Los últimos 10 años fueron, para la industria alimentaria norteamericana, un tiempo de grandes modificaciones. Los consumidores se rebelaron contra los alimentos genéticamente modificados, contra los sabores artificiales, el azúcar, la sal, la cría de pollos enjaulados y las grasas trans.
Todo eso junto obligó a los fabricantes a rediseñar algunos de sus productos más populares y a los fabricantes de gaseosas a reducir el azúcar. La única excepción a esta regla son las gigantescas cadenas de fast-food. Mientras muchas compañías ceden ante los deseos de los consumidores de consumir alimentos más sanos ellas ignoran las tendencias. En los últimos 30 años fueron incrementando el uso de la sal, aumentaron el tamaño de las porciones y sumaron calorías a sus platos, según lo demuestra un nuevo estudio publicado por el Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics.
El trabajo explica que entre 1986 y 2016 el tamaño de las porciones en 10 de las más grandes cadenas de comidas rápidas aumentó 39 gramos, 90 calorías y agregó 13,8% más de sodio. Las papas fritas de acompañamiento– aumentaron 42 calorías y casi 12% de sodio. La porción promedio de postre aumentó 72 gramos, 186 calorías y 3,6 de sodio.
La industria sigue siendo señalada por contribuir a los problemas crónicos de salud de la población norteamericana: obesidad y enfermedad coronaria. En Estados Unidos 40% de los adultos son obesos.
Los investigadores que realizaron el estudio se dispusieron a analizar cómo cambiaron las ofertas de la industria a lo largo de treinta años. Para eso analizaron los menúes de 1986, 1991 y 2017 de Arby’s, Burger King, Carl’s Jr., Dairy Queen, Hardee’s, Jack in the Box, KFC, Long John Silver’s, McDonald’s y Wendy’s. El estudio admite que algunas de estas cadenas agregaron ensaladas a sus menúes, pero eso no afecta la dirección general de los perfiles de los menúes.