Entre 2005 y 2017, el trabajo remoto creció 159% en Estados Unidos, cuenta Linda Rodriguez McRobbie en una columna donde intenta desentrañar si la oficina tiene o no tiene futuro en la vida de las empresas.
Con la llegada de la pandemia las oficinas se vaciaron. Para principios de abril, 200 millones de reuniones se realizaban virtualmente a través de Zoom. Ese mundo llegó con nuevas reglas sobre cómo trabajar bien desde el sofá y también con nuevos riesgos de experimentar situaciones incómodas, como que llore el bebé o que la pareja aparezca sin querer en paños menores. Pero unos pocos meses bastaron para demostrar que la gente podía seguir siendo productiva. En mayo Twitter dijo a su personal que podrían trabajar desde su casa “para siempre” si así lo deseaban. Luego muchas compañías comenzaron a anunciar que cerraban algunas oficinas en forma permanente para permitir que sus empleados trabajen desde sus casas.
Según McRobbie el mundo de los negocios sigue necesitando las oficinas y estos meses de aislamiento forzado explican por qué, dice. Trabajar desde el hogar funciona para mucha gente, pero puede ser una actividad muy solitaria e incómoda que además desdibuja las barreras entre trabajo y vida privada. Es muy fácil, en la casa, pasarse del “horario de oficina” y también con la misma facilidad abandonar el escritorio para cargar el lavarropas o preparar la comida. Una encuesta realizada en Inglaterra a comienzos de la cuarentena descubrió que más de la mitad de los respondentes dijeron tener dolores musculares o de cuello o de espalda, que dormían mal y que estaban más nerviosos.
Otra encuesta, en mayo, confirmó que esas quejas no habían desaparecido. Aunque mucha gente está conforme trabajando en su casa, la modalidad impactó negativamente en la vida de los que tienen menos de 35 años. Ese grupo es el que más añora la oficina. Les cuesta motivarse, les afecta el aislamiento o no se pueden “desconectar”.
“Trabajar desde sus casas, para muchos, es la peor opción”, dice David Brown, quien junto a su mujer habilitó un club vecinal para trabajar. Allí acuden personas desesperadas por salir de sus casas. Son los que trabajan sobre la mesa de la cocina con otras tres personas que también trabajan en la cocina; o padres de niños pequeños que intentan meter en las dos horas de la siesta infantil lo que hacen durante ocho en la oficina. También, personas que no tienen en su casa un escritorio o una buena silla de trabajo. El club, que llamaron Good Space, tiene 1.000m2 de puestos de trabajo con escritorios, bibliotecas y zonas para reuniones.
“A la gente que maneja una organización le parece que tener a todo el mundo trabajando desde su casa les ahorra dinero y aumenta la productividad. Esa gente, probablemente, tiene un excelente lugar para trabajar en sus hogares y una casa lo bastante grande como para aislarse de las distracciones del hogar, dice Brown. “Pero los empleados no siempre tienen eso.
El cierre de una oficina podría dañar la cultura corporativa y las relaciones con los empleados. Se daña el compromiso contraído con el empleado y el del empleado con la compañía.
Además, se la traslada al empleado la responsabilidad por la mecánica del trabajo, porque no todas las compañías ofrecen a sus trabajadores el apoyo suficiente. Una encuesta comprobó que 45% de los consultados decían que sus empleadores no los estaban proveyendo de los recursos que necesitaban para trabajar; un tercio estaba usando su propio equipo.
Lo cierto es que mucha gente sí quiere trabajar en la casa, pero no todo el tiempo. Otra encuesta realizada en junio por la consultora People Insight en Londres encontró que aunque los empleados quieren seguir trabajando desde el hogar, 81% quieren por lo menos uno o dos días en la oficina.
Por eso lo que hace falta es equilibrio. Tomar decisiones drásticas en este momento ahora, en el medio de este experimento imperfecto, podría tener efectos problemáticos para el largo plazo. Advierte McRobbie.
La perspectiva de reabrir las oficinas ahora mismo no parece aconsejable porque todavía no son seguros los espacios compartidos. Pero lo importante es tener en cuenta que una oficina , además de ser un lugar para trabajar, es un espacio donde la gente se reúne para asegurarse de que pertenece. Seguimos necesitando las oficinas por las mismas razones que la gente necesita el bar para tomarse una cerveza con amigos. Seguimos necesitando oficinas porque todavía necesitamos de los demás.