La soledad y el cerebro

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Un grupo de científicos está abocado a la tarea de desentrañar la base biológica de la soledad.

Mucho antes de que se conocieran el coronavirus y su enfermedad, la Covid 19, Kay Tye y su equipo de colaboradores se habían dispuesto a averiguar de qué manera la soledad afecta el cerebro. Y ese es un tema que adquiere resonancia en estos días de distanciamiento social.

Cuando la gente se siente sola ¿tiene necesidad de interacción social de la misma manera que una persona hambrienta siente necesidad de comer? ¿Se podría detectar y medir esa necesidad en los circuitos neurales del cerebro?

“La soledad es un mal universal”, dice Tye, una neurocientífica que trabaja en el Instituto Salk de Ciencias Biológicas. 2parece razonable decir que es un tema que le pertenece a la neurociencia. Solo que nunca nadie encontró las forma de comprobarla y localizarla en células específicas. Eso es lo que mis colegas y yo estamos tratando de hacer”.

En los últimos años surgió una amplísima literatura científica que conecta la soledad con la depresión, la ansiedad, el alcoholismo y el abuso de drogas. Hasta hay un gran cuerpo de trabajo epidemiológico que muestra que la soledad nos hace más proclives a enfermarnos porque promueve la liberación crónica de hormonas que suprimen la reacción inmune.

Los cambios bioquímicos que provoca la soledad pueden acelerar la propagación del cáncer, el Alzheimer y las enfermedades coronarias. La posibilidad de medir y detectarla podría ayudar a identificar aquellos que están en peligro y abrir el camino hacia nuevos tratamientos.

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