<p>Sus inquietudes son de dos tipos. Primero, cree que el “pico de Hubbert” (punto desde donde la producción petrolera empieza a declinar) ya ha sido dejado atrás. El auge de combustibles fósiles fue un episodio aislado en la historia de la humanidad. <br />
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Segundo, Kunstler teme que el sistema económico creado en la era de los combustibles baratos –base de la globalización que Friedman exalta- ya no funcione. “La economía global (afirma) nunca fue una institución permanente, sino una serie de circunstancias transitorias, peculiar de una época determinada”.<br />
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La sociedad humana “no está preparada para un mundo donde los recursos locales vuelvan ser relevantes, debido al agotamiento de la infraestructura global. Las condiciones imperantes en los últimos veinticinco años –señala Kunstler- permitieron consolidarse a un puñado de firma predatorias, oportunistas, cuyo epitome son las petroleras, Wal-Mart y las bancas de inversión. En verdad, los norteamericanos rifaron sus valores comunitarios para ahorrarse unos pocos dólares en electrónica, sin advertir qué estaban destruyendo”. <br />
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Al decir “la larga emergencia”, Kunstler alude a las perspectivas más probables para una parte del nuevo siglo. Si se acepta su postura sobre combustibles fósiles, las advertencias son pertinentes. “Virtualmente todas las relaciones económicas entre personas, entidades y países, así como cosas que damos por permanentes, cambiarán radicalmente durante esa larga emergencia. La vida cotidiana volverá a ser cada vez más parroquial”. Imposible concebir un porvenir más opuesto al de Friedman.</p>
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<p>Desde hace unos quince años, proliferan textos y consultores, pero también escepticismo: el exceso de pronósticos puede ser tan peligroso como su escasez. Particularmente si se basan en síntomas erróneos o explicaciones fallidas. No obstante, el último lustro ha sido pródigo en trabajos que dan pistas (no siempre respuestas) sobre desafíos, innovaciones, negocios y la vida misma. Al menos, para las dos o tres décadas iniciales del siglo. <br />
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Hace ya cinco años, Thomas Friedman escribió The world is flat: A brief history of the XXI century, un título irónico. El autor sostiene que todo ha cambiado merced a la globalización del mercado libre y sus teorías. Este libro es simultáneamente exégesis y advertencia sobre sus límites. Sólo tiene un inconveniente: no haber previsto una crisis temprana en la Eurozona.<br />
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Según el futurólogo, las economías centrales viven el primer tramo de la “globalización 3”. Yendo al fondo de la historia, la globalización 1 comenzó en 1492 (ya lo decía Jacques Attali) y fue impulsada por la conquista, la evangelización y estados nacionales convertidos en imperios coloniales. La globalización 2 arranca alrededor de 1800 –otros la retrotraen a fines del siglo XVII, o sea la primera revolución industrial- y sus rasgos son el primer capitalismo organizado en torno de mercados físicos, financieros y laborales. O sea, una globalización empresaria y banquera.<br />
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Sin mucha lógica, Friedman elude el imperialismo y la segunda revolución industrial, declarando que la globalización 3 se inicia en 1989/2000 (obviamente, su efímero eje era el consenso de Washington). Signos: achicamiento de escenarios, contracción laboral y mercados de menor tamaño. Esta “globalización de individuos y grupos pequeños”, un poco lírica, sería fruto de los factores siguientes:</p>
<p>1. Noviembre 9, 1989. Cae el bloque soviético y comienza la transición de un mundo de muros uno de redes. Friedman detecta nexos entre las áreas geopolítica, macroeconómica y tecnológica. Una de las primeras señales es la aparición de Windows 2.0, una interfaz global de computación, a seis meses de desplomarse el muro de Berlín.<br />
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<p>2. Agosto 8, 1995. Nestcape desencadena el auge puntocom y transforma Internet en la web mundial. Esto lleva a una masiva sobreinversión en redes de fibra óptica. Al caer firmas como Global Crossing o WorldCom, se arruinaron los accionistas, pero cientos de miles de indios y chinos, con alto nivel educativo, de pronto disponen de conexiones baratas en banda ancha.<br /><br />3. El tercer factor surge de las aplicaciones de software, normas, canales electrónicos, middleware, fibra óptica, etc. Dicho de otro modo, una revolución operativa que eventualmente permitirá vincular aplicaciones entre sí para manipular y conformar universos computadas en un grado sin precedentes.<br /><br />4. Esos tres factores constituirán una plataforma de colaboración mundial, sin costos adicionales, entre personal, compañías y software.<br /><br />5. La fuente abierta es otro modo de producción, generado por la colaboración entre PC ligadas por internet. Su potencial desbordará el de Windows e integrará Linux, Explorer y Firefox (un buscador).</p><p>Tras Friedman, James Kunstler y The long emergency: Surviving converging catastrophes of the XXI century, son un balde de agua helada. Para el autor, el planeta se deslizará por una barranca posterior al pico de producción petrolera. Por consiguiente, el futurible de Friedman se hará pedazos.<br /><br />Entonces, la presumible incapacidad de la sociedad postindustrial para encontrar nuevas fuentes de energía no renovables acabará con la globalización 3 así como ésta liquidó a la burbuja puntocom. Observando la evolución de precios de hidrocarburos en los últimos años, es difícil pasar por alto los argumentos de Kunstler. Aun si el desastre pudiese evitarse, el experto plantea cuestiones arduas de ignorar a mediano plazo. <br /><br /> </p>