La Santa Sede invervino en el año 2012 la Leadership Conference of Women Religious (LCWR, la principal organización de religiosas en Estados Unidos que representa a más de 57.000 monjas) acusándola de promover el “feminismo radical”.
La intervención se produjo luego del escándalo que generó en los medios oficiales de la Santa Sede, la publicación de un informe difundido por la “Congregation for the Doctrine of the Faith” y escrito por Margaret Farley, una monja perteneciente a la congregación Sisters of Mercy y profesora de teología en la Universidad de Yale. El ensayo, que se titulaba Just Love: A Framework for Christian Sexual Ethics, contradecía, según el Vaticano, la doctrina oficial de la Iglesia en torno a la moral sexual.
El ensayo ganó en 2008 el premio Grawemeyer en el apartado religión. Allí Farley se atrevió a sugerir una posible base teológica para las relaciones del mismo sexo, la masturbación y el nuevo matrimonio después del divorcio.
La LCWR calificó las acusaciones del Vaticano de “carecer de fundamento” y envió en repetidas oportunidades grupos de monjas a Roma para combatirlas.
El Vaticano las acusaba de concentrar demasiado su atención en temas de justicia social, como la pobreza y la injusticia económica y de mantener silencio o descuidar cuestiones como el aborto y el matrimonio homosexual.
La intervención de la LCWR marcó el comienzo de una investigación que significó también repetidas visitas de representantes de la Santa Sede a Estados Unidos para analizar en detalle el “feminismo radical” de la orden. Al momento de la intervención, bajo el pontificado del Papa Benedicto XVI, la iglesia acusó al grupo de crear una grave crisis doctrinal y dijo que la revisión total duraría más o menos unos cinco años.
El Papa Francisco dijo ayer que el Vaticano acepta el informe final y que “la implementación del mandato ha sido lograda”. De este modo pone punto final al largo periodo de tensiones entre las monjas y las autoridades eclesiásticas en Roma