Cuando el déficit de EE.UU. era una ventaja geopolítica

Revisar los desaciertos en el pronóstico a veces ilustra sobre cuán distante de la realidad estaba la corriente principal de opinión. “La exitosa expansión de las multinacionales con sede en Estados Unidos contribuye a nuestros desequilibrios comerciales y en cuenta corriente, pero es un signo de prosperidad.” (Publicado en Mercado en abril de 2005, hace 4 años).

8 abril, 2009

Esto es lo que sostiene un amplio an&aacute;lisis de la consultora McKinsey, donde expertos propios &ndash;siguiendo los pasos de Alan Greenspan, jefe de la Reserva Federal&ndash; y su ide&oacute;logo, Benjamin Bernanke (miembro del directorio) califican de &ldquo;comprensibles pero erradas&rdquo; las cr&iacute;ticas contra la ola de importaciones. En esencia, esta nueva postura sostiene que, de alg&uacute;n modo, ingresos y utilidades de compa&ntilde;&iacute;as estadounidenses en el resto de mundo debieran integrarse a la balanza de pagos nacional.<br />
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Convalidando esa tesis, la misma fuente esgrime cifras seg&uacute;n las cuales aproximadamente un tercio del d&eacute;ficit en cuenta corriente resulta del intercambio con subsidiarias de firmas estadounidenses en el exterior. Esto incluye sectores que tercerizan mano de obra afuera, lo cual lleva a un curioso corolario: la exportaci&oacute;n de puestos laborales ser&iacute;a, en realidad, una forma de mantener o elevar empleo en el sector privado &ldquo;globalizado&rdquo;. <br />
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&iquest;D&oacute;nde est&aacute; el valor agregado?<br />
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Ese tipo de actividades agrava t&eacute;cnicamente los desequilibrios externos del pa&iacute;s, pero &ndash;al mismo tiempo&ndash; les genera valor agregado a empresas, accionistas y clientes residentes en Estados Unidos. Desde esa &oacute;ptica, por cierto, el comercio entre filiales extranjeras puede incidir en la balanza de pagos.<br />
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Por tanto, si una automotriz de Detroit arma coches en M&eacute;xico, exportando hacia ah&iacute; componentes, y luego reexporta a Estados Unidos parte de los veh&iacute;culos terminados, sus ganancias debieran aparecer en el haber de la cuenta corriente nacional. Sin embargo, las unidades provenientes de M&eacute;xico se contabilizan como importaciones estadounidenses, aun cuando hayan sido fabricadas por empresas norteamericanas y contengan componentes de igual origen.<br />
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A criterio de Bernanke, Greenspan, Robert Barbera y otros adherentes a las nuevas teor&iacute;as, tan intricada mara&ntilde;a de causas y efectos desactualiza las interpretaciones convencionales sobre d&eacute;ficit en cuenta corriente. En realidad, todo impacto neto negativo que las actividades empresariales en el exterior tengan sobre la balanza de pagos debe sopesarse en t&eacute;rminos del valor agregado total que generan puertas adentro. <br />
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De acuerdo con el estudio aludido, las subsidiarias extranjeras representan casi 25% de utilidades en multinacionales estadounidenses y a&ntilde;aden unos US$2,7 billones anuales en capitalizaci&oacute;n de mercado a sus matrices.<br />
Ajenos a esas concomitancias, quienes proponen la redefinici&oacute;n de &ldquo;cuenta corriente&rdquo; aceptan, por otra parte, que el resto del rojo en pagos externos debe encararse v&iacute;a acuerdos bilaterales de comercio y paulatino control del d&eacute;ficit fiscal. Ya no tendr&aacute;n sentido medidas proteccionistas, sostiene esta escuela. <br />
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Aspectos pol&iacute;ticos</strong><br />
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Pero en este punto surge otro obst&aacute;culo pol&iacute;tico: los subsidios directos e indirectos a la producci&oacute;n agr&iacute;cola estadounidense no tienen que ver con el equilibrio de intercambios sino con votos. Lo mismo ocurre en la Uni&oacute;n Europea. <br />
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No concluyen ah&iacute; los aspectos pol&iacute;ticos: &ldquo;La cuenta corriente mide el flujo concreto de bienes y servicios m&aacute;s all&aacute; de las fronteras. No tiene presentes &ndash;se&ntilde;ala el an&aacute;lisis de McKinsey&ndash; nacionalidad ni propiedad en ambas puntas de la transacci&oacute;n. En los a&ntilde;os &rsquo;40 (se cita aqu&iacute; a Bernanke), al generarse los m&eacute;todos para calcular la balanza de pagos, pocas compa&ntilde;&iacute;as operaban fuera de sus pa&iacute;ses de origen. As&iacute;, se importaban rubros producidos por firmas extranjeras y se exportaban bienes producidos por connacionales&rdquo;. <br />
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Estas categor&iacute;as ya no tienen vigencia, afirman Bernanke y fuentes afines. Un creciente n&uacute;mero de empresas ha ido expandi&eacute;ndose fuera de Estados Unidos v&iacute;a subsidiarias. En la balanza de pagos, todo intercambio de bienes, servicios o ingresos entre una filial, la matriz, otras firmas norteamericanas o el mercado local, se contabiliza todav&iacute;a como exportaci&oacute;n, importaci&oacute;n o flujo de caja. Pero esas subsidiarias tienden a ser parte de la econom&iacute;a estadounidense.<br />
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Expertos m&aacute;s cautos siguen, empero, preocupados por los amplios desequilibrios globales de esa econom&iacute;a. El enorme rojo comercial va en v&iacute;as de aumentar este a&ntilde;o, lo cual a su vez engrosar&aacute; el todav&iacute;a mayor rojo de pagos externos y su correlato, el endeudamiento federal. No es factible que las exportaciones restablezcan el equilibrio en 2005, pues la Uni&oacute;n Europea y Jap&oacute;n muestran exiguas tasas de crecimiento. Sea cual fuere la conducta de las subsidiarias extranjeras de empresas norteamericanas.

<strong>No es tan seria la cosa</strong><br /><br />Como consecuencia de lo dicho, las importaciones estadounidenses se expandir&aacute;n mucho m&aacute;s r&aacute;pido que las exportaciones al resto del mundo, en particular a las potencias econ&oacute;micas rivales. Con importaciones que casi doblan las exportaciones, Estados Unidos debiera elevar &eacute;stas a ritmo febril para siquiera empezar a reducir el d&eacute;ficit comercial. Esto no cambiaria mucho si, por efectos de una contabilidad diferente, se licuara 25% de las importaciones atribuibles al intercambio dentro de las trasnacionales.<br /><br />&ldquo;El mundo a&uacute;n depende demasiado del gasto norteamericano, incluso en bienes de consumo&rdquo;, recuerda Global Insight, firma experta en pron&oacute;sticos macroecon&oacute;micos. &ldquo;Pero seguimos agravando desequilibrios propios, de modo que &ndash;a nuestra vez&ndash; dependemos cada vez m&aacute;s del flujo inversor ex&oacute;geno&rdquo;.<br /><br />En registro opuesto, Greenspan y Bernanke sostienen que el endeudamiento r&eacute;cord no plantea problemas serios. Seg&uacute;n la teor&iacute;a lanzada por el primero en 2004, &ldquo;el d&eacute;ficit comercial y en cuenta corriente no deben preocupar&rdquo;. El jefe del ente emisor, aun hoy afirma: &ldquo;La creciente globalizaci&oacute;n comercial y financiera permite a Estados Unidos importar o tomar prestado mucho m&aacute;s que hace dos d&eacute;cadas&rdquo;. Pero, observa Robert Kuttner, &ldquo;igual se trata de fondos ajenos, cuyo financiamiento eleva el propio pasivo&rdquo;.<br /><br />Para Greenspan, el mundo vive &ldquo;un cambio por &uacute;nica vez en el grado de globalizaci&oacute;n e innovaci&oacute;n. Eso altera, temporariamente, los par&aacute;metros espec&iacute;ficos para evaluar desequilibrios econ&oacute;micos&rdquo;. Es como si bastase una reforma contable para diluir p&eacute;rdidas o mutarlas en utilidades.<br /><br />En febrero &uacute;ltimo, Bernanke fue m&aacute;s lejos, atribuyendo el creciente d&eacute;ficit comercial y el mayor endeudamiento externo no ya a las filiales extranjeras de conglomerados, sino a &ldquo;una saturaci&oacute;n de ahorro interno en Asia oriental y la mayor&iacute;a del mundo&rdquo;.<br /><br /><strong>&iquest;O s&iacute;?</strong><br /><br />Por supuesto, estas ideas son rebatidas por la mayor&iacute;a de los analistas dentro y fuera de Estados Unidos. Seg&uacute;n ellos, los crecientes d&eacute;ficit comercial, fiscal y de pagos externos est&aacute;n acentuando peligrosamente la debilidad del d&oacute;lar, sin que este factor impulse las exportaciones norteamericanas (como debiera hacerlo). Este proceso conduce a un aumento de tasas largas cada vez que los mercados se desprenden de bonos federales. En otras palabras, hay menos inter&eacute;s en comprar deuda estadounidense, salvo entre fondos especulativos.<br /><br />En general, se estima que el d&eacute;ficit comercial lleg&oacute; a US$600.000 millones en 2004, o sea casi 6% del producto bruto interno. Por su parte, el d&eacute;ficit en cuenta corriente y el fiscal, sumados, representan m&aacute;s de 20% del PBI. A&ntilde;adiendo el endeudamiento de los consumidores (US$7,4 billones), se llega a casi todo el PBI. Por otra parte, los expertos anticipan que los d&eacute;ficit continuar&aacute;n ampli&aacute;ndose, especialmente si la econom&iacute;a estadounidense mantiene el moderado repunte actual, que contrasta con el estancamiento en la Uni&oacute;n Europea o el lento crecimiento de Jap&oacute;n.<br /><br />Greenspan admite que los desequilibrios no pueden proseguir indefinidamente. Igual, cree que Estados Unidos continuar&aacute; captando m&aacute;s fondos ex&oacute;genos que en el pasado, porque &ldquo;la globalizaci&oacute;n ha reducido mucho la tendencia de individuos y empresas a invertir primordialmente en sus propios pa&iacute;ses. Esta globalizaci&oacute;n &ndash;proclama&ndash; es una extensi&oacute;n de la divisi&oacute;n internacional del trabajo y la especializaci&oacute;n fuera de fronteras nacionales. Todo eso es claramente la clave de nuestra <br /><br /><strong>Bernanke y su tesis</strong><br /><br />Un punto de vista aun menos convencional es el ofrecido por Bernanke. En lugar de atribuir la creciente brecha en pagos externos al escaso ahorro interno en Estados Unidos o la presi&oacute;n comercial asi&aacute;tica, lo explica en virtud de una &ldquo;enorme acumulaci&oacute;n de ahorro interno en econom&iacute;as en desarrollo. Generada, durante los &uacute;ltimos diez a&ntilde;os, por una combinaci&oacute;n de factores&rdquo;. <br /><br />Am&eacute;n de Asia oriental y sudoriental, Bernanke supone que el fen&oacute;meno incluye Latinoam&eacute;rica e, incre&iacute;blemente, lo relaciona con las crisis sufridas desde 1997 por varias econom&iacute;as de la zona. &ldquo;Muchos pa&iacute;ses se convirtieron en exportadores netos de capital, pues los inversores los abandonaban en pos de mejores lugares para colocarse y los bancos centrales constitu&iacute;an colchones de reservas contra futuras crisis&rdquo;.<br /><br />Pero lo primero era una fuga de capitales oportunistas, no un exceso de ahorro interno, y lo segundo ocurri&oacute; en escasas ocasiones. Por otra parte, esas econom&iacute;as carec&iacute;an de recursos suficientes para influir en los flujos de capitales hacia Estados Unidos. Bernanke admite que la afluencia de importaciones ha &ldquo;achicado&rdquo; la manufactura norteamericana y su potencial exportador. Pero, como Greenspan, supone que los desequilibrios ir&aacute;n reajust&aacute;ndose gradualmente por cuenta propia. &ldquo;No veo motivos para que ese proceso no sea suave&rdquo;, dijo. Ning&uacute;n economista parece tomar en serio ambas disertaciones.<br /><br />El complejo planteo involucrado en estas tesis y las de McKinsey se apoya en la naturaleza proteica de las inversiones internacionales. Hasta principios de los &rsquo;90, casi toda la inversi&oacute;n externa directa (IED) se dirig&iacute;a a las zonas m&aacute;s industrializadas del mundo: Uni&oacute;n Europea, Jap&oacute;n y Estados Unidos. La &uacute;nica excepci&oacute;n notable era el bloque de pa&iacute;ses petroleros.<br /> <br /><strong>Dos cambios</strong><br /><br />Desde hace m&aacute;s de 12 a&ntilde;os, empero, se han operado dos cambios importantes. Primero, los flujos de IED han ido pasando de 0,7 (1992) a 1,5% del producto bruto global (PBG, 2003). Segundo, la eliminaci&oacute;n de trabas comerciales y el desarrollo tecnol&oacute;gico (comunicaciones, transportes) ha generado nuevas formas de comercio, particularmente en el mundo en desarrollo. La IED a esos mercados representa todav&iacute;a menos de la mitad del total mundial y su ritmo expansivo es irregular. <br /><br />Esta visi&oacute;n optimista subraya que, como en econom&iacute;as avanzadas, la mayor&iacute;a de la IED en econom&iacute;as en desarrollo tiene por objeto desarrollar o cubrir nuevos mercados. No obstante, una parte peque&ntilde;a &ndash;aunque en avance&ndash; se orienta a la eficiencia de costos. En otras palabras, aprovecha mano de obra y otros insumos baratos para producir bienes y servicios de exportaci&oacute;n. Como lo demuestra la maquila mexicana, esta tendencia promueve grandes flujos comerciales entre subsidiarias extranjeras, sus matrices y el mercado estadounidense (aunque no beneficie tanto a M&eacute;xico). Este proceso, insisten los expertos de McKinsey, tiene profundas implicancias en la cuenta corriente.<br /> <br />Pero ocurre que similares tendencias se registran en otras econom&iacute;as centrales. Verbigracia, Jap&oacute;n (30 de las 50 mayores empresas son multinacionales), Surcorea o la propia Eurozona. Ahora bien &iquest;por qu&eacute; no se postula en esos pa&iacute;ses la reforma de los m&eacute;todos para calcular la balanza de pagos?… En parte, porque sus compa&ntilde;&iacute;as tienen en promedio apenas la mitad de filiales extranjeras que sus equivalentes estadounidenses.<br /><br />En s&iacute;ntesis, quienes auspician la &ldquo;globalizaci&oacute;n&rdquo; de la cuenta corriente norteamericana o su correlato, la &ldquo;internalizaci&oacute;n&rdquo; de las actividades de multinacionales fuera del pa&iacute;s, est&aacute;n en realidad planteando no un problema t&eacute;cnico ni comercial ni de pagos. M&aacute;s bien, proponen &ndash;quiz&aacute; sin advertirlo&ndash; un continuum geoecon&oacute;mico cifrado en las redes de las grandes transnacionales con sede en Estados Unidos.

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