Los autores, Ulrich Beck, profesor de sociología en la Universidad de Munich y Anthony Giddens ex-director de la London School of Economics, esperaban estimular el diálogo a través de esos medios y también provocar respuestas directas con esta movida realizada en octubre de 2005.<br /> <br /> “La propuesta constitución europea ha muerto. Los pueblos de Francia y Holanda se han pronunciado. Pero ¿qué sentimientos subyacen a ese “no” y ese “ni”? Es probable que una confusión de ideas y sentimientos: ‘Socorro, ya no entendemos a Europa’; ‘¿Dónde están sus fronteras?’; ‘Europa no nos ayuda lo suficiente’; ‘Nuestro modo de vida se hunde.’ <br /> <br /> La constitución ha muerto. Viva…! ¿qué? Tendrán que decidir los pro-europeos. No deberíamos permitir que los euro-escépticos se adueñen de la agenda. Tenemos que reaccionar y afrontar el ‘no’ de manera positiva y constructiva. <br /> La UE es el experimento más original y exitoso en creación de instituciones políticas desde la Segunda Guerra Mundial. Reunió a Europa después de la caída del Muro de Berlín. Llevó el cambio político hasta Ucrania y Turquía; y no, como en el pasado, por medios militares sino pacíficos. Mediante sus innovaciones económicas, participó en el proceso que llevó prosperidad a millones, aunque el reciente nivel de crecimiento sea un tanto decepcionante. Ayudó a uno de los países muy pobres de Europa, Irlanda, a figurar entre los más ricos. Fue un instrumento importante en el retorno a la democracia de España, Portugal y Grecia, países que antes habían sido dictaduras. <br /> <br /> Sus defensores suelen decir que la UE logró mantener la paz en Europa durante más de cincuenta años. La afirmación es dudosa. La OTAN y la presencia de Estados Unidos fueron en eso mucho más importante. Pero lo que logró la Unión es, en realidad, más profundo. Puso de cabeza influencias malignas en la historia europea– nacionalismo, colonialismo, aventurerismo militar. Instauró o apoyó instituciones – como la Corte Europea por los Derechos Humanos – que no sólo rechazan sino legislan contra los mismos barbarismos que han marcado el propio pasado de Europa. <br /> <br /> <strong>Lo que preocupa </strong><br /> <br /> No es el fracaso de la UE sino sus éxitos lo que preocupa a la gente. La reunificación de Europa occidental y oriental habría parecido un sueño imposible hace menos de veinte años. Pero incluso en los nuevos estados miembro la gente pregunta: ‘¿dónde termina todo esto’? Hasta para los que más se benefician, la UE puede parecer un agente de globalización más que un medio de adaptar y remodelar el continente. <br /> <br /> Esos sentimientos tienden a estimular un retorno emocional al aparente refugio seguro de la nación. Sin embargo, si la UE fuera abolida de la noche a la mañana, la gente se sentiría menos y no más segura en sus identidades nacionales y culturales. Digamos, por ejemplo, que los euro-escépticos en Gran Bretaña se salieran con la suya y el Reino Unido abandonara la UE. ¿Tendrían los británicos una sensación más clara de identidad? ¿Tendrían más soberanía para manejar sus propios asuntos? <br /> <br /> La respuesta a ambas preguntas es “no”. Los escoceses y galeses seguramente seguirían mirando hacia la UE, algo que podría conducir al desmembramiento del Reino Unido. Y Gran Bretaña – o Inglaterra – no ganaría sino perdería soberanía, si la entendemos como poder real para ejercer influencia en el mundo. Porque muchos planteos y problemas se originan hoy por encima del nivel del estado-nación y no pueden resolverse dentro de las fronteras nacionales. <br /> <br /> La paradoja es que, en el mundo contemporáneo, el pensamiento nacionalista o aislacionista puede ser el peor enemigo de la nación y sus intereses. La UE es un área donde soberanía formal puede cambiarse por poder real, protección de culturas nacionales y mayor éxito económico. La UE está en mejor posición para promover intereses nacionales que las propias naciones actuando cada una por su lado: en comercio, inmigración, legislación y seguridad, medio ambiente, defensa y muchas otras áreas. <br /> <br /> Debemos comenzar a ver a la UE no como una ‘nación inconclusa’ o un ‘estado federal incompleto’ sino como un nuevo tipo de proyecto cosmopolita. La gente le teme, con razón, a un posible súper-estado federal. Una Europa resurgente no puede pararse sobre las ruinas de las naciones. La persistencia de la nación es condición necesaria para una Europa cosmopolita; y hoy, por las razones que se acaban de dar, lo contrario también es cierto. Por mucho tiempo el proceso de integración europea se realizó principalmente eliminando diferencias. Pero unidad no es lo mismo que uniformidad. Desde el punto de vista cosmopolita, la diversidad no es el problema sino la solución.
<strong>Tres preguntas clave </strong><br />
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Luego del bloqueo de la constitución, el futuro de la UE de pronto parece amorfo e incierto. ¡Pero no debería ser así! Los pro-europeos deberían formularse tres preguntas: ¿Queremos una Europa que defienda sus valores en el mundo? ¿Queremos una Europa que sea económicamente fuerte? ¿Queremos una Europa que sea socialmente justa? Las preguntas son casi retóricas, porque todo aquel que desea el éxito de la UE debe contestar positivamente las tres. <br />
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Luego se desprenden varias consecuencias bastante concretas. Para que Europa sea oída y valorada en la escena mundial, no podemos declarar el fin de la expansión ni dejar como está el sistema de gobernancia de la Unión. La expansión es el instrumento de política exterior más poderoso que tiene, un medio para promover la difusión de la paz, la democracia y la apertura de los mercados. Es prácticamente imposible, por ejemplo, aspirar a estabilizar los Balcanes si se les corta la perspectiva de entrar a la UE. Si surgieran más conflictos en esa zona sería el desastre. La UE perderá una enorme posibilidad de influir geopolíticamente si deja afuera a Turquía. <br />
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Consideraciones similares atañen a la gobernancia. La UE no puede desempeñar un papel global eficaz sin más innovación política. La propuesta que la UE tenga un solo ministro de relaciones exteriores debería mantenerse vigente. Para la toma conjunta de decisiones hacen falta medios más eficaces que el complicado método heredado de los acuerdos de Niza. Y las propuestas en la constitución para realizar más consultas con parlamentos nacionales antes de instituir políticas para la Unión seguramente son democráticas y sensatas. <br />
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La influencia política y diplomática, sin embargo, siempre refleja poder económico. Es aquí, por sobre todo lo demás, que los pro-europeos deben instar a la acción a la Comisión y a los líderes de los estados-nación. Sabemos que los votos del ‘no’ en Francia y Países Bajos fueron motivados principalmente por ansiedades sociales y económicas – ansiedades derivadas de los mayores temores mencionados más arriba. A pesar de sus otros éxitos, los resultados de la Unión Europea en lo económico no son suficientemente buenos. Tiene niveles de crecimiento mucho menores que los de Estados Unidos, para no mencionar a países menos desarrollados como India y China. Hay 20 millones de desempleados en la UE y otros 93 millones de personas económicamente inactivas, muchas de las cuales desearían trabajar si pudieran. <br />
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Además las presiones del mercado mundial crecen implacablemente. 45% de los productos manufacturados en el mundo ahora se hacen en los países en desarrollo, contra menos de 10% en 1970. Esta proporción seguramente aumentará todavía más. Con el abaratamiento de la tecnología de información, muchos servicios también pueden ser transferidos a países de ultramar. La tercerización de los “<em>call centers</em>” en India es sólo el comienzo de lo que podría ser una tendencia mucho más amplia. <br />
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Europa, sencillamente, debe prepararse para el cambio. Pero paralelamente a las reformas, debemos preservar — y ciertamente profundizar — nuestra preocupación por la justicia social. El Primer Ministro británico, Tony Blair, acaba de pedir un debate europeo sobre este tema. Creemos que su reclamo es correcto. Algunos países han tenido un éxito notable al combinar crecimiento económico con altos niveles de igualdad y protección social, especialmente los nórdicos. Veamos lo que el resto de Europa puede aprender de ellos y de otros países exitosos en el mundo. <br />
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Escribimos en calidad de defensores de la constitución, por larga y poco elegante que sea. Pero su rechazo permite – esperemos que fuerce – a los europeos mirar de frente algunas realidades básicas y darles respuesta. La Unión europea puede ser una – o tal vez “la” – mayor influencia en la escena global de este siglo. Es lo que los pro-europeos deberían querer que ocurra. Dejemos que ocurra.