Banda ancha para todos: municipalidad vs. proveedores privados

La ciudad de Philadelphia proyecta el experimento de Internet a nivel municipal más ambicioso hasta la fecha. Su alcalde John F. Street quiere convertirla en un gigantesco centro inalámbrico en el que todos los habitantes dispongan de acceso rápido a

17 febrero, 2005

Los funcionarios municipales sueñan con un entramado sin fisuras de señales
de banda ancha que permita a la gente de bajos ingresos, a los estudiantes y a
las pequeñas empresas tener acceso rápido a Internet a costo muy
bajo. Si el modelo sale bien, podría ser el comienzo de un plan nacional
para poner la banda ancha a disposición de todas las municipalidades. Más
de 50 gobiernos locales ya instalaron, o están a punto de crear, sistemas
municipales de banda ancha para el público.

Sin embargo, el plan de Philadelphia abrió un debate sobre quién
debe proveer el servicio y si el gobierno debería competir con la industria
privada, especialmente en áreas rurales de difícil acceso o en comunidades
urbanas de bajos ingresos. Las empresas de telecomunicaciones y de cable dicen
que las redes municipales no sólo van a inhibir a la empresa privada, sino
que además resultarán en servicio de mala calidad y despilfarro
de dinero de los contribuyentes. Han montado enormes campañas de cabildeo
en varios estados para restringir o prohibir a las municipalidades el tendido
de redes propias.

Adam Thierer, director de telecomunicaciones del Cato Institute y autor de
un estudio que critica el Plan Philadelphia, dice estar preocupado por el crecimiento
de la tendencia. “No quiero ver a la banda ancha convertida en un perezoso
servicio público”, dice.

Los funcionarios de Philadelphia aseguran que eso no va a ocurrir. Street ha
prometido que tratará de conseguir financiamiento de empresas y fundaciones
para que la ciudad no tenga que pagar los US$ 10 millones que hacen falta para
poner en marcha el emprendimiento. Dicen también que la ciudad va a contratar
a empresas privadas para que ayuden en la operación del sistema y que
generará lo suficiente para autofinanciarse.

La ciudad proyecta instalar 4.000 antenas inalámbricas junto a las columnas
de iluminación callejeras en los próximos 18 meses para desplegar
la red de señales de banda ancha.
Ya existen sistemas de este tipo manejados por municipalidades en ciudades pequeñas,
muchos de los cuales brindan el servicio precios inferiores a los de mercado.
Philadelphia piensa cobrar entre US$ 15 y US$ 25 mensuales por el servicio,
la mitad de lo que cobran actualmente los servidores privados.

La municipalidad de Philadelphia y otras que ya tienen su plan en marcha dicen
que no es su intención competir con las empresas privadas. Les interesa
ofrecer internet sólo por los estudiantes, pequeñas empresas y
residentes de bajos ingresos que no pueden conseguir acceso rápido a
Internet. Y creen que los escépticos van a ceder cuando vean el poder
de la banda ancha para atraer negocios y mejorar la vida de la gente pobre.

Los funcionarios municipales sueñan con un entramado sin fisuras de señales
de banda ancha que permita a la gente de bajos ingresos, a los estudiantes y a
las pequeñas empresas tener acceso rápido a Internet a costo muy
bajo. Si el modelo sale bien, podría ser el comienzo de un plan nacional
para poner la banda ancha a disposición de todas las municipalidades. Más
de 50 gobiernos locales ya instalaron, o están a punto de crear, sistemas
municipales de banda ancha para el público.

Sin embargo, el plan de Philadelphia abrió un debate sobre quién
debe proveer el servicio y si el gobierno debería competir con la industria
privada, especialmente en áreas rurales de difícil acceso o en comunidades
urbanas de bajos ingresos. Las empresas de telecomunicaciones y de cable dicen
que las redes municipales no sólo van a inhibir a la empresa privada, sino
que además resultarán en servicio de mala calidad y despilfarro
de dinero de los contribuyentes. Han montado enormes campañas de cabildeo
en varios estados para restringir o prohibir a las municipalidades el tendido
de redes propias.

Adam Thierer, director de telecomunicaciones del Cato Institute y autor de
un estudio que critica el Plan Philadelphia, dice estar preocupado por el crecimiento
de la tendencia. “No quiero ver a la banda ancha convertida en un perezoso
servicio público”, dice.

Los funcionarios de Philadelphia aseguran que eso no va a ocurrir. Street ha
prometido que tratará de conseguir financiamiento de empresas y fundaciones
para que la ciudad no tenga que pagar los US$ 10 millones que hacen falta para
poner en marcha el emprendimiento. Dicen también que la ciudad va a contratar
a empresas privadas para que ayuden en la operación del sistema y que
generará lo suficiente para autofinanciarse.

La ciudad proyecta instalar 4.000 antenas inalámbricas junto a las columnas
de iluminación callejeras en los próximos 18 meses para desplegar
la red de señales de banda ancha.
Ya existen sistemas de este tipo manejados por municipalidades en ciudades pequeñas,
muchos de los cuales brindan el servicio precios inferiores a los de mercado.
Philadelphia piensa cobrar entre US$ 15 y US$ 25 mensuales por el servicio,
la mitad de lo que cobran actualmente los servidores privados.

La municipalidad de Philadelphia y otras que ya tienen su plan en marcha dicen
que no es su intención competir con las empresas privadas. Les interesa
ofrecer internet sólo por los estudiantes, pequeñas empresas y
residentes de bajos ingresos que no pueden conseguir acceso rápido a
Internet. Y creen que los escépticos van a ceder cuando vean el poder
de la banda ancha para atraer negocios y mejorar la vida de la gente pobre.

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