Bernanke ve signos inflacionarios, otros temen lo contrario

El alto uso de capacidad instalada (80,7% en diciembre) se ve como síntoma inflacionario en la Reserva Federal. Pero el gasto del público casi se inmobilizó en el IV trimestre. A primera vista, son señales contradictorias.

19 enero, 2006

La reunión del comité monetario, el 31, será dirigida por un nuevo presidente del Sistema de Reserva Federal (SRF), Benjamin Bernanke. Pero, antes de asumir, el sucesor de Alan Greenspan ya envió una señal: la difusión del informe mensual sobre uso de capacidad instalada en Estados Unidos. En diciembre, alcanzó 80,7%, el mayor nivel desde fines de 2000. A los ojos del SRF, es un síntoma inflacionario, por lo cual la tasa básica probablemente sea aumentada de 4,25 a 4,5% anual. Mientras tanto, los tipos a dos y diez años no llegan siquiera a 4,35%.

Eso significa que se acentúa la curva inversa de rendinientos, habitual preludio de una onda recesiva. Vale decir, un horizonte opuesto al de Bernanke y sus huestes. También la evolución trimestral del producto bruto interno es negativa: cede de 3,8% en octubre-diciembre de 2004 a poco menos de 3% un año más tarde, de acuerdo con el departamento federal de Comercio.

El factor determinante es una sostenida contracción del consumo. Si a ello se agregan expectativas de tasas firmes y –tras las advertencias de la Agencia Internacional de Energía y la OPEP- nuevas tendencias alcistas en hidrocarburos, surge una curiosa mezcla de precios en alza con demanda real en baja. Eso solía llamarse “estanflación”, estancamiento inflacionario, fenómeno teóricamente imposible en la “era de la globalización”.

La retracción del consumo norteamericano, en efecto, hizo ceder a menos de 3% anual el ritmo del PBI, que había promediado 4% en diez trimestres seguidos. O sea, desde el segundo de 2003 al tercero de 2005. Nada de eso desalienta a los analistas del mercado. Por ejemplo, “Blue chips economic indicators”, un boletín orientado al mundillo bursátil, sostiene que, este año, la expansión del PBI orillará 3,4%, apenas por debajo de 2005.

En tren de incoherencias, la consultoría ISI Group afirma que “el SRF está empeñado en asegurar crecimiento a largo plazo, por lo cual seguirá elevando los tipos básicos”. En el extremo opuesto, el departamento de Comercio y varios analistas ajenos a Wall Street esperan perceptible enfriamiento económico, ritmo anual del PBI inferior a 3% y repunte del desempleo. Malas noticias para un año de elecciones parlamentarias signado por escándalos legislativos más deterioro de George W.Bush y su gobierno.

En medio de síntomas y proyecciones contradictorias, el debate se centra en hasta dónde deberá incrementar las tasas cortoplacistas el SRF para desacelerar la economía. Máxime si Comercio tiene razón y asoma una fase retractiva, si no una recesión lisa y llana.

La reunión del comité monetario, el 31, será dirigida por un nuevo presidente del Sistema de Reserva Federal (SRF), Benjamin Bernanke. Pero, antes de asumir, el sucesor de Alan Greenspan ya envió una señal: la difusión del informe mensual sobre uso de capacidad instalada en Estados Unidos. En diciembre, alcanzó 80,7%, el mayor nivel desde fines de 2000. A los ojos del SRF, es un síntoma inflacionario, por lo cual la tasa básica probablemente sea aumentada de 4,25 a 4,5% anual. Mientras tanto, los tipos a dos y diez años no llegan siquiera a 4,35%.

Eso significa que se acentúa la curva inversa de rendinientos, habitual preludio de una onda recesiva. Vale decir, un horizonte opuesto al de Bernanke y sus huestes. También la evolución trimestral del producto bruto interno es negativa: cede de 3,8% en octubre-diciembre de 2004 a poco menos de 3% un año más tarde, de acuerdo con el departamento federal de Comercio.

El factor determinante es una sostenida contracción del consumo. Si a ello se agregan expectativas de tasas firmes y –tras las advertencias de la Agencia Internacional de Energía y la OPEP- nuevas tendencias alcistas en hidrocarburos, surge una curiosa mezcla de precios en alza con demanda real en baja. Eso solía llamarse “estanflación”, estancamiento inflacionario, fenómeno teóricamente imposible en la “era de la globalización”.

La retracción del consumo norteamericano, en efecto, hizo ceder a menos de 3% anual el ritmo del PBI, que había promediado 4% en diez trimestres seguidos. O sea, desde el segundo de 2003 al tercero de 2005. Nada de eso desalienta a los analistas del mercado. Por ejemplo, “Blue chips economic indicators”, un boletín orientado al mundillo bursátil, sostiene que, este año, la expansión del PBI orillará 3,4%, apenas por debajo de 2005.

En tren de incoherencias, la consultoría ISI Group afirma que “el SRF está empeñado en asegurar crecimiento a largo plazo, por lo cual seguirá elevando los tipos básicos”. En el extremo opuesto, el departamento de Comercio y varios analistas ajenos a Wall Street esperan perceptible enfriamiento económico, ritmo anual del PBI inferior a 3% y repunte del desempleo. Malas noticias para un año de elecciones parlamentarias signado por escándalos legislativos más deterioro de George W.Bush y su gobierno.

En medio de síntomas y proyecciones contradictorias, el debate se centra en hasta dónde deberá incrementar las tasas cortoplacistas el SRF para desacelerar la economía. Máxime si Comercio tiene razón y asoma una fase retractiva, si no una recesión lisa y llana.

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