<p>Si hubiera un momento de silencio, lo esencial sería perceptible. Lo que está en juego es –poco más o menos– sencillamente quién estará en capacidad de controlar las grandes cadenas de televisión para las elecciones presidenciales de 2011.<br />
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Los grandes protagonistas de esta contienda lo ven con toda claridad, especialmente el Gobierno. Que el plazo, aunque resulte ridículo, de un año para desinvertir –plazo para aquellos que tendrían que desprenderse de activos con el nuevo régimen de la ley– sea el gran punto de pelea donde parece que se juega todo, así lo demuestra.<br />
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En el medio quedan montones de verdades a medias. No es cierto que se trate de reemplazar una ley de la dictadura. Quien se ocupe de leer el texto original de esa ley, y de entender la maraña de decretos y disposiciones que la cambiaron durante más de dos décadas, comprobará que nada queda de aquella norma invocada y que en su reemplazo hay un sistema de parches, que sin duda reclama una ley actualizada.<br />
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Una ley que no se haga con la intención casi exclusiva de golpear a un grupo de medios y menos aún con la vocación de entronizar a amigos del Gobierno en posición de influir sobre la opinión pública.<br />
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Una ley que –por lo menos en el texto original– tiene muchos puntos rescatables y hasta encomiables. Pero que no puede tener como órgano de aplicación a uno manejado por el Gobierno de turno con poder de vida o muerte sobre la vida útil de las licencias otorgadas.<br />
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El papel del Gobierno y de sus legisladores alineados es claro: el texto mejor para satisfacer los propios intereses antes del 10 de diciembre, cuando cambiará la composición del Parlamento. En cambio, la oposición, más dispersa, está atrapada en un dilema de hierro: tiene miedo de ser sospechosa de apoyar en particular a un grupo de medios, o de no ser progresistas o de pretender mantener una ley de la dictadura.<br />
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La mayoría preferiría un debate más sereno, con tiempos parlamentarios adecuados, y con el verdadero afán de tener una buena ley. Pero ignoran el perfil del principal impulsor del proyecto.<br />
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A Néstor Kirchner le pueden decir que “quiere conculcar la libertad de expresión”, “favorecer el capitalismo de amigos” o cualquier otra acusación que haría palidecer a otro dirigente político. Pero no a él. Es blindado. Su mejor respuesta puede ser: “Sí, ¿y qué?”. Su íntimo convencimiento –equivocado, por cierto– es que las elecciones de junio se perdieron por culpa de la cerrada oposición de la prensa, y en especial de la TV.<br />
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Ese rasgo de la personalidad del santacruceño no termina de ser interpretado por la oposición que pasa de argumentos principistas –muy loables– a una confusión sobre lo que está en juego. Y en la radicalización de la guerra, los que no sepan diferenciarse pueden quedar entre dos fuegos. La más dura campaña opositora al Gobierno es sin duda la campaña publicitaria de Clarín, con este<em> leit motiv: </em>“La realidad se puede tapar o se puede hacer tapa”. Una tibieza exagerada de los opositores tendrá consecuencias para ellos cualquiera sea el mapa de los medios que quede después de este debate.<br />
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Tal vez el aspecto más deficitario de la nueva propuesta de ley es que no contempla el implacable avance de la tecnología transformadora en los últimos lustros. Ahora sabemos que la estrechez del espectro puede ampliarse sustancialmente, entendemos el avance de transmisión satelital, percibimos el potencial de nuevas expresiones de radio y de TV que ha liberado Internet. Junto con el proceso paralelo de fragmentación de las audiencias, que favorecen el desarrollo de las grandes cadenas de televisión pero también de actores que representan diversos intereses de la sociedad.<br />
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Ningún preconcepto no actualizado, ningún prejuicio debe soslayar la incidencia transformadora que está produciendo la reinvención de los medios.</p>
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<strong>Diversidad tecnológica</strong></p>
<p>Hace pocas semanas, por ejemplo, el 28 de agosto pasado, la Cámara Federal de Apelaciones –distrito de Columbia– falló en Estados Unidos a favor de Comcast, contra el límite máximo de 30% en mercado impuesto por la Comisión Federal de Comunicaciones (CFC).<br />
Ese tope afectaba a los operadores directos y el tribunal de alzada lo definió como “arbitrario y caprichoso”. Fuera del negocio, muchos creen que el dictamen puede fomentar monopolios de cables. Otros, como Peter Fader (Wharton<em> interactive media initiative,</em> WIMI), predicen “una edad de oro para el servicio y los usuarios, inclusive los inalámbricos”.</p>
<p>Comcast es la mayor compañía estadounidense de cable y, obviamente, la más aludida cuando se habla de exceder aquel 30% de límite dispuesto hasta ahora por la CFC. ¿Sería posible que el gigante buscase en el futuro controlar demasiado? De acuerdo con Fader, no hay una historia que convalide ese temor. <br />
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Por cierto, circula una gran cantidad de concurrentes con diversos grados de peso. “Este mercado implica un conjunto de tecnologías y modelos de negocios diferentes. Comcast lo hace más interesante, pero está lejos de ganar la carrera”. Al respecto, entran en juego los canales maestros (<em>gatekeepers</em>) y su porvenir. Dado que este prestador provee de video y banda ancha a una de cada cinco familias en Estados Unidos, opera realmente como canal maestro. Así, sus decisiones sobre programación pueden influir mucho.<br />
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“De una manera u otra –puntualiza el experto de Wharton–, este mercado continúa competitivo. Merced a economías de escala eficaces y una amplia gama de opciones, Comcast ofrece diversos tipos de programación, algo que le sería imposible si fuese uno más entre innumerables jugadores. El público, cabe notar, tiene alternativas que no existían no muchos años atrás”.</p>
<p><strong>Amenaza en el horizonte</strong><br />
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Time Warner, Verizon y Comcast afrontan la misma amenaza en el horizonte: la creciente masa de espectadores que obtiene sus videos de Internet. De ahí que Comcast y TW se hayan asociado para suscribir más usuarios en línea. Ahora bien, ¿están haciendo lo suficiente para promover sus negocios interactivos?<br />
“La iniciativa mencionada, <em>TV everywhere</em> (TV omnipresente), es relativamente novedosa –apunta Fader– y excelente idea. Será ventajosa para los abonados y estimulará competidores, inclusive Hulu o YouTube. De nuevo, no hay peligro de que alguien cope el mercado o les restrinja opciones a los usuarios. Tve es una idea fantástica, pero esta batalla la ganará quien ofrezca el mejor servicio en selecciones, calidad, conveniencia y precios”. Partidario intransigente del negocio privado sin cortapisas, el analista sugiere que “reguladores y abogados se queden fuera y dejen que el mercado prospere”.<br />
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Un segmento de esa gama abarca servicios interactivos por vía inalámbrica. Pero Comcast y otros operadores no parecen muy resueltos a incursionar en ese terreno. ¿Debieran hacerlo? Todas esas empresas tienen divisiones inalámbricas, pero dedicadas más a comunicaciones que a entretenimiento. “Sin embargo –subraya Fader, es una tecnología que tienta con incluir canales satelitales”. Cabe analizar si ese factor no incidirá en la competencia y a favor de cuál sector.<br />
“No necesariamente más datos son mejores datos. Todo depende –presume el especialista de Wharton– de cómo se saque partido de ellos. Comcast y otros grandes proveedores de cable acaban de crear un emprendimiento conjunto, el proyecto Canoa, centrado alrededor de un objeto: generar parámetros y formatos informáticos comunes para todo el país. Esto permitiría estructurar paquetes publicitarios segmentados demográficamente. Es una gran idea pero, hasta el momento, ha sido un fracaso”.<br />
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Volviendo al tema de la propiedad o el control de televisión por cable, era obvio que el Congreso esperaba de la CFC imponer restricciones como las que rechazan Fader y el negocio mismo. Ahora bien ¿existen límites de alguna clase o la creciente diversidad tecnológica los tornará en irrelevantes al poco tiempo?<br />
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La prueba de resistencia remite a si a los usuarios las cosas les van bien como están o si deberán aprestarse para asimilar cambios. El experto espera lo segundo y no ve riesgos en el horizonte. “Todo irá mejor a medida como surjan nuevas tecnologías y más jugadores ingresen al escenario. Sería un error deducir de anteriores perfiles del mercado los que aparezcan en lo sucesivo: no habrá recetas ni precedentes fijos. La CFC y el Congreso estadounidense deberán reconocer esta realidad.</p>