La larga carta del conde al periódico londinense (jueves 20) comienza analizando la declaración Balfour de 1917, donde se prevé la creación de un estado hebreo en Palestina y por la cual el octavo par de ese nombre se convirtió en conde. Su nieto aborda la actual guerra desatada por Israel y subraya que Tel Aviv “no se atiene al principio de mutua tolerancia entre árabes y judíos”,
Hace casi noventa años, la hoy célebre declaración era sólo una carta que el descendiente de Robert Bruce -héroe escocés- envió a lord Rothschild, máxima figura local del movimiento sionista. Ahí sentaba las bases del futuro estado hebreo. Con casi ochenta años, el actual Balfour censura a Olmert y señala: “Los gobiernos que embarcan a sus sociedades en guerras no lícitas afrontarán las consecuencia del tumor sembrado”.
Tras estigmatizar duramente a Hezbol-lá, se manifiesta “sorprendido porque Olmert, por lo común astuto, haya reaccionado como lo hizo”. Por el contrario, tras los primeros ataque shi’íes “debió exigir al gobierno libanés intervenir ante sus propios ciudadanos y, entretanto, solicitar apoyo internacional”. Pero, en vez de ello, “se destruye al Líbano, se fomenta más odio a Israel y se beneficia a Hezbol-lá”. A su juicio, repetir el pasado no pondrá fin al problema.
“Si Israel quiere realmente acabar con esto, tal vez deba resignarse a no reaccionar al calor del momento. Obviamente, ni árabes ni judíos están destinados a desaparecer”. Por tanto, están condenados a la convivencia en un territorio muy pequeño. Pero fundamentalistas como Netanyahú o Alí Nasral-lá no lo creen así, como lo mostró el primero celebrando los sesenta años del feroz ataque de Irgún, la unidad terrorista judía que luchaba contra árabes e ingleses.
Guiados por el luego primer ministro Menajem Begin, bombardearon el lujoso hotel de Jerusalem y dejaron docenas de víctimas. Ahora, el embajador británico en Tel Aviv, Simon McDonald, y el cónsul John Jenkins acaban de protestar formalmente ante el gobierno israelí por “esta glorificación injusta del terrorismo”. Por supuesto el líder del Likud sostiene que esa forma de terrorismo estaba justificada y, de todo modos, se advirtió por teléfono al hotel veinte minutos antes de las explosiones”.
La larga carta del conde al periódico londinense (jueves 20) comienza analizando la declaración Balfour de 1917, donde se prevé la creación de un estado hebreo en Palestina y por la cual el octavo par de ese nombre se convirtió en conde. Su nieto aborda la actual guerra desatada por Israel y subraya que Tel Aviv “no se atiene al principio de mutua tolerancia entre árabes y judíos”,
Hace casi noventa años, la hoy célebre declaración era sólo una carta que el descendiente de Robert Bruce -héroe escocés- envió a lord Rothschild, máxima figura local del movimiento sionista. Ahí sentaba las bases del futuro estado hebreo. Con casi ochenta años, el actual Balfour censura a Olmert y señala: “Los gobiernos que embarcan a sus sociedades en guerras no lícitas afrontarán las consecuencia del tumor sembrado”.
Tras estigmatizar duramente a Hezbol-lá, se manifiesta “sorprendido porque Olmert, por lo común astuto, haya reaccionado como lo hizo”. Por el contrario, tras los primeros ataque shi’íes “debió exigir al gobierno libanés intervenir ante sus propios ciudadanos y, entretanto, solicitar apoyo internacional”. Pero, en vez de ello, “se destruye al Líbano, se fomenta más odio a Israel y se beneficia a Hezbol-lá”. A su juicio, repetir el pasado no pondrá fin al problema.
“Si Israel quiere realmente acabar con esto, tal vez deba resignarse a no reaccionar al calor del momento. Obviamente, ni árabes ni judíos están destinados a desaparecer”. Por tanto, están condenados a la convivencia en un territorio muy pequeño. Pero fundamentalistas como Netanyahú o Alí Nasral-lá no lo creen así, como lo mostró el primero celebrando los sesenta años del feroz ataque de Irgún, la unidad terrorista judía que luchaba contra árabes e ingleses.
Guiados por el luego primer ministro Menajem Begin, bombardearon el lujoso hotel de Jerusalem y dejaron docenas de víctimas. Ahora, el embajador británico en Tel Aviv, Simon McDonald, y el cónsul John Jenkins acaban de protestar formalmente ante el gobierno israelí por “esta glorificación injusta del terrorismo”. Por supuesto el líder del Likud sostiene que esa forma de terrorismo estaba justificada y, de todo modos, se advirtió por teléfono al hotel veinte minutos antes de las explosiones”.