Multinacionales españolas, un auge que pocos hubieran esperado

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Hace seis meses, Banco Santander Central Hispano (BSCH) ofrecía US$ 2.400 millones por Sovereign Bank, Filadelfia. En vísperas de esta primavera boreal, arrecia en la Unión Europea una polémica desatada por el expansionismo hispánico.

En el caso Sovereign, BSCH tomó 20% con una opción preferencial para adquirir el resto al cabo de dos años. Algunos observadores, lógicamente, vieron la operación como parte de la ola de fusiones y adquisiciones (F&A) que va transformando la banca minorista norteamericana. El analista Mauro Guillén está seguro de que es mucho más que eso.

Profesor de management en la escuela de negocios Wharton (universidad de Pennsilvania), ha estado siguiendo la estrategia de BSCH -o sea, Grupo Santander-, una entidad cuyos orígenes remontan a mediados del siglo XIX. Especialmente desde que, a principios de los años 80, inició la expansión fuera de la península ibérica. Pero su interés se agudizó cuando, a mediados de 2004, Santander anunció la compra de Abbey National, un banco británico con 18 millones de clientes.

Esa movida ha sido la más ambiciosa de BSCH hasta ahora y lo ubicó entre las diez mayores bancos del mundo. Pero el caso Sovereign implica una vuelta de tuerca estratégica: ingresar en el sector minorista estadounidiense, uno de los más peleados en el mundo. “Es un ejemplo de crecimiento y determinación. España –anota Guillén- cuenta con varios bancos, pero apenas dos o tres son exitosos”.

A criterio del experto, “el mercado de banca minorista norteamericano es una presa atractiva. Los mejores en este negocio son británicos, holandeses y españoles. Ellos irán aumentando participación en ese segmento, BSCH en primer lugar”. El tema se despliega en un reciente trabajo editado por Wharton, “Rise of Spanish multinationals”.

Por cierto, desde 1990/1, empresas y bancas hispánicas han ido globalizádose en varios sectores, con consecuencias económicas, financieras, tecnolópgiocas, sociales y políticas. Especialmente en Hispanoamerica, pero con crecientes efectos en la Unión Europea y alrededores. A propósito de esto, a principios de febrero el “Economist” citaba el caso de la constructora Ferrovial, participante en una licitacióne la British Airport Authority.

Las tensiones internas entre globalización hacia fuera y nacionalismo hacia dentro (también se notaban en el escándalo de los puertos estadouniudenses) revelan que, en la nueva fase, los empresarios españoles –subrayan dos colegas de Guillén en Wharton- se las ven con rivales dentro de la UE. La oferta de la alemana E.On por la eléctrica Endesa (US$ 34.700 millones) amenazaba desplazar la de Gas Natural (30% inferior). En pos de más fondos, GN apeló a Enel, la eléctrica italiana, pero Madrid salió a bloquear ambos intentos con argumentos “patrióticos”. De inmediato, la Comisión Europea censuró la actitud del gobierno.

Aparte de BSCH o Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA), los grupos trasnacionales abarcan Telefónica (cuarta en el planeta, primera en Latinoamérica), Repsol-YPF, novena petrolera mundial –ya atrae interesados en comprarla-, Ibedrola, etc. “Debe notarse que España es una economía relativamemnte pequeña y aporta apenas 2% al producto bruto global”, puntualiza Guillén.

Esta expansión hacia el exterior arranca cuando el país ingresa a la Unión Europea (1986). Desde entonces, en no poca medida merced a subsidios otorgados por Bruselas –aspecto que suele pasarse por alto-, el país se lanzó a la apertura comercial y financiera. “Algunas compañías cayeron, otras resistieron y prosperaron”, observa el analista-

Existe un elemento adicional. La peseta española, que andaba a los bandazos desde el siglo XIX, comenzó a ser substituida desde 1994 por el euro, que se convirtió en moneda única en 1998. Como Irlanda, Portugal y el Benelux, España fue beneficiada por el cambio mucho más que el resto de la Eurozona. “De 1993 a 2005, las empresas españolas colocaron casi US$ 220.000 millones afuera. A inicios de los años 80, el país figuraba vigésimo como fuente de inversión externa directa pero, hacia 2002, era ya el décimo”.

La presencia de capitales en Hispanoamérica -término que no equivale a “Latinoamérica”- responde, en varios planos, a la comunidad de lenguaje y cultura. “Más allá de acentos nacionales y regionales, el castellano se comprende sin problemas desde el sur de Estados Unidos hasta Tierra del Fuego. Es una ventaja inestimable en contactos, ventas, marketing y publicidad”, señala Guillén. Paralelamente, la mayor presencia econónica de los españoles ha empezado a dar frutos geopolíticos: varios países hispanoamericanos se vuelven cada vez a Madrid que a Washington.

En el caso Sovereign, BSCH tomó 20% con una opción preferencial para adquirir el resto al cabo de dos años. Algunos observadores, lógicamente, vieron la operación como parte de la ola de fusiones y adquisiciones (F&A) que va transformando la banca minorista norteamericana. El analista Mauro Guillén está seguro de que es mucho más que eso.

Profesor de management en la escuela de negocios Wharton (universidad de Pennsilvania), ha estado siguiendo la estrategia de BSCH -o sea, Grupo Santander-, una entidad cuyos orígenes remontan a mediados del siglo XIX. Especialmente desde que, a principios de los años 80, inició la expansión fuera de la península ibérica. Pero su interés se agudizó cuando, a mediados de 2004, Santander anunció la compra de Abbey National, un banco británico con 18 millones de clientes.

Esa movida ha sido la más ambiciosa de BSCH hasta ahora y lo ubicó entre las diez mayores bancos del mundo. Pero el caso Sovereign implica una vuelta de tuerca estratégica: ingresar en el sector minorista estadounidiense, uno de los más peleados en el mundo. “Es un ejemplo de crecimiento y determinación. España –anota Guillén- cuenta con varios bancos, pero apenas dos o tres son exitosos”.

A criterio del experto, “el mercado de banca minorista norteamericano es una presa atractiva. Los mejores en este negocio son británicos, holandeses y españoles. Ellos irán aumentando participación en ese segmento, BSCH en primer lugar”. El tema se despliega en un reciente trabajo editado por Wharton, “Rise of Spanish multinationals”.

Por cierto, desde 1990/1, empresas y bancas hispánicas han ido globalizádose en varios sectores, con consecuencias económicas, financieras, tecnolópgiocas, sociales y políticas. Especialmente en Hispanoamerica, pero con crecientes efectos en la Unión Europea y alrededores. A propósito de esto, a principios de febrero el “Economist” citaba el caso de la constructora Ferrovial, participante en una licitacióne la British Airport Authority.

Las tensiones internas entre globalización hacia fuera y nacionalismo hacia dentro (también se notaban en el escándalo de los puertos estadouniudenses) revelan que, en la nueva fase, los empresarios españoles –subrayan dos colegas de Guillén en Wharton- se las ven con rivales dentro de la UE. La oferta de la alemana E.On por la eléctrica Endesa (US$ 34.700 millones) amenazaba desplazar la de Gas Natural (30% inferior). En pos de más fondos, GN apeló a Enel, la eléctrica italiana, pero Madrid salió a bloquear ambos intentos con argumentos “patrióticos”. De inmediato, la Comisión Europea censuró la actitud del gobierno.

Aparte de BSCH o Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA), los grupos trasnacionales abarcan Telefónica (cuarta en el planeta, primera en Latinoamérica), Repsol-YPF, novena petrolera mundial –ya atrae interesados en comprarla-, Ibedrola, etc. “Debe notarse que España es una economía relativamemnte pequeña y aporta apenas 2% al producto bruto global”, puntualiza Guillén.

Esta expansión hacia el exterior arranca cuando el país ingresa a la Unión Europea (1986). Desde entonces, en no poca medida merced a subsidios otorgados por Bruselas –aspecto que suele pasarse por alto-, el país se lanzó a la apertura comercial y financiera. “Algunas compañías cayeron, otras resistieron y prosperaron”, observa el analista-

Existe un elemento adicional. La peseta española, que andaba a los bandazos desde el siglo XIX, comenzó a ser substituida desde 1994 por el euro, que se convirtió en moneda única en 1998. Como Irlanda, Portugal y el Benelux, España fue beneficiada por el cambio mucho más que el resto de la Eurozona. “De 1993 a 2005, las empresas españolas colocaron casi US$ 220.000 millones afuera. A inicios de los años 80, el país figuraba vigésimo como fuente de inversión externa directa pero, hacia 2002, era ya el décimo”.

La presencia de capitales en Hispanoamérica -término que no equivale a “Latinoamérica”- responde, en varios planos, a la comunidad de lenguaje y cultura. “Más allá de acentos nacionales y regionales, el castellano se comprende sin problemas desde el sur de Estados Unidos hasta Tierra del Fuego. Es una ventaja inestimable en contactos, ventas, marketing y publicidad”, señala Guillén. Paralelamente, la mayor presencia econónica de los españoles ha empezado a dar frutos geopolíticos: varios países hispanoamericanos se vuelven cada vez a Madrid que a Washington.

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