El crecimiento de la publicidad voluntaria

En esta era de creciente saturación publicitaria y de consumidores cada vez más hartos, aparece una muy buena manera de comunicar. La publicidad voluntaria. No es nueva, pero adquiere mayor importancia.

25 julio, 2011

¿Qué es la publicidad voluntaria? Los clientes la desean y luego la piden. Levantan la mano y la solicitan.

Toda forma de publicidad cae dentro del arco de aceptación del consumidor, que va desde el entusiasmo hasta el fastidio.

En un extremo de este arco está la exposición completamente involuntaria al mensaje publicitario, como un ofrecimiento por teléfono, que nadie pidió, o un aviso en el cine, o un cartel rutero.

En teoría, usted puede rechazar este tipo de publicidad cortando la llamada, retirándose del cine o no mirando un cartel. Pero igualmente su conciencia ya fue invadida.

Cuanto más se difunde este tipo de publicidad, más se aproxima su final. En algún momento el público se cansa y dice: “¡Basta!”. Luego se aprueban leyes que prohiben fijar carteles que estropean el paisaje, o el abuso telefónico, o en el cine la platea abuchea los avisos hasta conseguir que no los pasen más.

En el otro extremo del arco está el tipo de publicidad al que usted se expone voluntariamente y hasta con entusiasmo. Aquí se ubicaría el catálogo que usted manda pedir, o el folleto informativo sobre el auto que usted quiere comprar.

Y luego en el medio del arco cae casi toda la otra publicidad, que podría llamarse semivoluntaria. En muchos casos, no es ni muy relevante a sus necesidades individuales ni tan convincente como para hacer que usted le preste atención.

Pero aun así el aviso es, también, bastante evitable. Es fácil pasar la página de la revista, o tirar al canasto la carta que no le interesa.
El problema con este tipo de publicidad es que está siempre en peligro de alcanzar el punto de saturación.

De los 5.000 mensajes comerciales a que está expuesto por día un consumidor promedio en Estados Unidos –unos dos millones al año– , recuerda entre 2% y 3% sin ayuda, según un estudio encargado por Whittle Communications hace algunos años. Otros estudios demuestran que, aunque se logre aumentar el reconocimiento, ese aumento en “presencia en la mente” no siempre conduce a un aumento correlativo en participación en el mercado.

En promoción de ventas, los anunciantes de productos envasados (en Estados Unidos) distribuyen unos 267 millones por año de cupones de descuentos no pedidos –mucho más de 2.500 por casa– y el nivel de redención en el renglón almacén cayó a menos de 6%.

De este porcentaje, casi todos los que van y usan el cupón son usuarios satisfechos con la marca, buscadores de ofertas a quienes no les importa la marca o gente que falsifica cupones.

Los críticos insisten en que el cuponeo es malo para la marca porque enseña a los consumidores a comprar por precio y no por marca, y erosiona las ganancias premiando a clientes y a ladrones. Procter & Gamble mostró cómo salir del bosque del cuponeo con su política de “precios bajos todos los días”.

Y así sigue. Y cuanto más sube la marea de publicidad involuntaria y semivoluntaria, más anunciantes comenzarán a prestar más atención a las virtudes de la publicidad voluntaria. (Cuántos van a ser tan inteligentes como para hacerlo es otro tema.)

<p>&iquest;Qu&eacute; es la publicidad voluntaria? Los clientes la desean y luego la piden. Levantan la mano y la solicitan.</p>
<p>Toda forma de publicidad cae dentro del arco de aceptaci&oacute;n del consumidor, que va desde el entusiasmo hasta el fastidio.</p>
<p>En un extremo de este arco est&aacute; la exposici&oacute;n completamente involuntaria al mensaje publicitario, como un ofrecimiento por tel&eacute;fono, que nadie pidi&oacute;, o un aviso en el cine, o un cartel <i>rutero</i>.</p>
<p>En teor&iacute;a, usted puede rechazar este tipo de publicidad cortando la llamada, retir&aacute;ndose del cine o no mirando un cartel. Pero igualmente su conciencia ya fue invadida.</p>
<p>Cuanto m&aacute;s se difunde este tipo de publicidad, m&aacute;s se aproxima su final. En alg&uacute;n momento el p&uacute;blico se cansa y dice: &quot;&iexcl;Basta!&quot;. Luego se aprueban leyes que prohiben fijar carteles que estropean el paisaje, o el abuso telef&oacute;nico, o en el cine la platea abuchea los avisos hasta conseguir que no los pasen m&aacute;s.</p>
<p>En el otro extremo del arco est&aacute; el tipo de publicidad al que usted se expone voluntariamente y hasta con entusiasmo. Aqu&iacute; se ubicar&iacute;a el cat&aacute;logo que usted manda pedir, o el folleto informativo sobre el auto que usted quiere comprar.</p>
<p>Y luego en el medio del arco cae casi toda la otra publicidad, que podr&iacute;a llamarse semivoluntaria. En muchos casos, no es ni muy relevante a sus necesidades individuales ni tan convincente como para hacer que usted le preste atenci&oacute;n.</p>
<p>Pero aun as&iacute; el aviso es, tambi&eacute;n, bastante evitable. Es f&aacute;cil pasar la p&aacute;gina de la revista, o tirar al canasto la carta que no le interesa. El problema con este tipo de publicidad es que est&aacute; siempre en peligro de alcanzar el punto de saturaci&oacute;n.</p>
<p>De los 5.000 mensajes comerciales a que est&aacute; expuesto por d&iacute;a un consumidor promedio en Estados Unidos &ndash;unos dos millones al a&ntilde;o&ndash; , recuerda entre 2% y 3% sin ayuda, seg&uacute;n un estudio encargado por Whittle Communications hace algunos a&ntilde;os. Otros estudios demuestran que, aunque se logre aumentar el reconocimiento, ese aumento en &quot;presencia en la mente&quot; no siempre conduce a un aumento correlativo en participaci&oacute;n en el mercado.</p>
<p>En promoci&oacute;n de ventas, los anunciantes de productos envasados (en Estados Unidos) distribuyen unos 267 millones por a&ntilde;o de cupones de descuentos no pedidos &ndash;mucho m&aacute;s de 2.500 por casa&ndash; y el nivel de redenci&oacute;n en el rengl&oacute;n almac&eacute;n cay&oacute; a menos de 6%.</p>
<p>De este porcentaje, casi todos los que van y usan el cup&oacute;n son usuarios satisfechos con la marca, buscadores de ofertas a quienes no les importa la marca o gente que falsifica cupones.</p>
<p>Los cr&iacute;ticos insisten en que el cuponeo es malo para la marca porque ense&ntilde;a a los consumidores a comprar por precio y no por marca, y erosiona las ganancias premiando a clientes y a ladrones. Procter &amp; Gamble mostr&oacute; c&oacute;mo salir del bosque del <i>cuponeo</i> con su pol&iacute;tica de &quot;precios bajos todos los d&iacute;as&quot;.</p>
<p>Y as&iacute; sigue. Y cuanto m&aacute;s sube la marea de publicidad involuntaria y semivoluntaria, m&aacute;s anunciantes comenzar&aacute;n a prestar m&aacute;s atenci&oacute;n a las virtudes de la publicidad voluntaria. (Cu&aacute;ntos van a ser tan inteligentes como para hacerlo es otro tema.)</p>

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