Lecciones de una, dos, tres crisis: si cae la confianza, adiós
En Washington, muchos temen que el país haya iniciado un letal tirabuzón financiero. Un grupo de conservadores se aterra porque a legisladores y público les importa más castigar a Wall Street que salvar la economía. Pero esto requiere lo otro.
2 octubre, 2008
Sin duda, la gente desconfía de los sucesivos paquetes salvadores con excelente motivos. Una horda de ejecutivos, funcionarios, expertos y –claro- banqueros fracasados promueven acciones desesperadas para desarmar un imaginario colapso global (inclusive alarmados gurúes rioplatenses). Pero sus explicaciones son poco substanciales. No basta con anunciar que los mercados se congelarán, el crédito será una rareza y la economía en algo no muy lejos de la depresión 1930/7.
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<p>Hasta el momento, cabe subrayar que la crisis financiera no castiga al norteamericano medio, más allá de sus planes jubilatorios e hipotecarios. Al resto, la palabra depresión puede sonarle alarmista o el rescate (sean US$ 694.000 millones, sean más de 1,1 billones) un escandaloso regalo para sinvergüenzas adinerados. Sucede que Henry Paulson, Benjamín Bernanke y sus amigos debieran mentar aquella depresión de los años 30.</p>
<p>Por ejemplo, debieran explicar que el fenómeno vivido en 1930/7 implicó 30% de caída en el producto bruto interno y hoy no parece probable. Estados Unidos –y las economías centrales- son mucho más ricos a que hace 78 años y, por ende, hay menor población bajo el umbral de la pobreza. Pero la idea de depresión conserva relevancia: los mecanismos conducentes a una severa recesión son en esencia los que obran en una depresión. En ambas instancias, todo empieza con una crisis de crédito. A principios de los 30 y pese al crac de 1929, el resto de la economía no acompañaba aún a Wall Street.</p>
<p>Más tarde, surgieron los pánicos bancarios. Irritados clientes sitiaban entidad tras entidad exigiendo sus ahorros. Cientos de bancas locales se derrumbaron y, con cada cual, se esfumaban archivos. Por lo cual todo banco interesado en tomar carteras colapsadas se veía sin datos para determinar la solvencia de potenciales clientes. Eso agravó la astringencia crediticia.</p>
<p>En los años 80, un graduado –se llamaba Bernanke- desarrolló una teoría según la cual los agentes prestamistas de los 30 “perdieron datos y esto fue una clave para desatar la depresión. El estudioso (hoy presidente de la Resera Federal, donde añora esos viejos tiempos) definió el fenómeno como “deterioro de capital informático”. Algo así ocurre ahora en mercados especulativos no ya locales sino internacionales.<br />
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