Unos 75 millones de latinoamericanos ascienden a clase media

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El vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, Hasan Tuluy, supeditó el sostenimiento de las ganancias económicas y sociales de Latinoamérica en la década al impulso de la productividad y competitividad.

“Desde 2003 a 2011, unos 70 millones de latinoamericanos dejaron la pobreza y unos 75 millones son ahora parte de la clase media, y a la luz del debilitado contexto internacional, la región tendrá que impulsar sus propios motores de crecimientoâ€, señaló el funcionario de nacionalidad turca en diálogo telefónico desde Washington con Alejandro Rebossio, corresponsal de El País en Buenos Aires. 
“A América Latina, escapar de la llamada trampa de los ingresos medios, le requerirá de muchos esfuerzos, incluidos aquellos enfocados en la mejora de la educación, la logística y la infraestructuraâ€, precisó. 
Aclaró el directivo que está en el cargo en el Banco Mundial desde el año pasado que Latinoamérica, una región de ingresos medios, está ahora en el camino de convertirse en una región de clase media. Esta transformación refleja al mismo tiempo el crecimiento económico y la declinación de la desigualdad, un logro histórico en una región que largamente agobiada por la disparidad de la riqueza y en un momento en el que el resto del mundo se torna más inequitativoâ€. 
Especificó que el mercado laboral ha sido crucial para la transformación de la región. La tasa de desocupación estuvo cerca del 6,4% en 2012, uno de los menores niveles de la historia de la región, mientras el ingreso laboral fue el factor fundamental detrás de la reducción sin precedentes de la desigualdad, jugando un papel mayor que la política social en la década pasada. El ingreso del mercado laboral contribuyó en un 69% en la reducción de la pobreza extrema, expresó, mientras que el resto fue por las transferencias públicas y privadas, desde los programas de transferencia de dinero hasta las remesas de emigrantes. 
Explicó que en 2012, el 65% de las mujeres de 25 a 65 años estaba empleado, y unos 35 millones de empleos nuevos se agregaron en la década pasada. 
Y ponderó el progreso de la región de una tradición democrática vibrante,  en un entorno de inclusión. Resaltó como interesante que la democracia haya traído modelos con diversos niveles de combinación de Estado y mercado, “pero, independientemente del color político, todos los gobiernos en la región reconocieron la importancia de promover un crecimiento que beneficie a más que unos pocosâ€, destacó.
Sin embargo, recordó que en la actualidad, la mayoría de los latinoamericanos vive en la pobreza moderada, un 17%, o es vulnerable a ella, un 35%. Y que parte de los desafíos de la productividad proviene de la aún baja integración y el poco comercio intrarregional. 
Aludió a un reciente informe del Banco Mundial, que descubrió, por ejemplo, que por los cuellos de botella asociados al transporte, el despacho de aduana y los caminos rurales es más caro enviar tomates desde San José de Costa Rica a Managua que enviarlos a la diez veces más lejana San José de California. 
Supeditó a la calidad de la educación una mejora dramática para adaptar las habilidades al mercado global y mejorar la competitividad.
Y exhortó a que el sendero de Latinoamérica hacia un crecimiento fuerte continúe con un uso inteligente del capital extranjero para sustituir el bajo nivel de ahorro y mejorar la calidad de la inversión. 
“En la actual América Latina democrática, la búsqueda de competitividad basada en mano de obra barata y tasas de cambio subvaloradas lucen políticamente inviable y económicamente poco óptimoâ€, advirtió. 
Recomendó este doctor en Economía por la Universidad Tufts, de EE.UU., como mejor modelo para seguir a Australia o Canadá, países ricos en materias primas que han encontrado el camino hacia un mayor crecimiento evolucionando en torno de la demanda doméstica. “Algunos apuntan a las monedas locales más fuertes ante el creciente desafío de la competitividad de la región. Es claramente un factor, afortunadamente uno de corto plazo, detrás de la menor competitividad de algunos países latinoamericanos, pero hay factores estructurales: la floja productividad y la falta de dinamismo en las empresasâ€, manifestó en la charla con el periodista. 
Se espera que América Latina y el Caribe crezca 3,4%, una tasa mejor respecto del 3% del año pasado, pero aún por debajo del 5% de media de antes de la crisis de 2008/2009 y del 6% de 2010. Las tasas varían desde niveles bajos como el 0,1% de Venezuela y el 1% de Jamaica hasta el 6% de Perú, cerca del 9% de Panamá y por encima del 11% de Paraguay. Bolivia, Chile y Colombia continuarán mejorando la media regional con un crecimiento proyectado de entre el 4% y el 5%. México estará justo por debajo de la media latinoamericana, en el 3,5%, un poco inferior al 3,9% de 2012. Argentina y Brasil caerían por debajo de la media regional, a pesar del rebote después del 2% de 2012, y estarían cerca del 3% en 2013.
Aconsejó para mantener el crecimiento incrementar la productividad y adaptar sus estructuras productivas a circunstancias cambiantes. Así, en algunos países, la mejora de la logística será esencial; en otros, la modernización de la infraestructura para alcanzar la demanda del mercado global marcará la diferencia, enumeró. 
De acuerdo con la base de datos del Banco Mundial sobre participación privada en infraestructura, Latinoamérica atrajo 55.400 millones de dólares en 2011, la mayor suma de la última década, lo que ha hecho que la región sea la de más alta inversión privada en infraestructura entre los países en desarrollo. 
La mayoría de la inversión fue a los proyectos eléctricos y dos tercios, a Brasil. El desafío sigue siendo asegurar la inversión en los sectores más complicados como la energía y en países con más desafíos que Brasil. 
Previno que a veces no es suficiente tener los recursos para invertir. Muchos países de la región tienen leyes que establecen transferencias de los recursos de las materias primas a gobiernos locales, particularmente a las áreas relacionadas con la producción. Las leyes fueron creadas antes de la bonanza de las materias primas y ahora hay municipios con ingresos masivos de recursos, mayormente vinculados con la infraestructura, pero que carecen de la capacidad para gastarlos efectivamente.     
Puso de relieve que, en la mayoría, la calidad de la educación necesita mejorar. En muchos, la creación de una mayor competencia en la prestación de servicios será crítica. En todos, el Estado necesitaría ser más eficiente en nivelar el campo de juego y en proveer oportunidades y servicios a todos los ciudadanos.
Dijo Tuluy que la percepción de inseguridad está extendida en la región y no está restringida sólo a los casos más críticos como los países de Centroamérica. “Hoy en día, en El Salvador, Honduras y Guatemala una importante suma de recursos que podrían invertirse en la mejora de la productividad, por ejemplo, está desviada hacia el combate del crimen. No hay dudas de que la falta de seguridad tiene efectos negativos no sólo directamente en las víctimas, sino también en la economía como un todoâ€, reflexionó. 
En ese aspecto, indicó que la buena noticia es que todos los gobiernos de la región están completamente conscientes del desafío, que usualmente es transnacional, y están uniendo fuerzas, con el Banco Mundial y otras instancias multilaterales, para combatirlo unidos y aprender de algunos de los éxitos que ya se han visto en la región. 

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