Más presiones del FMI, gestión de Lavagna y optimismo en Wall St.

Molesto por al optimismo en Nueva York sobre el fallo de segunda instancia, el Fondo Monetario exige elevar el superávit fiscal. Entretanto, Roberto Lavagna busca apoyo en Washington.

4 abril, 2005

Olvidando que, cuando Argentina sobrecumplía objetivo del último acuerdo cointingente, el FMI suspendió pagos en toma arbitrata -para bloquear el canje-, Rodrigo Rato sale a exigir flotación cambiaria ”limpia” –algo que casi no existe en el mundo-, un plan antinflacionario y 4,5% del PBI como excedente fiscal mínimo. Buenos Aires mantiene la meta de 2004 (3%, luego superada por la realidad: 4%) y ni siquiera los columnistas más afines al Fondo toman muy en serio la postura de Rato.

Sin duda, las nuevas presiones se relacionan con el canje y los juicios de fondos buitres. El Fondo está irritado porque varios analistas de Wall Steret se muestran optimistas sobre del desenlace de la apelación al fallo de Thomas Griesa, presentada por una filial de Elliot & Associates. Por de pronto, dos bancas de inversión líderes (Deutsche, CSFB) estiman que –pese al embargo mantenido por Griesa, aunque diciendo lo contrario- las transacciones condicionales con bonos argentinos nuevos continurán válidas hasta octubre.

En lo tocante a un eventual acuerdo contingente con el Fondo, resulta claro que la batalla no se dirime en el campo financiero, sino en el político. Éste es desfavorable a la alta bruocracia fondista desde su gran fracaso en manejar la crisis sistémica de 1997/8, estallada en el sudeste asiático precisamente a causa de sus recetas contraproducentes. Ni siquiera los incondiciones de la entidad –por ejemplo, un boletín del microcentro porteño- creen que la apelación lleve más de dos semanas.

Olvidando que, cuando Argentina sobrecumplía objetivo del último acuerdo cointingente, el FMI suspendió pagos en toma arbitrata -para bloquear el canje-, Rodrigo Rato sale a exigir flotación cambiaria ”limpia” –algo que casi no existe en el mundo-, un plan antinflacionario y 4,5% del PBI como excedente fiscal mínimo. Buenos Aires mantiene la meta de 2004 (3%, luego superada por la realidad: 4%) y ni siquiera los columnistas más afines al Fondo toman muy en serio la postura de Rato.

Sin duda, las nuevas presiones se relacionan con el canje y los juicios de fondos buitres. El Fondo está irritado porque varios analistas de Wall Steret se muestran optimistas sobre del desenlace de la apelación al fallo de Thomas Griesa, presentada por una filial de Elliot & Associates. Por de pronto, dos bancas de inversión líderes (Deutsche, CSFB) estiman que –pese al embargo mantenido por Griesa, aunque diciendo lo contrario- las transacciones condicionales con bonos argentinos nuevos continurán válidas hasta octubre.

En lo tocante a un eventual acuerdo contingente con el Fondo, resulta claro que la batalla no se dirime en el campo financiero, sino en el político. Éste es desfavorable a la alta bruocracia fondista desde su gran fracaso en manejar la crisis sistémica de 1997/8, estallada en el sudeste asiático precisamente a causa de sus recetas contraproducentes. Ni siquiera los incondiciones de la entidad –por ejemplo, un boletín del microcentro porteño- creen que la apelación lleve más de dos semanas.

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