La pelea comercial con China pone a prueba el sistema global

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Estados Unidos, la UE y Japón chocan contra la política económica de Beijing.

 La abierta divergencia entre las economías políticas de China y Occidente fue otra vez el tema central en los denodados esfuerzos por evitar una escalada en el proteccionismo comercial. Estados Unidos, la Unión Europea y Japón acaban de redoblar la presión a China sobre temas de comercio, subsidios y propiedad intelectual.  

En un raro esfuerzo hacia la cooperación internacional por parte de la administración Trump, los tres emitieron una declaración en las bambalinas de la reunión en Buenos Aires de la Organización Mundial del Comercio donde señalaban el “enorme exceso de capacidad” en acero y otros sectores y la responsabilidad que les cabe a los subsidios ilegales y a las empresas estatales chinas. La declaración, que también se refirió a la transferencia forzada de la propiedad intelectual,  no mencionaba a China en forma directa. Pero  varios funcionarios aclararon que China  es el principal objetivo de la declaración aunque no el único. La intención de la alianza trilateral es evitar un giro hacia el proteccionismo. Aquella esperanza de “convergencia” que surgió en 2001 cuando China ingresó a la Oganización Mundial del Comercio parece ahora muerta.  Pero desde una perspectiva más amplia, estas tensiones en ascenso representan una prueba existencial para el sistema global del comercio.

Lo que se debate es si el sistema híbrido y estatal chino se ha vuelto tan divergente de los principios del simple mercado que hay que descartar toda posibilidad de cooperación.

Beijing ha presentado demandas ante la OMC contra Estados Unidos y la UE por no cumplir con la promesa de conceder a China “estatus de economía de mercado” dentro de los 15 años de su incorporación a la organización mundial del comercio. China quiere ser oficialmente considerada una economía de mercado porque tal designación aumenta su capacidad para combatir acusaciones de dumping.  Las multinacionales que operan en China se quejan del deterioro del entorno; casi 50% de las firmas europeas informan  que en 2016 fue más difícil hacer negocios en China que en el año anterior. La Camara de Comercio Norteamericana también informó en 2017 que más de tres cuartos de sus compañías miembro sintieron más hostilidad.  

El ranking que realiza anualmente el Banco Mundial sobre los mejores lugares para hacer negocios coloca a China en el puesto 78ª entre 183 paíss y la OCDE la pone a cuatro puestos del último entre los 62 países evaluados sobre restricciones a la inversión extranjera.

 

En 2015, anunció  su política “Made in China 2025”, que prevé mayores participaciones en el mercado en 10 industrias globales. El plan es desembozadamente nacionalista y se propone aumentar la “innovación nativa” y la autosuficiencia en la manufactura de componentes clave. El crecimiento de China en el campo tecnológico la ha puesto en competencia directa con compañías norteamericans y europeas.  También alentó las adquisiciones de líderes tecnológicos en mercados norteamericanos y europeos.

Estados Unidos y la Unión Europea dicen que los subsidios (que consideran ilegales), el financiamiento del Estado y las políticas favorables hacia las empresas estatales han contribuido a la capacidad industrial excesiva que está inundando los mercados mundiales con acero, aluminio y otros productos básicos baratos.

Estados Unidos, la Unión Europea y Japón pretenden que China cambie una política económica que Beijing no tiene ninguna intención de modificar.

 

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