Giap exige más democracia y transparencia en Vietnam

Vo Nguyen Giap, el general que venció a franceses y norteamericanos, rompe 26 años de silencio, tras cumplir 94. En declaraciones al “South China Post”, reclama la democratización de un país con 80 millones de habitantes.

20 abril, 2006

También le pide al gobierno comunista de Hanoi mayor diafanidad en la gestión. En verdad, nadie –dentro o fuera del régimen, dentro o fuera de Vietnam- esperaba que el héroe de dos guerras de liberación saliese con esta clase de planteos. Desde su renuncia como ministro de Defensa, en 1980, Giap se había retirado a un austero, distante retiro.

Como gesto, no es poco. “Sin Giap, Ho Chi Minh no habría fundado el partido ni, muchos menos, habría quebrado el poder de Francia en 1963 ni el de Estados Unidos en 1973/5”. Así admite Henry Kissinger –compartió con Ho un inexplicable Nobel de la paz- en el segundo tomo de sus “Memorias”. Pero, justamente, la ofensiva de Tet y la toma de Saigon provocó los celos del dirigente máximo. El general optó por dejar la escena cinco años más tarde.

Ya reunificado el país, Giap permaneció en el gobierno por una sola razón: desplazar en la vecina Kampuchea al vesánico régimen de Pol Pot. En apariencia comunista, Pol era un psicópata que exterminó millones de compatriotas y laosianos (los vietnamitas impidieron que ocupase ese estado tapón).

Dedicado todo este tiempo a la escritura (ensayo, ficción) y a la poesía, el viejo tigre sale a dar opinión sobre el futuro de Vietman. Sorprende a varios dirigentes europeos –los norteamericanos no se daban por enterados- que Giap pretenda grados mayores de democracia y transparencia que los imperante en Rusia (teóricamente, no comunista) o China, formalmente comunista. También llama la atención que sus declaraciones aparezcan precisamente mientras Hu Jintao, presidente de un enemigo ancestral, visita Washington. Por supuesto, la entrevista con el “South China Post” ha tenido vasta repercusión en el sudeste asiático, Japón, Surcorea, Taiwán, el subcontinente indio y Australia.

También le pide al gobierno comunista de Hanoi mayor diafanidad en la gestión. En verdad, nadie –dentro o fuera del régimen, dentro o fuera de Vietnam- esperaba que el héroe de dos guerras de liberación saliese con esta clase de planteos. Desde su renuncia como ministro de Defensa, en 1980, Giap se había retirado a un austero, distante retiro.

Como gesto, no es poco. “Sin Giap, Ho Chi Minh no habría fundado el partido ni, muchos menos, habría quebrado el poder de Francia en 1963 ni el de Estados Unidos en 1973/5”. Así admite Henry Kissinger –compartió con Ho un inexplicable Nobel de la paz- en el segundo tomo de sus “Memorias”. Pero, justamente, la ofensiva de Tet y la toma de Saigon provocó los celos del dirigente máximo. El general optó por dejar la escena cinco años más tarde.

Ya reunificado el país, Giap permaneció en el gobierno por una sola razón: desplazar en la vecina Kampuchea al vesánico régimen de Pol Pot. En apariencia comunista, Pol era un psicópata que exterminó millones de compatriotas y laosianos (los vietnamitas impidieron que ocupase ese estado tapón).

Dedicado todo este tiempo a la escritura (ensayo, ficción) y a la poesía, el viejo tigre sale a dar opinión sobre el futuro de Vietman. Sorprende a varios dirigentes europeos –los norteamericanos no se daban por enterados- que Giap pretenda grados mayores de democracia y transparencia que los imperante en Rusia (teóricamente, no comunista) o China, formalmente comunista. También llama la atención que sus declaraciones aparezcan precisamente mientras Hu Jintao, presidente de un enemigo ancestral, visita Washington. Por supuesto, la entrevista con el “South China Post” ha tenido vasta repercusión en el sudeste asiático, Japón, Surcorea, Taiwán, el subcontinente indio y Australia.

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