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El desequilibrio se debe a una permanente subinversión en capacidad instalada y pobre mantenimiento. En Indonesia, el gasto de capital en infraestructura cedió de 5 a 6% del Producto Bruto Interno en los primeros años 90, a 2 a 3% en buena parte de la década 2001/ 10. Según Navin Tahilyani, de McKinsey Bombay, “el consiguiente deterioro en transmisión de energía, vivienda, comunicaciones, agua y obras sanitarias ha restado tres a cuatro puntos porcentuales de crecimiento al PBI”. <br />
Existen no obstante signos de que esas situaciones están en vías de modificarse. A través de la región Asia oriental/meridional (AO/M) como un todo, Toshán Tamhane (Singapur) calcula que “alrededor de ocho billones se asignarán a proyectos de infraestructura en la década 2011/20, para revertir brechas de inversión históricas y absorber la explosión de demanda asociada al incremento vegetativo”. <br />
Comúnmente, la mayoría de los emprendimientos infraestructurales han sido solventados por gobiernos o bancos locales. La inversión extranjera ha sido mayormente excluida. Quienes eran autorizados a participar afrontaban severas restricciones, entre ellas complejos regímenes regulatorios y jurídicos, calidad laboral desigual y, en ocasiones, interferencias políticas o corrupción lisa y llana. <br />
Sin embargo, tras la crisis sistémica occidental de 2007/09, han ido apareciendo señales de que los capitales privados encuentran salida hacia el Pacífico y el Índico, en áreas donde se los recibe bien. El efecto combinado de estímulos al gasto y menor recaudación tributaria ha elevado los déficit habitacionales. Por consiguiente, las restricciones a la inversión exógena tienden a aflojarse. Una creciente cantidad de proyectos, pues, viene realizándose vía acuerdos entre sector público y privado (SSPP). <br />
Ambos expertos esperan que uno de esos ocho billones (en español, millones de millones) de dólares estimados para la década que empieza se compondrá de SSPP. Ahora bien, el problema para los capitales globales consiste en identificar oportunidades, mitigar riesgos básicos y desarrollar apropiadas estrategias de penetración. Todo al mismo tiempo.</p>
<p><strong>Demanda de capital externo</strong><br />
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Más de 80% de las necesidades de inversión infraestructural en Asia oriental/meridional, durante esta década se relacionará con energía y transporte. Son sectores críticos a la hora de promover o respaldar cualquier incremento de actividad en la economía real. <br />
Los análisis de McKinsey vía Bombay y Singapur indican que gran parte de la nueva inversión irá a tecnologías de punta. Por ejemplo, como región puede sobrepasar a las economías centrales en la adopción de energías y combustibles limpios. Ello merced a la baja de costos y el aumento de efectividad. <br />
Varios países, como China o Malasia, tienen ya mercados locales de capital suficientemente asentados para satisfacer sus requerimientos financieros. Por ende, los inversores del exterior debieran centrarse en satisfacer déficit específicos de fondos en países como India, Indonesia, Tailandia, Vietnam y Filipinas, cuyos mercados financieros son de menor volumen. <br />
“Si bien el entorno acabará cambiando –aun en ese bloque–, el grueso de las colocaciones infraestructurales continuará cerrado a los capitales extranjeros”, advierte Tahilyani. “Los obstáculos son diversos. Muchos Gobiernos mantienen políticas confusas en cuanto a SSPP, cuya vaguedad inhibe al capital privado. Por lo demás, los controles suelen inhibir la participación de financistas temerosos de eventuales trabas para remitir o repatriar utilidades.<br />
En otro plano, sistemas jurídicos o técnicos vulnerables agravan riesgos. Mientras los mercados autóctonos de capital, inestables o ilíquidos, tornan necesaria la participación exterior, al mismo tiempo complican las estrategias de salida. <br />
A pesar de tantas trabas, el área continuará siendo un escenario atractivo para inversiones infraestructurales durante estos 10 años. India, solamente, estuvo gastando unos US$ 500.000 millones en proyectos básicos desde 2007 a la actualidad. En el quinquenio 2012/16, Delhi irá elevando ese tipo de inversiones de 4 a 8% del PBI anual. Las fuentes locales de capital financiarán parte pero no toda esta demanda de fondos e igual sucederá en economías del sudeste asiático. Por ende, los inversores internacionales tendrán oportunidades de llenar huecos.</p>
<p><strong>Riesgos principales</strong><br />
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“Una vez resueltas a colocarse en la zona –señala Tamhane–, las firmas extranjeras deberán superar diversos riesgos. A raíz de presiones políticas, consideraciones ecológicas y problemas en escala local, a menudo surgen largas demoras entre el planeamiento de proyectos, su aprobación y concreción, capaces de afectar severamente el despliegue de capital y su rendimiento”.<br />
En China, el espectacular puente sobre la bahía de Hangzhou –el más largo del mundo, recién inaugurado– sufrió 10 años de retraso. En India, la conexión marítima Bandra-Worli (Bombay) requirió más de 20 años… solo para aprobarse”. <br />
Como en otras parte del ex Tercer Mundo, quienes invierten en infraestructura en Asia oriental/meridional han de estar preparados para sufrir postergaciones por años, lustros o decenios. Para comenzar, no deben confiarse demasiado o modificar acuerdos de asociación a menudo mal planteados por reparticiones gubernamentales. Con frecuencia, estos contratos son mal redactados por funcionarios departamentales sin experiencia o corruptos.<br />
Por ejemplo, “deben prever contingencias adversas e incertidumbres en materia política, jurídica o regulatoria que interfieran o restrinjan el ejercicio de la propiedad por parte de los socios extranjeros. Esto fue claro durante la crisis financiera regional de 1997/8”, puntualiza Tahilyani. Reaccionando a pésimas recetas del Fondo Monetario Internacional, varios países de pronto impusieron controles de capital. En algunos casos (Malasia, Indonesia, Tailandia), esas restricciones fueron levantadas recién años después.<br />
Obviamente, suponen los analistas de McKinsey de Bombay y Singapur, todo inversor externo debe arreglárselas para moverse en mercados financieros que carecen de instrumentos o normas para mitigar riesgos. Tal ocurre en plazas cambiarias emergentes no lo bastante líquidas para cubrir sus propias monedas. Ahí, los derivativos suelen ser insuficientes para neutralizar determinados riesgos. Naturalmente, Tamhane y Tahilyani recomiendan recurrir a centros como Singapur, Hong Kong o Bombay cuando un mercado local es poco líquido.<br />
Otra opción consiste en establecer <em>holdings</em> en una jurisdicción favorable o accesible desde la perspectiva tributaria y no tener la inversión como vehículo infraestructural específico (VIE), que la clasifique como activo local. En esta variante, la entidad que recauda fondos integra un contrato fuera del país, lo cual permite limitar parcialmente los riesgos soberanos. En tercer lugar, pueden servir las sociedades entre operadores foráneos y una institución local dominante. Tales los casos de SBI-Macquerie Fund en India o CIMB-Principal en países de la ANSA.</p>
<p><strong>Participación</strong><br />
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Además de mitigar riesgos inherentes a esas especulaciones, los inversores deben elegir el modelo de participación adecuado, si quieren maximizar opciones apropiadas en cuanto a SSPP. Por lo común, financistas e instituciones suelen seguir al principio estrategias apoyadas en un paquete accionario, dado que los estados contables locales tienden a estar subcapitalizados y no permiten modelos basados en deuda (títulos de renta fija). Por el contrario, los bancos locales y regionales pueden emplear sus buenos resultados, o sea su liquidez, para dedicarse a financiar deudas. <br />
En los últimos años, entidades financieras previsoras, con una cartera de servicios bien redondeada, han empezado a adoptar modelos integrados para invertir en emprendimientos infraestructurales. Por ejemplo, aparte de solventar la construcción de un aeropuerto, un operador integrado podría ofrecer adicionalmente servicios bancarios y seguros a la firma aeroportuaria.<br />
Tales transacciones cruzadas pueden generar significativo valor agregado, apuntan las investigaciones de Tamhane y Tahilyani, equivalente a 40% de ingresos potenciales. Mejor todavía, esa oportunidad de obtener valor extra no implica altos riesgos relativos. Después de todo, operar un aeropuerto, una usina, etc. es algo sencillo comparado con su construcción.</p>
La infraestructura, un multimillonario negocio
Pese a perspectivas económicas brillantes, países del Pacífico y el Índico China, India y los que componen la ANSA tienen problemas de insuficiencia estructural. En India, la generación eléctrica muestra 16 a 20% de brecha entre lo que se produce y lo que se necesita.