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Para mucha gente, los primeros años de este siglo fueron una fiesta. El precio que pagaban por las cosas que buscaban era un detalle segundario. Pero el sacudón de la crisis le movió el piso – si bien en distinta medida – a todo el mundo. Hoy la gente sale a buscar buena relación entre precio y calidad. Pero de las dos cosas, lo que más busca es precio. <br />
Esta tendencia no está pasando sólo porque el mundo se ajusta el cinturón, sino porque el lujo ostentoso como espectáculo social se ha vuelto ofensivo. Por eso, opina Luke Johnson (Director de Canal 4 en Londres), las fiestas actuales sirven cava en lugar de champagne. Siempre supimos que ambas cosas saben igual, pero ha sido un marketing muy inteligente de los franceses — y una gran dosis de esnobismo – convencernos de pagar cuatro veces más por un producto prácticamente igual al otro. Y lo que vale para el champagne vale para casi todo lo demás: las cosas más caras están sufriendo. <br />
Al principio no se sintió. Los que vendían yates, autos deportivos o manejaban casinos pensaron que los rusos y los árabes los salvarían. Pero se cayó el precio del petróleo, como todo lo demás y así también reventó la burbuja de los recursos naturales. Mientras tanto, las empresas redujeron salvajemente sus gastos afectando a todos los que confiaban en ese gasto. <br />
Los únicos autos que se venden bien son los baratos. Los grandes minoristas impulsan sus marcas blancas. Los servicios se despojan de sus adornos para atraer a los consumidores que comparan y se concentran exclusivamente en lo básico y el precio. <br />
Las empresas se reorganizan no sólo para retener rentabilidad, en algunos casos sólo para mantenerse solventes. La muerte de la demanda significa que hay capacidad ociosa estructural en muchas esferas. La crisis económica está demostrando que es capaz de provocar un proceso de simplificación que en muchos casos puede significar peor servicio y menos ofertas. <br />
Será interesante ver, dice Johnson, cómo la compra ética hace frente a los tiempos difíciles. Orgánico, verde, comercio justo y otros atributos vuelven más caras las cosas. Es más fácil adherir a argumentos morales cuando no existe la preocupación de perder el empleo, la casa o la empresa. <br />
Pero no todo lo placentero va a desaparecer. La gente seguirá, por ejemplo, yendo al cine, porque es una salida relativamente barata que ofrece un esparcimiento relajante. También usará su banda ancha y comprará tortas y cosas ricas. Pero a no equivocarse, la era de la autoindulgencia terminó. Habrá que ver si esta etapa de austeridad se convierte en la nueva norma o si es sólo pasajera. </p>
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Por ahora, se acabó la era de la calidad
Durante los años de fiesta capitalista, la gente buscaba calidad y lujo. Había mucha gente dispuesta a pagar más por obtener calidad. Pero ahora, en años de vacas flacas, lo único que va a importar es el precio.