La antigua colonia británica y ciudad-estado independiente desde 1965, tiene mucho de que estar orgullosa. Su economía, la extensión de sus finanzas y el desarrollo tecnológico, pero sobre todo, su régimen democrático impulsado por el veterano líder Lee Kuan Yew (quien fuera Primer Ministro hasta hace pocas semanas).
Pero ahora sumó otra joya a su corona: la velocidad y eficiencia con que respondió a la pandemia que asola el mundo, y que comenzó en la cercana China. En dos meses, el coronavirus ha dejado miles de muertos en China, en países asiáticos y en toda Europa. Y ahora ha comenzado su viaje letal por el continente americano.
El virus atacó a Singapur entre el pelotón de primeros países en sufrir esta desoladora visita. En pocas semanas después de su aparición en Wu Han, En Singapur había 12 personas infectadas. De inmediato se puso en marcha la maquinaria probada en el 2002 contra el SARS. La extensa base de datos que se utilizó aquella vez, fue el punto de partida. Pronto se logró establecer la cadena de transmisión de una persona a otra. Al comenzar febrero, cualquier persona que ingresaba a una oficina gubernamental debía explicitar sus recientes contactos para lograr hacer el trámite pretendido.
Entre tanto, mientras se perfeccionaba la habilidad para detectar casos, se desarrollaba el sistema de testeo con ácido nucleico. En apenas tres horas, mientras la persona quedaba en aislamiento, se podía establecer si había o no infección.
Todo lo contrario a lo que se hizo al inicio del proceso en Estados Unidos, donde con mucha arrogancia se argumentó que era un virus chino, distante. Hasta que la bomba explotó dentro de todo el país. Ahora, el ojo de la tormenta está en Europa y en América.