El primero, The Home Stretch, es un grito de furia frente a la injusticia que siguen soportando las mujeres, fundamentalmente por una división desigual del trabajo hogareño y del tiempo libre. En sus páginas Sally Howard dice que el capitalismo es uno de los grandes culpables. “Vivimos en estructuras capitalistas patriarcales que están basadas en la herencia de la explotación colonial y han cooptado, con asombrosa eficiencia la liberación de las mujeres … aumentando el número de mujeres en la fuerza laboral.
Su queja es que las mujeres empleadas hacen en sus hogares mucho más de lo que les debería corresponder. Ella ve eso como algo que, en parte, se les ha inculcado. Pero también cita a teóricos que dicen que las mujeres constantemente hacen más cosas por una necesidad de sentirse femeninas.
En la literatura académica esta idea coincide con el argumento que dice que cuando el salario de una mujeres supera el de su pareja ella tiene a abarcar más tareas hogareñas para “neutralizar” la “desviación” de las normas sociales (o sea, ganar más que el hombre).
Double Lives, de Helen McCarthy, es una historia social y económica que arranca en la era victoriana de Inglaterra. En la actualidad tres cuartas partes de las madres británicas trabajan fuera del hogar. Un cambio notable desde el siglo 19. También es común interpretar como legítimo el deseo de una madres de ser económicamente independiente. Sin embargo, a pesar de esa enorme diferencia entre ambas eras, y a pesar de las incursiones y avances en casi todas las profesiones, la mayoría de las madres que trabajan tienen sueldos bajos, empleos inseguros, rígidos horarios de trabajo y cero ayuda con los hijos.
Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero en la imaginación popular el “hogar” sigue siendo pensado como el lugar de la mujer, no del hombre. Con todo lo que eso significa.