Desde todos los extremos del pensamiento ideológico, legisladores y políticos
coinciden en la necesidad de digitalizar los archivos para que cada persona tenga
una ficha médica electrónica capaz de viajar de una punta a la otra
de la red para ser leída por otros médicos, en otros hospitales
o aseguradoras. Eso reduciría los errores médicos y ahorraría
dinero.
La propuesta debe incluir un método para certificar que los registros se
puedan abrir y leer por los médicos y especialistas, y también por
paciente autorizados. Si la industria no se pone de acuerdo sobre los estándares
para principios del verano, “entonces el gobierno hará lo que mejor
hace: imponer un mandato”, insiste Brailer.
Una vez que esté instalado el estándar básico para los registros
médicos electrónicos, no habrá tanto temor en invertir en
registros digitales para médicos u hospitales, que ahora se preocupan que
el software que compren hoy, y se esfuercen por aprender, pueda quedar obsoleto
antes de que lo empiecen a usar.
Brailer, nombrado el año pasado por el presidente George W. Bush en calidad
de coordinador de tecnología informática aplicada al servicio nacional
de la salud, preferiría que un consorcio de la industria se ponga de acuerdo
en un estándar técnico, porque podría ser más flexible
que un mandato impuesto por el gobierno, por más bien intencionado que
sea.
El grupo que se supone va a desarrollar el estándar electrónico
de registro de salud – la Certification Commission for Healthcare Information
Technology – se formó el año pasado con miembros extraídos
de los grandes centros médicos, empresas de tecnología, aseguradoras,
médicos y consultores.
Desde todos los extremos del pensamiento ideológico, legisladores y políticos
coinciden en la necesidad de digitalizar los archivos para que cada persona tenga
una ficha médica electrónica capaz de viajar de una punta a la otra
de la red para ser leída por otros médicos, en otros hospitales
o aseguradoras. Eso reduciría los errores médicos y ahorraría
dinero.
La propuesta debe incluir un método para certificar que los registros se
puedan abrir y leer por los médicos y especialistas, y también por
paciente autorizados. Si la industria no se pone de acuerdo sobre los estándares
para principios del verano, “entonces el gobierno hará lo que mejor
hace: imponer un mandato”, insiste Brailer.
Una vez que esté instalado el estándar básico para los registros
médicos electrónicos, no habrá tanto temor en invertir en
registros digitales para médicos u hospitales, que ahora se preocupan que
el software que compren hoy, y se esfuercen por aprender, pueda quedar obsoleto
antes de que lo empiecen a usar.
Brailer, nombrado el año pasado por el presidente George W. Bush en calidad
de coordinador de tecnología informática aplicada al servicio nacional
de la salud, preferiría que un consorcio de la industria se ponga de acuerdo
en un estándar técnico, porque podría ser más flexible
que un mandato impuesto por el gobierno, por más bien intencionado que
sea.
El grupo que se supone va a desarrollar el estándar electrónico
de registro de salud – la Certification Commission for Healthcare Information
Technology – se formó el año pasado con miembros extraídos
de los grandes centros médicos, empresas de tecnología, aseguradoras,
médicos y consultores.