La alarma debería haber sonado en 2003 co la epidemia de SARS, o síndrome severo respiratorio agudo. En aquel entonces un coronavirus – así llamado porque mirado bajo el microscopio sus moléculas se proyectan sobre ls superficie simulando una corona — saltó del gato y el coyote en los mercados de Guangdong, China, pasó a Hong Kong y de ahí se propagó por los países del mundo. Para cuando se logró detener la epidemia – eliminando a los animales del mercado y aislando a los infectados – se habían registrado 8.098 casos y 774 muertes.
Nueve años después, en 2012, apareció otro coronavirus, el MERS, que se difundió por toda la península arábiga. En este caso el virus se originó en dromedarios, un tipo de camello. Como el Medio Oriente no va a matar a todos sus valiosos animales, el MERS sigue siendo una amenaza regional de salud pública.
Ambos coronavirus fueron los presagios de lo que vendría, aunque a diferencia de lo que ocurre con la Covid-19 que se transmite desde portadores que pueden no saber que lo tienen, SARS y MERS no son altamente infecciosos hasta el quinto o sexto día de enfermedad sintomática.
SARS, MERS y una serie de otros brotes recientes – la epidemia de gripe H1N1 en 2009 que comenzó en México, la epidemia del Ébola 2014-16 en África occidental, la propagación del virus Zika en 2015-16 desde las islas del Pacífico hasta América del Norte y del Sur se diferenciaron en gravedad, transmisión y características clínicas. Pero todos tuvieron algo en común: llegaron como sorpresa. Y eso no debió ocurrir, dicen Michael Osterholm y Mark Olshaker en un informe que publican en Foreign Affairs.
Desde hace años los epidemiólogos y expertos en salud pública vienen reclamando el desarrollo de planes concretos para manejar los primeros meses y años de una pandemia. Osterholm publicó en 2005 “Preparing for the Next Pandemic”. El plan, cuya necesidad se ve ahora con toda claridad, debía comprender al sector público y privado y a los sectores de la salud y la producción. UN plan que anticipe el colapso del comercio mundial.
Pero ningún gobierno prestó oídos a esos reclamos y el nuevo coronavirus también llegó como una sorpresa.