<p>Frente a ello, algunos estados occidentales apoyan activamente la difusión de esos servicios. Por ejemplo, EE.UU. anunció semanas atrás que atenuará sanciones a la exportación de software y tecnología a Irán, Cuba y Sudán. La razón es simple: durante las disputadas elecciones persas de 2009, el valor estratégico de Twitter fue decisivo para diseminar datos y noticias. <br />
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Obviamente, el objetivo de Washington era y es debilitar por acción psicológica a ciertos regímenes (Teherán, Pyongyang) y no tanto a otros (Beijing). Por lo mismo, occidente tiende a restringir compañías capaces de vender a regímenes represivos componentes de vanguardia aptos para vigilancia y control social. <br />
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Eso pone en evidencia otra paradoja: una Red muy abierta permite a estados policiales espiar a los ciudadanos con creciente facilidad. Sucede que el software malévolo puede diseminarse vía redes sociales con particular facilidad. En particular, apelando a nexos con sitios web infectados. Una tercera paradoja reside en que la difusión de códigos buenos y malignos simultáneamente presenta riesgos de seguridad a países y empresas.</p>
<p>Por supuesto la idea de ciberlibertades está llena de contradicciones. Para empezar, una red sin condicionamientos implica amenazas que, paradójicamente, pueden generar nuevos, más complejos mecanismos de vigilancia y control.<br />
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Los sectores privado y público alrededor del mundo afirman adherir a una causa, la libertad en internet, otrora dominio de grupos no gubernamentales de derechos civiles o defensa del ambiente. Pero la proliferación de ciberataques apuntan a un fenómeno inquietante, la vulnerabilidad de la Red. Tampoco es prudente asociar libertades políticas con las de mercado financieros. <br />
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En un plano superior, el libre acceso a Internet parece un derecho civil digno de protegerse. Pero llevarlo a extremos presupone riesgos; por ejemplo, la propagación de software malévolo. Así, los ataques chinos a Google y otras compañías ubican la libertad virtual como factor en las políticas de países democráticos. <br />
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Se explica, pues, que la secretaria de estado norteamericana, Hillary Rodham Clinton, haya sostenido en febrero que determinados gobiernos están transgrediendo la Declaración Universal de Derechos Humanos. Entonces ¿por qué fraudes y abusos en los mercados no se condenan con igual fuerza? <br />
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Sin dudas, al permitir que millones de usuarios compartan en tiempo real redes sociales como Facebok, Twitter o YouTube, Internet plantea desafíos directos. En muchos casos, a regímenes totalitarios (China, Irán, Cuba) o autoritarios (Venezuela, Libia, Argelia) que buscan frenar el flujo de información, ideas, etc. <br />
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