El debate, que ha resurgido, es acerca de si se ha desatado –otra vez- una batalla de divisas entre las principales economías del mundo.
Desde esa perspectiva, el movimiento se percibe como una manera de estimular el crecimiento de las exportaciones, luego del fortalecimiento de la principal divisa mundial, el dólar estadounidense. La tasa de crecimiento anual de la gran economía asiática se estima en 7%, aunque algunos analistas afirman que a fin de 2015 resultará ser entre 5 y 6%. Si esta tesis fuera correcto, harían falta otras correcciones cambiarias para restablecer el rumbo.
En verdad, el crecimiento basado en el aumento constante de las exportaciones, es una política abandonada hace largo tiempo. Inversión y consumo interno son ahora motores del crecimiento. Pero la expresión “guerra de divisas” tiene un atractivo formidable y resucita cada vez que se produce alguna modificación significativa entre las divisas interrelacionadas.
Hace casi cinco años, Mercado decía:
“EE.UU., Europa y demás países ricos se preparan a imprimir moneda para comprar los bonos y títulos de esos mismos Gobiernos. Lo que sin duda generará inflación en el primer mundo, y eventualmente devaluación. Las economías emergentes se defienden: no dejan flotar sus monedas e imponen restricciones. China rechaza la presión y no permite que se aprecie el yuan.”
“Seguramente Guido Mantega, ministro de Finanzas de Brasil, no imaginaba su capacidad para bautizar mundialmente un proceso cuando a mediados de septiembre pasado afirmó que había estallado una guerra de divisas.” “El éxito no se midió solamente en términos de menciones periodísticas. La expresión se convirtió en lugar común de los máximos dirigentes de la economía y las finanzas globales.” “La temporada ha sido intensa en materia de reuniones internacionales: la del Fondo Monetario y del Banco Mundial entre el 8 y el 10 de octubre, precedidas y seguidas por muchas otras con todo tipo de siglas. Los países, sus funcionarios y sus técnicos se acusan mutuamente de distorsionar la demanda global recurriendo a “intervenciones monetarias”, controles sobre movimientos de capitales y devaluaciones encubiertas.” “Detrás de todos estos ríspidos debates, hay amenazas de medidas más agresivas y acusaciones cruzadas. Si de verdad hay una guerra, se distinguen al menos tres batallas”.
“La primera y principal es acerca de la renuencia de China a permitir que el yuan se aprecie más rápidamente. Lo que le reclaman Estados Unidos y Europa a Beijing es precisamente la “dinámica dañina” de una moneda subvaluada.” ETim Geithner, el secretario del Tesoro estadounidense recordó que la excesiva acumulación de reservas (el caso chino) empujaba a un escenario con serias distorsiones para la economía global. Poco antes, el Congreso aprobó una ley autorizando aranceles protectores contra países con divisas subvaluadas. El riesgo del enfrentamiento directo entre ambos gigantes quedó planteado.”
“El segundo conflicto se origina en la política monetaria de los países ricos, desarrollados, que al paso que van tendrán que imprimir moneda para comprar los bonos y títulos de esos mismos Gobiernos. Lo que sin duda generará inflación en el primer mundo, y eventualmente devaluación.” “El tercer frente bélico es el que presentan los países emergentes. Para responder a esos erráticos movimientos de capitales han impuesto restricciones, impuestos al ingreso de capitales foráneos y han intervenido en los mercados financieros adquiriendo divisas, antes que dejar flotar sus propias monedas. Brasil, por caso, dobló el impuesto a la compra de deuda interna por parte de actores extranjeros.”
“Sin dudas “hay roces entre una moneda supuestamente fuerte e inflexible, el yuan chino, y una considerada débil, el dólar. Pero el problema real es otro: cómo gerenciar un ajuste económico general”. Eso piensan expertos anglosajones. Pero Washington “acabará ganando porque –sostiene Martin Wolf– tiene una munición infinita, el dólar. No existen límites a su emisión”.
“Se puede argumentar que por ahora son escaramuzas más que una guerra en regla. Y es cierto, pero no se debe subestimar su potencial de conflicto. Lo que es cierto e indudable es que la divergencia de políticas económicas en todo el planeta y el modesto crecimiento económico esperado en las grandes economías permiten suponer que el conflicto y el riesgo de guerra abierta durará por varios años”.
“Por su parte el presidente del Bundesbank (un par de años después) alerta que se está produciendo una evidente pérdida de independencia en los bancos centrales de los países industrializados, que conlleva a una guerra de divisas.”
“Jens Weidmann visualiza el fin de la era en que los bancos centrales fueron independientes. Stephen King, economista jefe del HSBC sostiene que Weidmann probablemente tenga razón. Fue durante los años 90, en pleno auge del neoliberalismo, que la mayoría de las democracias occidentales optaron por darle poder de decisión propio a sus bancos centrales. Dio los ejemplos de Hungría y Japón para alertar sobre la pérdida de independencia actual de los bancos centrales, aunque claramente hay muchos otros ejemplos a la vista. Según Weidmann, intencionalmente o no las consecuencias serán la politización de la tasa de cambio de las monedas nacionales”.
La posición del G 20
En febrero de 2013, Mercado consignaba: “Los ministros de finanzas del G20 reunidos esta semana en Moscú han prometido luchar contra la evasión impositiva de las empresas multinacionales y contra la guerra de divisas”.
“Los temores surgieron con las recientes medidas de Japón que motivaron una devaluación del yen con la consiguiente ayuda a sus exportadores”.
“Meses más tarde, en octubre de 2013, Mercado recordaba: “Cuando la economía real debiera empezar a repuntar en los países desarrollados, en los emergentes revienta “la madre de todas las burbujas de activos infladas con crédito”, como la denominó Nouriel Roubini. Parece estar perdiendo aire a chorros, tras el anuncio de la Reserva Federal que procederá a cortar el combustible que la había alimentado en buena medida.”
“Hay dos explicaciones que circulan con profusión para lo que está ocurriendo. Una dice: ahora que los tiempos de dinero abundante y fácil se han terminado, las tan alabadas economías emergentes –aquellas que creían haber descubierto el “desacople” con las desarrolladas– vuelven a retomar el viejo ciclo: auge, excesos, crisis y reforma, para comenzar otro periodo de auge y continuar por las consabidas etapas. En definitiva, el famoso stop and go ha retornado con sus periodos de recesión y agitación política.” “La otra dice: dejen de mirar el cortísimo plazo. En poco más de una década la humanidad será testigo de uno de los cambios más trascendentales en más de un siglo: se estima que para 2030 la porción del PBI global de China, medida en términos de PPP (purchasing-power parity) será el doble de la de Estados Unidos. Eso es lo que importará y lo que cambiará todo el escenario”. “Pero, ¿qué es y cómo se explica lo que está ocurriendo?
Primero qué es. Desde hace más de un lustro que la Reserva Federal de EE.UU. venía desarrollando una política de dinero barato. ¿Cómo lo hacía? Inyectando en el mercado algo así como US$ 85.000 millones mensuales. Prestándole a los principales bancos a tasas muy cercanas a cero y al mismo tiempo empujando los precios de los bonos y acciones hacia arriba. En esto consiste el tan mentado “quantitative easing“. Básicamente, es imprimir dólares sin respaldo. Algo que solamente puede hacer el país emisor único y global.”
“Luego, hay que ver cómo se explica lo que acontece. La estrategia de quantitive easing fue correcta para superar la tremenda crisis financiera de 2008, evitando bancarrotas y quebrantos en todos los sectores. Cuando se mantuvo la política luego que las tasas de interés se ubicaron en torno a cero por ciento, se ingresó en territorio desconocido. Ahora hay burbujas de todo tipo, y listas a explotar, en las economías emergentes.”
Estas políticas monetarias heterodoxas del mundo desarrollado han inyectado en los últimos años un monto anual cercado a US$ 1 billón (millón de millones) en los mercados emergentes. Esa masa monetaria se tradujo en un ritmo de crecimiento crediticio insostenible, burbujas de precios y mayor vulnerabilidad de los países aparentemente beneficiados”. “Es tiempo de reconocer que estas dificultades son producto de desequilibrios que se originaron primero en el mundo desarrollado. Como los emergentes son cada vez más importantes en el ritmo del crecimiento global, la política interna de Estados Unidos y otras economías occidentales pone en riesgo el proceso de crecimiento mundial.”
Hace apenas poco más de tres meses, el 29 de abril, Mercado retomaba el tema por enésima vez. “Los años extraordinariamente favorables para Argentina van quedando atrás. Los precios de nuestros commodities no se recuperarán aunque siguen en un nivel más alto que en los años anteriores a 2003, el dólar seguirá revaluándose, la mayoría de los países devalúan para no perder competitividad, señala el boletín nro. 17 del Observatorio de la Economía Mundial de la Escuela de Negocios, de la Universidad Nacional de San Martín.”