Por Rubén Chorny
El déficit energético que condiciona la demanda invernal acrecienta el riesgo cotidiano que transita el precario equilibrio que le dejó a la economía el acuerdo armado con el FMI. Por si el salto de la inflación no fuera suficiente, zozobran en ese marco las metas de reservas, los subsidios fiscales comprometidos, los límites a la emisión de deuda y, fundamentalmente, el nivel de la actividad económica.
Y en otro plano, altera la precaria transición de cambio de la matriz energética para ir reemplazando combustibles fósiles por verdes, en la transición intrafósil carbón–gas que vuelve a la escena, en la irresuelta dicotomía entre desarrollo sostenible y crecimiento económico y hasta en deniciones de política exterior.
Mercado eligió entrevistar a un ex secretario de Energía de la Nación de comienzo de milenio, ex presidente de YPF en los tiempos de Raúl Alfonsín y director de Gas del Estado como este economista cordobés, consultor de Gobiernos y empresas del país y fuera de las fronteras, para pasar en limpio lo que cabe esperar de la actual crisis energética nacional que signará la marcha de la economía nacional a varios años vista.
Ecos del Oriente europeo
–¿Cómo afectó a la transición energética en que estaba nuestro país la guerra en el este europeo que disparó los precios del gas en el mundo?
–Ya antes de la guerra no se estaban dando los debidos pasos. Se estaban cancelando producciones fósiles sin sustitución intrafósil y no se estaba avanzando lo necesario en la sustitución de estas energías fósiles por las verdes. Generó un desacople en la transición que se iba a traducir en precios más caros, los que, a su vez, se complicaron con el conflicto de Europa.
–¿De cuánto estamos hablando?
–El GNL estaba en Europa en alrededor de US$ 25 y pasó a US$ 40–60, porque Rusia es el principal productor de gas mundial y en Europa provee casi 40% de las necesidades del consumo del fluido. Todos los suministros entraron en peligro por la guerra y ahí se dispararon los precios.
-¿Tiene un límite a la vista la subida de precios?
–Si la guerra cesa de acá a un tiempo con un arreglo más o menos conveniente, vamos a volver al problema inicial, que es la transición energética. Y me parece que esta vez Europa y el mundo van a decir que no se puede prescindir del gas natural. Por lo tanto, habrá que rediscutir las transiciones energéticas de cada país o región en función de sus fortalezas y debilidades.
–¿Y cómo pega todo esto a nuestro país?
–Podría ser una oportunidad de negocios. Pero lo malo es que nos toma con una crisis energética propia. Argentina tiene hoy más dependencia que antes del gas importado, y por eso no podríamos exportar.
Pronóstico incierto
–¿Qué cabe esperar entonces?
–El panorama energético en Argentina es sombrío por la reincidencia en políticas fallidas, que nos están privando de los negocios de oportunidad que aparecen. Supongamos que hoy Argentina estuviera en un desarrollo intensivo de Vaca Muerta y que tuviéramos una economía como Uruguay, Chile, Bolivia. Podríamos, por ejemplo, duplicar la oferta petroquímica, valorizar el gas internamente. Hoy podríamos estar haciendo lo que hace Estados Unidos: exportar gas por barco.
–Saquemos lo que debería o podría haber sido Argentina, ¿hoy qué es?
–Tenemos una situación muy complicada, porque el año pasado esos 56 barcos que se necesitaban se compraron a un precio promedio de US$ 8. Estábamos haciendo la cuenta para este año y, sin guerra, serían US$ 25. Pero los últimos ocho cargamentos se trajeron a US$ 30, ya con la guerra. Por eso habrá que rehacer los números. Tomando, por ejemplo, un valor de US$ 36, la compra de GNL se iría, en el caso de encargarse 70 barcos, a US$ 5.800 millones.
Es decir, respecto del año pasado habrá una diferencia de US$ 4.800 millones, que son divisas que cuesta conseguirlas.
–¿De dónde infiere que saldrá esa diferencia?
–Algunos dicen que con la soja podemos compensar, pero las cuentas que hemos hechos con algunos estudios macroeconómicos siguen dando desfavorables. Y los bolsillos son distintos porque estos US$ 5.800 millones de déficit de la balanza comercial energética los tiene que conseguir el Estado. Aun suponiendo que por un mecanismo se pudiera establecer una especie de circuito cruzado entre esos dólares privados y estos dólares que demanda el sector público, tampoco se compensarían del todo. Las cuentas no cierran.
–¿Cómo afectará la cuenta de subsidios.
–El año pasado fueron US$ 6.000 millones (US$ 12.000 si se le agregan los dólares de la inversión, que también está subsidiada) en el sector. Suponiendo que se apliquen las subas tarifarias que arrojó el Gobierno, incluyendo esta segmentación de usuarios que no sé cómo va a salir porque todavía no hay base de datos, igual los subsidios seguirán en aumento: de US$ 11.000 millones pasarían a US$ 13.000 y, si se le suman los barcos, podría llegar a US$ 15.000 o US$ 16.000 millones
Efectos en la macroeconomía
–¿Por qué la energía es un problema para la macroeconomía?
–Porque pone en riesgo el equilibrio de las cuentas públicas y de las externas. Además, es un freno para la recuperación económica porque ya el sector agropecuario está teniendo problemas hoy para conseguir gas. Se va a interceptar la actividad productiva porque con el gas va a haber más cortes que al año pasado. Para los consumidores de gas, representa un insumo petroquímico y, si lo cortan, ahí cae la producción.
–¿A quién se le podrá echar esta vez la culpa del tropezón energético?
–Ni a la guerra de Rusia y Ucrania, ni al FMI, ni a Macri. Dentro de todo, uno de los sectores más arreglados que había dejado la administración anterior había sido el energético, pero esta administración reincidió con las antiguas políticas energéticas.
–Pero ¿cuál Administración, la del ministro Guzmán, del secretario de Energía Darío Martínez, del secretario de Energías Eléctricas de la Cámpora, Federico Basualdo, a quien el ministro no pudo echar?
–Son todos responsables. A la energía la volvieron a entrampar en el corto plazo. Toda esa interna también se traduce en reglas contingentes. En lo que todos estuvieron de acuerdo de entrada fue en la Ley de Emergencia, que abarcó a todo el circuito energético. Otro tema son las señales de precio, porque en países con inflación de un 50% no se pueden congelar las tarifas, ya que las diferencias se vuelven siderales. Son inmanejables. Es la gran responsabilidad que tienen, reincidir en todo eso.
–Contamos con Vaca Muerta en este momento. Están hablando descongelar la construcción del gasoducto Néstor Kirchner. Todas estas acciones tardías, ¿cuándo podrían llegar a fructificar como para empezar con una transición ordenada?
–Creo que tienen mucho de improvisación; no tienen nada de estratégico en todas estas cuestiones. Van queriendo zafar de la coyuntura. Pueden traer más gas de Vaca Muerta, pero el caño está lleno. Fundamentalmente, en los meses de invierno se necesita más gas de Vaca Muerta. Se tendrían que haber buscado más demandas para el caño durante todo el año: o mercado regional o petroquímica o GNL. Entonces, ahí, contra el cobro de un peaje, el propio sector privado hubiera podido hacer el caño, pero ahora depende de los fondos públicos. Todos estos problemas coyunturales hacen dudar de que el gasoducto esté para el próximo invierno.
–¿Qué estimación de plazos maneja para que se pueda volver a una situación anterior?
–Por los próximos dos años la energía sigue atrapada en el corto plazo y sigue siendo parte del problema económico argentino. Para que la energía vuelva a ser parte de la solución del problema, hay que dar una estrategia de largo plazo, volver a precios y tarifas que reflejen costos económicos, poner una tarifa social que saque de incrementos a aquellos que se encuentren en condiciones socioeconómicas que no los pueden afrontar, y un sistema de reglas que no esté para ser modificado por la coyuntura o avasallado por una nueva Ley de Emergencia.
El potencial de Argentina
–¿Qué se necesitaría para normalizar los desequilibrios energéticos?
–Llevará años una solución, pero se puede ser optimista porque hay ciertas ventajas en la Argentina. Primero, aguas arriba, opera un conjunto de firmas internacionales ya presentes en la geología argentina. Segundo, en materia de desarrollo de recursos no convencionales, diría que Argentina es el segundo país en el mundo, y que tiene recorrida la curva de aprendizaje, ya que hoy estamos aplicando la tecnología equivalente siguiendo la regla del arte de Estados Unidos, que es el primero.
Pero es una actividad muy capital intensiva y se necesitarían alcanzar las perforaciones del año pasado con un nuevo paquete exploratorio. Eso es minería petrolera.
–¿En números?
–Para desarrollar intensivamente Vaca Muerta, hay que agregarle a los US$ 6.000 millones de inversión convencional y no convencional, unos US$ 10/15.000 millones por año, y Argentina no los tiene. El ahorro nacional está diezmado. Se necesitan capitales internacionales. Argentina puede ofrecer rentabilidades atractivas con estas referencias de precios. Pero eso lleva mucho tiempo, entre 6 y 8 años; hay que hacer un plan de estabilización, una estrategia.
–¿Espera de una nueva Administración en 2023 que sea capaz de hacerlo?
–Diría que el gran deber de un Gobierno de oposición es que la alternancia republicana del poder dure por lo menos 8/12/16 años. Y el mundo te va a brindar el tiempo necesario en estas transiciones energéticas. Yo creo que tenemos una ventaja de 20–30 años en gas por lo que dijimos.
Primero, la región
–La reciente sorpresiva visita a Cristina Fernández del embajador de Estados Unidos, país que es el epicentro de las grandes petroleras, ¿tendrá algo que ver con verificar si es posible que oficialismo y oposición acuerden una política de Estado en materia energética?
–Ojalá. Pero no creo. Me temo que son puntos más para la interna. Pero debería ser así, porque me parece que un país como el nuestro, en este reposicionamiento en el mundo que necesita, no puede estar mal con todos: con nuestros vecinos, con China.
–Ya estaríamos hablando de una política exterior de posguerra…
–Si Argentina se planteara su reinserción estratégica en el mundo, primero tendría que hacerlo a partir de la región. Con el Mercosur armando masa crítica, podría vender seguridad energética a Estados Unidos y al mundo. Tenemos para ofrecer productos que le van a interesar a Estados Unidos, a Europa, a China, para lo cual necesitamos una equidistancia ideológica. Espero que la foto de Cristina Fernández con Marc Stanley corresponda a una reinterpretación de la ex Presidenta del escenario internacional.
–¿Cómo qué?
–Que se debe situar a Estados Unidos en la mira, porque creo que se va a prestar mucha atención de dónde puede venir la energía alternativa para Europa, de modo que pueda depender menos de Rusia, país que, a su vez, con toda la debilidad que acumule por la guerra económica que han provocado, quedará más dependiente de China, que le comprará sus productos primarios.
–¿Qué puede suceder con Alemania, que aparece como el eslabón más débil en esta cadena de la incipiente crisis energética?
-Es el país más comprometido y, por esta razón ya tomó la decisión de no incrementar más la dependencia del gas ruso. Sin embargo, Europa, a más de varios meses de la invasión a Ucrania, sigue recibiendo los flujos de gas desde Rusia. Ni siquiera se están cortando los flujos petroleros. Estados Unidos sí los interrumpió, pero Europa compra cuatro millones de barriles por día a Rusia, los que tendrían que articularlos con otros países y no es sencillo.
Energías limpias
–Frente a estos reposicionamientos, ¿qué sucederá con el acople en materia de energías verdes establecido en el Acuerdo de París?
–Hasta hoy la energía eléctrica, que es una matriz secundaria, está muy dependiente del carbón. En China, en India. Entonces no se puede saltear el tema de sustitución intrafósil. Y esto era antes de la guerra en Europa; se cancelaban una serie de proyectos, se concentraba la oferta fósil en los países que tienen menos costos, que son los de la OPEP más aliados.
Y todo eso estaba determinando que los precios estuvieran subiendo. Me parece que era un mensaje contraproducente para la sociedad porque la opinión pública es verde y hay que decirle claramente que, en esta transición, asumiendo incluso la transición de intrafósiles, del gas natural, pasaremos a escenarios de energías más caras.
(Publicado originalmente en la edición impresa de Mercado)