI reconoce que así es. <br />
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<strong>Good luck </strong><br />
Según el Fondo la suerte suele ser determinante de la estabilidad (o inestabilidad) de un país exportador de materias primas. <br />
El organismo se ocupa de las estrategias antiinflacionarias, pero sus conclusiones van mucho más allá. <br />
Dos expertos, A. Javier Hamann y Alessandro Pratti, trataron el tema en un documento del Fondo: “<em>Why Do Many Disinflations Fail? The Importance of Luck, Timing, and Political (IMF Working Paper 02/228</em>)”. Luego volvieron sobre el tema en un artículo publicado en la revista del FMI: “<em>Beating Inflation</em>”, Finance & Development (junio de 2003). <br />
Dicen Hamann y Pratti: “Nosotros hemos encontrado que la suerte, las condiciones iniciales y las instituciones políticas eran los factores más importantes en el éxito de una política antiinflacionaria”. <br />
Al desarrollar el concepto, los expertos ejemplifican: “Si un país está tratando de estabilizar precios y salarios, pero tiene la mala suerte de quedar expuesto a severos shocks externos (por ejemplo, una caída en la demanda de sus exportaciones), es probable que falle en su intento de estabilización. Un <em>shock </em>–tal como un incremento en las tasas de interés de Estados Unidos– hace peligrar a un país con una cuenta de capital abierta. Esta variable sigue siendo estadísticamente significativa, aun después de medir el impacto de otros factores, lo cual sugiere que los shocks externos tienen efectos más allá de las situaciones macroeconómicas internas”.
<strong>Paradigma o fortuna </strong><br />
La Argentina, en los últimos dos años, no ha estado expuesta a ninguno de esos <em>shocks</em>. <br />
Por el contrario, fue favorecida por las impresionantes alzas de los precios de la soja y el petróleo. <br />
No sólo eso: se benefició de otros factores externos que también favorecieron a las economías de los otros países de la región. Los que no exportan soja ni petróleo también tuvieron motivos para celebrar. <br />
De hecho, 2004 fue un año de notable crecimiento económico para toda América latina. <br />
El fenómeno ha sido estudiado por Nouriel Roubini, el economista internacional que más conoce de economía argentina. Hace años que su <em>Web page</em> (ahora rebautizada <em>Argemonitor </em>y reforzada con un blog) ofrece noticias diarias sobre nuestro país, junto con estadísticas, documentos académicos y vínculos a otros sitios relevantes. <br />
Profesor de la Stern School of Business, en la New York University (NYU), Roubini también es investigador del National Bureau of Economic Research, asesoró al ex presidente Clinton, fue consejero del Tesoro (hasta 2001) y consultor del FMI (hasta 2003). <br />
En mayo, Roubini publicó un trabajo titulado “América latina: ¿Un nuevo paradigma de crecimiento o la cíclica suerte externa?”. Después de años de estancamiento, la región creció 5,8% en 2004. Eso ha alentado a algunos teóricos a predecir un “nuevo paradigma” de crecimiento, cuyas características serían: macroestabilización, reformas estructurales, gobiernos pragmáticos y buenas condiciones externas, elementos todos éstos que se influirían recíprocamente formando un círculo virtuoso. De tales elementos, sólo uno sería aleatorio: buenas condiciones externas, que esos teóricos señalan como importante pero no primordial. <br />
Roubini recuerda: “El principal defensor del ‘nuevo paradigma’ es el sólido e influyente Mohamed El-Erian, director del mayor fondo de inversiones que se especializa en mercados emergentes. El-Erian, que antes ocupó altas posiciones en el FMI, fue el rival de Rodrigo Rato para el cargo de director gerente del Fondo. El ‘nuevo paradigma’ fue presentado por El-Erian en una conferencia que se celebró en Miami, auspiciada por el BID y en presencia del titular del organismo, Enrique Iglesias”. Sin embargo, el mismo El-Erian propuso que se discutiera si había en verdad un “nuevo paradigma” o, en cambio, estaba dándose otro ciclo favorable, debido a condiciones externas afortunadas. <br />
Roubini reconoce que América latina ha realizado reformas estructurales (inconclusas) y ha girado de políticas insensatas a las que hoy proponen gobiernos moderados como los de Kirchner, Lagos o Lula. <br />
No obstante, él cree que sería apresurado anunciar un “nuevo paradigma”. Los buenos resultados del último bienio han sido, en gran medida, efecto de circunstancias externas: <br />
“Por más inestable que sea un país, y flojas que sean sus políticas, es difícil tener problemas cuando la economía mundial registra el crecimiento más alto en décadas (2004), las tasas internacionales de interés están tan bajas (como lo estuvieron durante 2004 en Estados Unidos, Europa y Japón) y los precios de las materias primas siguen en alza. El propio El-Erian reconoce que América latina debe parte de su recuperación al crecimiento de Estados Unidos, la fuerte demanda china de materias primas y la liquidez global.” <br />
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<strong>La lotería </strong><br />
El Gobierno tiene razón de quejarse cuando algunos críticos lamentan (o así parece) que hoy la Argentina tenga suerte. <br />
En los períodos durante los cuales los precios de las materias estuvieron por el piso, y los intereses por las nubes, no se decía que el país era víctima de la mala fortuna. Se atribuían todas sus desventuras a la falta de decisión para aplicar las políticas recomendadas por organismos como el FMI. <br />
Ahora, cuando las materias primas se revalúan y los intereses internacionales caen, los éxitos del país son desmerecidos, presentándolos como un mero resultado de la buena suerte. <br />
Claro que, si cabe coincidir con el Gobierno respecto de los críticos de mala fe, también cabe reclamarle a las autoridades que no se engañen a sí mismas. <br />
La recuperación económica ha sido impulsada, en efecto, por varios factores ajenos al Gobierno, ya fuera por preexistentes, por externos o por aleatorios: <br />
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1. <em>El tipo de cambio</em>. Al variar la relación peso/dólar (2002) se produjo un tsunami. Kirchner se ahorró la catástrofe y cuando asumió, ya con los vientos en calma, disfrutó de un peso más competitivo. <br />
2. <em>La suspensión de pagos</em>. El <em>default </em>(2001) también desató tormentas. Kirchner se encontró con un país que había declarado la moratoria un año y medio antes, y que recién ahora acaba de reanudar los pagos. Eso le permitió acumular recursos que, de otro modo, se habrían perdido. <br />
3. La soja. El efecto de los transgénicos –que multiplicaron la producción– y el precio que alcanzó la soja en el mercado mundial, nada tienen que ver con políticas del actual gobierno. Sin embargo, lo han favorecido. <br />
4. <em>El petróleo</em>. También lo favoreció que la Argentina se haya convertido, antes de ahora, en un exportador de excedentes hidrocarburíferos. Esto, unido a los precios que el crudo alcanzó en el mundo, es parte de un pequeño maná. <br />
5. <em>Las retenciones</em>. Impuestas por el gobierno anterior, no son fortuitas sino que obedecen a una decisión política. No obstante, sólo tienen valor porque los precios de los cereales y el petróleo alcanzaron niveles muy altos. De lo contrario, aplicar retenciones sería imposible o escasamente útil. <br />
6. El crecimiento mundial. La expansión de la economía norteamericana fortalece la demanda mundial. Otro tanto ocurre con la irrupción de China en el mercado internacional, haciendo valer su formidable poder de compra. <br />
7. <em>La liquidez internacional</em>. Si bien la Argentina no está en condiciones de acudir al mercado voluntario de crédito, el hecho de que exista liquidez internacional, y bajas tasas de interés, favorece la consolidación de la demanda. <br />
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No hay duda: Kirchner se sacó la lotería. <br />
No es malo tener un presidente con suerte. Al contrario. Lo importante es saber qué hace tal presidente con el premio que se ganó. Si él sabe cómo invertir y multiplicar el dinero, el país saldrá beneficiado. Si él dilapida su fortuna –sea por falta de planes, incapacidad administrativa o costosas aventuras políticas– habrá inutilizado la buena suerte: una condición que no es suficiente, pero sí necesaria para gobernar. <br />
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<strong>Las razones del optimismo </strong><br />
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El crecimiento promedio en América latina fue de 5,8% en 2004, la tasa más alta en décadas. Los más optimistas ven este dato como una señal de que la región está entrando en un “nuevo paradigma” de alto crecimiento. Después de algunos años turbulentos, la estabilidad macroeconómica, las reformas estructurales, los nuevos gobiernos moderados y pragmáticos y las condiciones externas favorables, se combinan en un círculo virtuoso que llevará al crecimiento sostenido. <br />
Los factores de fragilidad macroeconómica que generaron tantas crisis en el pasado parecen superados. Los países de la región tienen superávit en la cuenta corriente y están acumulando reservas, con lo cual no corren peligro de un frenazo súbito en los ingresos de capital, como sucedió después de las crisis de Asia y Rusia en 1998. A su vez, crecieron significativamente los superávit fiscales, permitiendo estabilizar las trayectorias de deuda. Los bancos centrales de la región también son más independientes, y la adopción generalizada del esquema de metas de inflación logró anclar las expectativas inflacionarias. En términos políticos, los gobiernos de centroizquierda de la región –Ricardo Lagos en Chile, Néstor Kirchner en la Argentina, Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil y Tabaré Vázquez en Uruguay– siguen el ejemplo de sus pares europeos, aplicando políticas fiscales y monetarias moderadas, en lugar de ceder a las tentaciones del populismo. <br />
A su vez, la perspectiva de fuerte crecimiento en la economía mundial, la incorporación de China a la economía global, las bajas tasas de interés en los países centrales y los buenos precios de los <em>commodities </em>se conjugan en condiciones externas óptimas para el desarrollo de la región. Con el mundo en crecimiento dispuesto a comprar lo que América latina vende, y con mejoras en las políticas domésticas, la región –y no sólo la Argentina– estaría condenada al éxito, tornando contra todo pronóstico al ex presidente Eduardo Duhalde en un estadista visionario. Lo único que podrían temer Kirchner y el ministro de Economía, Roberto Lavagna, es que la esquiva fortuna cambie su cara.