Palestina: Cisjordania y Gaza, un matete geopolítico

Hamás, una facción radical islámica, le arrebató Gaza a Al Fataj, un grupo laico. Entretanto, Cisjordania sigue bajo la autoridad nacional palestina. Por primera vez, ambos territorios no están bajo el mismo gobierno, una vieja meta israelí.

22 junio, 2007

Desde hace años, crece la influencia de Hamás entre la gente -como la de Hezbollá entre los libaneses-, confirmada por la victoria electoral de 2005 en ambas áreas árabes de Palestina. Ahora controla su reducto, Gaza. Pero no queda claro si tratará de intentar lo mismo en Cisjordania y con qué resultados, pues esta zona no sólo es mayor, sino que tiene otra dinámica.

“Lo cierto por hoy es que ambas partes están divididas y hasta podrían generar estados diferentes. En un sentido –señala el analista George Friedman, un judío conservador allegado al Pentágono-, esto tiene más sentido que la situación anterior. Físicamente separadas, las comunicaciones entre ambas áreas dependen de la buena (¿?) voluntad israelí”. Esto es difícil, especialmente cuando Tel Aviv, como esta semana, opta por atacar Gaza con renovado celo.

En este punto, el columnista se remonta hacia el pasado remoto. “Las guerras entre filisteos –de ellos proviene el término “Palestina”- y hebreos aparecen en los dos libros de Samuel. Los primeros controlaban la costa mediterránea, dominaban la tecnología del bronce y atendían rutas comerciales en parte de Levante. Los hebreos, incapaces de combatirlos en campo abierto, lo hacían desde las colinas de Judea, hoy Cisjordania”.

La antigua Filistia, pues, formaba parte de una faja que iba de Gaza a Cilicia, hoy sur de Turquía. Los judíos ocupaban el interior y sus conexiones iban desde Siria al noreste hasta Egipto por el sudoeste, con el desierto al este y al sudeste. Por ende, los filisteos no podían perseguir a los hebreos hasta sus refugios y éstos –hasta Samuel y David, precisamente- tampoco podían echar sus enemigos al mar. Eran dos naciones distintas.

Más de tres milenios después, Gaza sigue ligada a un sistema costero ocupado por Egipto, Israel, Siria y Líbano. Salvo el último, un invento de Francia en 1920, los demás topónimos no han cambiado. Entretanto, Cisjordania da a Siria, Jordania o, más allá, a Irak y el desierto árabe

“En la historia reciente –relata Friedman-, Gaza miraba a Egipto, que la ocupó desde 1948 hasta 1967. El Cairo fomentó la Organización de liberación palestina (OLP). Mas tarde, su propio grupo fundamentalista -la Hermandad musulmana- ayudó a crear Hamás en 1987”. Cisjordania, hasta 1967 parte de Jordania (un reino artificial creado por los ingleses en 1921, llamado entonces Transjordania), es más grande y complicada. Especialmente porque los israelíes ocupan áreas en realidad árabes y seguirán haciéndolo mientras Estados Unidos lo permita.

En realidad, sostiene el analista, “Cisjordania representa el centro nacional palestino que controla Al Fataj. Gaza y esa región siempre estuvieron separados y las recientes acciones de Hamás lo confirman”. Caben dos observaciones: esa separación data recién de 1947/8 y, estos días, los ataques israelíes la consolidan, con la obvia intención de institucionalizarla. Eso explica el repentino apoyo de Tel Aviv y Washington al gobierno de Ramallá.

A criterio de Friedman, empero, “la victoria de Hamás en Gaza significa más para palestinos y egipcios que para israelíes; al menos, en el corto plazo. Los judíos temen que, bajo Hamás, Gaza se torne más agresiva. Pero, en verdad, el grupo ya podía llevar a cabo tantos ataques como quisiera antes de tomar el control de la faja. De hecho su conducción es hoy más vulnerable que nunca.”

Aquí cuenta la posición estratégica de los palestinos. Su instrumento principal siguen siendo los ataques al voleo, con el objeto de desestabilizar a Israel. “El problema es obvio. Usar terrorismo contra los norteamericanos en Irak es buena táctica porque, si no tolerasen determinado nivel de pérdidas, podrían retirarse. Eso no afectaría la existencia de EE.UU.”

Por el contrario, “los judíos no pueden irse de Israel. Aun si los palestinos causaran mil muertes anuales, representarían apenas 0,2% sobre cinco millones de hebreos. Ni esa cifra ni una mil veces mayor alcanzarían porque, a diferencia de EE.UU. (para quien Irak es subsidiario), Israel es el centro de los intereses israelíes”.

Si bien Tel Aviv no quiere ataques terroristas, éstos no comprometen su sobrevivencia. Lo único que podría hacerlo es una ofensiva nuclear (imposible porque la zona abarca países muy chicos y los efectos abarcarían a todos) o, como subraya Friedman, “un cambio de actitudes en los estados vecinos. En este momento, Israel tiene tratados de paz con Egipto y Jordania, amén de una relación fluida con Siria. Aparte, Damasco sola no implica un riesgo grave”. Curiosamente, el analista deja de lado Hezbollá y sus base en Líbano.

En realidad, Friedman apunta en otra dirección y, con ello, se aleja de las hipótesis de conflicto manejadas en el Pentágono. “Gaza integra el sistema costero mediterráneo. Egipto la controlaba hasta 1967 y mantiene influencia, pero no vía el gobierno de Hosní Mubárak, sino vía nexos entre la Hermandad musulmana y Hamás. Pero sucede que el régimen cairota, en particular su jefe de inteligencia y posible sucesor presidencial, Omar Suleimán, también tiene buenas relaciones con Hamás”.

He ahí, deduce, “la real amenaza para Israel. Hamás tiene vínculos con Egipto y también con Saudiarabia, que los tiene con Al Qa’eda. Todos, excepto Mubárak y Suleimán, son sunníes ortodoxos. Si Gaza se convierte en un estado islámico, su apoyo máximo estará en la Hermandad egipcia. Mubárak envejece y su régimen pierde fiabilidad”. Hasta aquí, el escenario trazado por un analista por momento hererodoxo. Tanto, que olvida otro factor: por ahora, el mayor aliados táctico de Hamás es Hezbollá, un grupo shi’í que ya ha frustrado una intentona bélica israelí en Líbano.

Desde hace años, crece la influencia de Hamás entre la gente -como la de Hezbollá entre los libaneses-, confirmada por la victoria electoral de 2005 en ambas áreas árabes de Palestina. Ahora controla su reducto, Gaza. Pero no queda claro si tratará de intentar lo mismo en Cisjordania y con qué resultados, pues esta zona no sólo es mayor, sino que tiene otra dinámica.

“Lo cierto por hoy es que ambas partes están divididas y hasta podrían generar estados diferentes. En un sentido –señala el analista George Friedman, un judío conservador allegado al Pentágono-, esto tiene más sentido que la situación anterior. Físicamente separadas, las comunicaciones entre ambas áreas dependen de la buena (¿?) voluntad israelí”. Esto es difícil, especialmente cuando Tel Aviv, como esta semana, opta por atacar Gaza con renovado celo.

En este punto, el columnista se remonta hacia el pasado remoto. “Las guerras entre filisteos –de ellos proviene el término “Palestina”- y hebreos aparecen en los dos libros de Samuel. Los primeros controlaban la costa mediterránea, dominaban la tecnología del bronce y atendían rutas comerciales en parte de Levante. Los hebreos, incapaces de combatirlos en campo abierto, lo hacían desde las colinas de Judea, hoy Cisjordania”.

La antigua Filistia, pues, formaba parte de una faja que iba de Gaza a Cilicia, hoy sur de Turquía. Los judíos ocupaban el interior y sus conexiones iban desde Siria al noreste hasta Egipto por el sudoeste, con el desierto al este y al sudeste. Por ende, los filisteos no podían perseguir a los hebreos hasta sus refugios y éstos –hasta Samuel y David, precisamente- tampoco podían echar sus enemigos al mar. Eran dos naciones distintas.

Más de tres milenios después, Gaza sigue ligada a un sistema costero ocupado por Egipto, Israel, Siria y Líbano. Salvo el último, un invento de Francia en 1920, los demás topónimos no han cambiado. Entretanto, Cisjordania da a Siria, Jordania o, más allá, a Irak y el desierto árabe

“En la historia reciente –relata Friedman-, Gaza miraba a Egipto, que la ocupó desde 1948 hasta 1967. El Cairo fomentó la Organización de liberación palestina (OLP). Mas tarde, su propio grupo fundamentalista -la Hermandad musulmana- ayudó a crear Hamás en 1987”. Cisjordania, hasta 1967 parte de Jordania (un reino artificial creado por los ingleses en 1921, llamado entonces Transjordania), es más grande y complicada. Especialmente porque los israelíes ocupan áreas en realidad árabes y seguirán haciéndolo mientras Estados Unidos lo permita.

En realidad, sostiene el analista, “Cisjordania representa el centro nacional palestino que controla Al Fataj. Gaza y esa región siempre estuvieron separados y las recientes acciones de Hamás lo confirman”. Caben dos observaciones: esa separación data recién de 1947/8 y, estos días, los ataques israelíes la consolidan, con la obvia intención de institucionalizarla. Eso explica el repentino apoyo de Tel Aviv y Washington al gobierno de Ramallá.

A criterio de Friedman, empero, “la victoria de Hamás en Gaza significa más para palestinos y egipcios que para israelíes; al menos, en el corto plazo. Los judíos temen que, bajo Hamás, Gaza se torne más agresiva. Pero, en verdad, el grupo ya podía llevar a cabo tantos ataques como quisiera antes de tomar el control de la faja. De hecho su conducción es hoy más vulnerable que nunca.”

Aquí cuenta la posición estratégica de los palestinos. Su instrumento principal siguen siendo los ataques al voleo, con el objeto de desestabilizar a Israel. “El problema es obvio. Usar terrorismo contra los norteamericanos en Irak es buena táctica porque, si no tolerasen determinado nivel de pérdidas, podrían retirarse. Eso no afectaría la existencia de EE.UU.”

Por el contrario, “los judíos no pueden irse de Israel. Aun si los palestinos causaran mil muertes anuales, representarían apenas 0,2% sobre cinco millones de hebreos. Ni esa cifra ni una mil veces mayor alcanzarían porque, a diferencia de EE.UU. (para quien Irak es subsidiario), Israel es el centro de los intereses israelíes”.

Si bien Tel Aviv no quiere ataques terroristas, éstos no comprometen su sobrevivencia. Lo único que podría hacerlo es una ofensiva nuclear (imposible porque la zona abarca países muy chicos y los efectos abarcarían a todos) o, como subraya Friedman, “un cambio de actitudes en los estados vecinos. En este momento, Israel tiene tratados de paz con Egipto y Jordania, amén de una relación fluida con Siria. Aparte, Damasco sola no implica un riesgo grave”. Curiosamente, el analista deja de lado Hezbollá y sus base en Líbano.

En realidad, Friedman apunta en otra dirección y, con ello, se aleja de las hipótesis de conflicto manejadas en el Pentágono. “Gaza integra el sistema costero mediterráneo. Egipto la controlaba hasta 1967 y mantiene influencia, pero no vía el gobierno de Hosní Mubárak, sino vía nexos entre la Hermandad musulmana y Hamás. Pero sucede que el régimen cairota, en particular su jefe de inteligencia y posible sucesor presidencial, Omar Suleimán, también tiene buenas relaciones con Hamás”.

He ahí, deduce, “la real amenaza para Israel. Hamás tiene vínculos con Egipto y también con Saudiarabia, que los tiene con Al Qa’eda. Todos, excepto Mubárak y Suleimán, son sunníes ortodoxos. Si Gaza se convierte en un estado islámico, su apoyo máximo estará en la Hermandad egipcia. Mubárak envejece y su régimen pierde fiabilidad”. Hasta aquí, el escenario trazado por un analista por momento hererodoxo. Tanto, que olvida otro factor: por ahora, el mayor aliados táctico de Hamás es Hezbollá, un grupo shi’í que ya ha frustrado una intentona bélica israelí en Líbano.

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