¿A alguien se le ocurriría eliminar las vacas de la faz de la tierra? Pues sí, a Pat Brown, un norteamericano de 65 años, profesor emérito de bioquímica en la Universidad de Stanford. Brown es el fundador y CEO de Impossible Foods, una empresa que desarrolla carne de vaca, pollo, cerdo, cordero y pescado con idea de hacer desaparecer la cría de animales y la pesca da profundidad para 2035.
Su primer producto, la Impossible Burger – hecha principalmente con proteínas de soja y papa y aceite de girasol,– ya está en 17.000 restaurantes.
“El uso de animales en la producción de alimentos es, lejos, la tecnología más destructiva que existe en la tierra. Tal como yo lo veo, nuestra misión de la última chance de salvar el planeta de una catástrofe ambiental”, dijo a Tad Friend, quien lo entrevistó para The New Yorker.
“La carne es un enorme cheque librado contra las escuálidas finanzas de nuestro ambiente. La agricultura consume más agua dulce que ninguna otra actividad humana y casi un tercio de esa agua se destina ad la cría de ganado. Un tercio de la tierra cultivable del mundo se usa para cultivas forraje para ganado, que es responsable de 14,5% de las emisiones globales de gases de invernadero. Brown comenzó a prestar atención a este problema hacia finales de la década del 2000, cuando su laboratorio seguía ocupado en solucionar problemas médicos. En 2008 durante un encuentro con Michael Eisen, experto en genética y científico computacional, le preguntó:
–“¿Cuál es el mayor problema al que nos podríamos dedicar?
— “El cambio climático”.
— “¿Y qué es lo más importante que podríamos hacer para lograr algún efecto?”
— “Varias cosas: biocombustibles, impuesto al carbono….”
–“¡Vacas! ¡Hay que eliminar las vacas!”, dijo Brown.
Cuando rumian los 500 millones de vacas que hay en el mundo, los microbios que hay en sus estómagos generan metano como subproducto. Como el metano es un poderoso gas de invernadero, que atrapa calor una 25 veces más que el dióxido de carbono, las vacas son responsables de dos tercios de las emisiones G.H.G del sector ganado en pie (En la imaginación popular los culpables son los gases intestinales de las vacas, pero en realidad más responsabilidad tienen los eructos). Cada dos kilos de carne que consumimos aporta al calentamiento global tanto como un vuelo de avión de Nueva York a Londres.
Pero Brown advirtió que esos números no despiertan ni el interés ni la alarma en la gente afecta a la carne. Por esos decidió utilizar el poder del libre mercado para diseminar un reemplazo mejor y más barato. Y como en Estados Unidos 6’00% de la carne vacuna se vende picada, comenzaría con hamburguesas.
Comprobó muy pronto que los argumentos usados para promocionar la hamburguesa vegetal sonaban aburridos , pero que eso se debía a que estaban diseñados para un público vegetariano, al 5% de la población que ya estaba acostumbrado a los brotes de soja y a la quínoa.
En cambio, el problema de conseguir que los amantes de la carne se aficionen a un reemplazo hecho de plantas necesitaba una solución científica que descubriera, en primer lugar, qué es lo que hace que la carne sea deliciosa.
Brown reunió un equipo de científicos que encararon el problema de simular una hamburguesa como si fuera el programa Apolo de la NASA. El resultado fue un producto sustentable: La Impossible Burger requiere 87% menos de agua y 96% menos tierra que una hamburguesa de vaca; su producción genera 89% menos de emisiones G.H.G. La hicieron nutricionalmente igual o superior a la carne vacuna. Su apariencia, su olor y su sabor es muy diferente de los conocidos reemplazos vegetales. Ese milagro fue posible gracias a una molécula llamada heme, que la compañía produce en tanques de levadura genéticamente modificada. En las pruebas de sabor, la mitad de los respondentes no pueden distinguir un paty Impossible de una hamburguesa marca Safeway.
En la actualidad, 95% de las personas que compran la Impossible Burger son personas que comen carne.
Extractado de la nota publicada por The New Yorker “Can a burger help solve climate change?, de Tad Friend