Por Juan Parodi (*)
Los grandes cambios que hemos vivido en los últimos dos años nos han obligado a hacer una pausa. En esa situación dramática hemos entendido nuestra fragilidad como especie y hemos tomado conciencia de cómo debemos reestablecer nuestros límites y las reglas de juego para la conservación del planeta desde la sostenibilidad. La tecnología es, sin duda, un aliado clave para acelerar el cambio y tener un mayor impacto positivo.
A fines del 2021, la economía del mundo parecía volver a recuperarse lentamente. Los principales mercados mostraban, en ese momento, una tendencia con valores al alza. Estados Unidos proyectaba un incremento del 6,8% de crecimiento para finales de diciembre de 2021; China, un 8,5% y la zona euro un 4,2%, según un informe elaborado por el Banco Mundial (BM). Entonces, el mundo no hablaba de Rusia y Ucrania y los altibajos económicos que traería, a nivel global, la invasión que se produjo pocos meses después.
Aun así, se trataba de una recuperación desigual que reflejaba grandes desafíos. Aunque las 50 economías más grandes del mundo se comprometieron a invertir unos 14.600 millones de euros en la recuperación de cara a la pospandemia, según detalla un artículo elaborado por el Foro Económico Mundial, solo el 2,5% de esa cifra sería destinada a iniciativas verdes.
Además, esa inversión verde estaba siendo impulsada por apenas un puñado de países con altos ingresos como Dinamarca, Noruega, Alemania y Finlandia e incluso Francia. Un detalle no menor –y que quedó en evidencia en la COP26 de Glasgow- es que, si bien en 2020 las emisiones de carbono se redujeron 5,4% debido al cierre de las economías, este año se prevé un aumento del 4,9% según el Proyecto Global del Carbono.
Con todos estos ingredientes dando vueltas, el cambio climático está provocando además un fenómeno de desigualdad: las personas y los ecosistemas que tienen la menor capacidad de respuesta son los más afectados, tal y como afirmaron renombrados científicos en el último informe del IPCC. De acuerdo con este estudio, los avances en materia de adaptación son dispares y las brechas entre las medidas adoptadas y lo que se necesita para hacer frente a los riesgos crecientes son cada vez más profundas.
En las próximas dos décadas, el planeta afrontará diversos peligros climáticos inevitables al que hay que sumarle un calentamiento global de 1,5 °C. Incluso si se supera temporalmente este nivel de calentamiento, se generarán impactos graves adicionales, algunos de los cuales serán irreversibles. La comunidad científica internacional hace una llamada urgente a reducir cuanto antes las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Ante todas estas señales nos preguntamos, ¿cómo podríamos acelerar la transformación que necesitamos para cambiar este panorama? ¿Cómo podríamos servirnos de la tecnología para transformar negocios, sectores de la economía, ciudades y países? En las respuestas a estas preguntas, subyace nuestro futuro como especie. Entender la innovación sostenible como una oportunidad o los roles de las empresas y del sector público desvelan la necesidad de contar con una mirada global.
(*) Socio y Director Global de Sostenibilidad e Impacto de OLIVIA.