jueves, 21 de noviembre de 2024

Todavía no murió el protocolo de Kioto

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Pero anda cerca. En las últimas conferencias sobre cambio climático, un ataúd es paseado en andas por los pasillos aledaños al lugar de la negociación. Sobre el cajón, una mortaja con la leyenda “Kioto”.Desde ayer, la reunión se celebra en Doha, Katar.

Se cumplen 15 años de la firma del protocolo de Kioto, el primer acuerdo internacional que estipula recortes a la emisión mundial de los gases de invernadero, pero ya se vislumbra el final. La fase uno del acuerdo expira el mes próximo pero mientras unos pocos países comenzarán la fase dos, la comunidad internacional no ha logrado encontrar un reemplazo.

 El acuerdo, firmado luego de cinco años de duras negociaciones entre más de 180 gobiernos, fue impulsado por las advertencias de científicos quienes aseguraban que la quema de combustibles fósiles altera los sistemas climáticos naturales. Según sus términos, los países desarrollados, que incluyen Estados Unidos y la Unión europea, tendrían que reducir 5% sus emisiones para fines de 2012 en comparación con sus niveles de 1990.A los países en desarrollo no se los obligaba a hacer recortes pero se los beneficiaba con dinero proveniente de las naciones ricas para ayudarles a evitar al camino contaminante hacia la prosperidad. 
Globalmente, las emisiones aumentaron casi 50% desde 1990, aunque ese c recimiento provino en gran medida de países pobres que no firmaron el acuerdo de Kioto. El caso más notable, China, cuyas emisiones crecieron 286,6%, de 2,5 millones de toneladas métricas a 9,7 millones t/m.
Firmado en un clima de júbilo en Japón, el protocolo fue presentado como un gran avance que pondría al mundo en la senda hacia las bajas emisiones. Sin embargo, la muerte que ahora lo acecha fue prevista casi desde el inicio.
Estados Unidos firmó, pero con fuerte oposición en ambas cámaras y nunca lo ratificó. Rusia se negó a ratificarlo durante siete años. Lo echó al olvido hasta un repentino cambio de idea en 2004. Canadá renegó de sus obligaciones y se retiró hace un año. Los países en desarrollo se quejaron de que el protocolo no exigía lo suficiente y que no logró brindarles la ayuda financiera prometida para ayudarlos a recortar emisiones. 
En 2009, cuando Naciones Unidas convocó a una reunión cumbre en Copenhage, ya se hablaba de Kioto como un rotundo fracaso. Las emisiones globales siguen creciendo y el año pasado alcanzaron niveles récord. Según la International Energy Agency, el mundo se acerca a los 6 grados C de calentamiento, niveles que causarían caos si continúa la actual tendencia.
Pero el acuerdo no ha muerto. Con todas sus imperfecciones, fue un importante primer paso hacia una política internacional sobre clima. La Unión Europea va camino de lograr su objetivo de 8% de reducción y Japón redujo sus emisiones pero el proceso fue interrumpido por el cierre de plantas nuclearon luego del desastre del Fukushima. Estados Unidos, aunque no forma parte del protocolo logró reducir notablemente sus emisiones. 
En los últimos años, fueron las emisiones provenientes de países en desarrollo, especialmente China, no cubiertas por el acuerdo las que hicieron la mayor contribución al aumento de los gases de invernadero.
Naciones Unidas no calculará la reducción exacta de emisiones producida por el tratado por dos años más. Pero el efecto de Kioto logró instalar el problema del cambio climático en la mente de la gente. También inauguró un sistema de intercambio de carbono que, según el World Energy Council, ha sido muy importante para dar con un modelo para los recortes de emisiones.
Instaló también mecanismos mediante los cuales los proyectos  para reducir las emisiones en países pobres merecen créditos por cada tonelada de carbono evitada. Esos créditos pueden ser vendidos a países ricos para ayudarlos a cumplir con las metas de Kioto. Hasta la fecha se han generado más de 1.000 millones de créditos que generaron US$ 216,000 para países pobres y ayudan a difundir tecnología de bajo carbono. 
Por eso algunos creen que poner a Kioto en un ataúd podría ser prematuro. Más de 30 países se han comprometido a llevarlo más allá de 2012, con nuevos compromisos de reducción de carbono.
En Doha, Los países tratarán de negociar un nuevo tratado global y legalmente obligante para ser firmado en 2015 y puesto en vigor en 2020. El mundo ha cambiado mucho desde 1997 pero las cerradas posiciones de los países – desarrollados versus en desarrollo – parecen no haberlo notado todavía.
En 1997, Estados Unidos era el jugador indiscutido y sin rivales. Era la economía más grande del mundo y la más contaminante. Rusia acababa de asistir a la caída del comunismo. La UE se debatía ante la perspectiva de absorber los ex países del bloque soviético, con sus economías ineficientes y altas emisiones. Desde entonces, muchas de esas posiciones se han invertido. 
Cuando el boom económico de China sacó a mucha gente de la pobreza, también convirtió al país en el mayor emisor de gases de invernadero. Estados Unidos, mientras tanto, redujo sus emisiones al nivel de 1992. Este cambio de roles da mucho que hablar en las conversaciones de los delegados.

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