<p>Cuando se habla de diversificación productiva, en verdad se está hablando de dos fenómenos diferentes, según sea la latitud del país del que se habla. Hay una idea de diversificación que se piensa exclusivamente para los países emergentes o menos desarrollados. Y hay otra que corresponde a lo que ocurre también en las economías que solían ser las más prósperas del planeta.<br />
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Así, por ejemplo, ocurrió en el primer caso en el reciente debate en un seminario del FMI, donde los economistas apuntaron al efecto de la inflación y de la falta de diversificación en los países en desarrollo.<br />
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Figuras de la talla de Joseph Stiglitz y Dani Rodrik, participaron de esta discusión. Hubo coincidencia en la necesidad de que los países diversifiquen su producción más allá de la agricultura, para evitar <em>shocks</em> cuando los precios bajen.<br />
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Según le declaró entonces a <em>La Nación,</em> Stiglitz piensa que “la Argentina gravó el precio de las materias primas para tomar parte de sus ingresos y otorgó incentivos a otras industrias para diversificarse, pero el problema es que el <em>boom</em> de los <em>commodities</em> no puede sostener por sí mismo el crecimiento y menos el del empleo”, dijo de modo rotundo.<br />
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Un buen ejemplo del segundo uso, referido a economías maduras, desarrolladas, es la también reciente investigación de Booz & Co. que reseñamos a continuación.<br />
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“Solo los modelos diversificados son verdaderamente estables, pero el punto debe ser definido con mayor amplitud”, sostienen Richard Shedic y Mazén Najjar, consultores de Booz & Co. en Abu Dhabi y Beirut. Por un lado, la crisis sistémica occidental parece ir superándose; por otro, sus consecuencias finales distan de quedar claras.<br />
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Sin duda, se torna cada día más fácil percibir rajaduras, puestas al descubierto por la tormenta en las economías locales. En particular, las que no se hallan lo bastante diversificadas. Ello sorprenderá a políticos y otros dirigentes, inclusive en el sector privado. <br />
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No obstante, economías en apariencia extremadamente diversificadas –por ejemplo, Estados Unidos, Alemania o Japón– pueden ser vulnerables a acontecimientos inesperados. Al respecto, es posible imaginar que cada país o unidad integra un <em>continuum</em>, en uno de cuyos extremos hay una economía donde un puñado de empresas produce una limitada cantidad de bienes primarios con destino a pocos clientes externos. Aunque ese país podría correr severos riesgos exógenos, sus parámetros son fáciles de seguir. <br />
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En la otra punta aparecen economías plenamente diversificadas en materia de comercio exterior, perfil industrial, inversiones, fuentes de ingresos, fuerza laboral, tecnología y conocimientos. Estos países han previsto todo tipo de riesgo posible y han diversificado sus activos al punto de que aun el colapso en un área entera no lograría dañar en alto grado el contexto general. <br />
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Ambos extremos se hallan seguros al respecto de peligros económicos internacionales. Los que sí están expuestos son los países en medio del <em>continuum</em>, o sea casi todas las economías del mundo al presente, afirma el trabajo de Booz & Co. Ninguna, en efecto, está tan diversificada como para ser inmune a todo cimbronazo estructural (y Japón acaba de ilustrar esta tesis). <br />
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Por el contrario, casi todos no son tan diversos como para estar a cubierto de toda clase de golpes y, en verdad, son tan complejos y están tan interconectados que no pueden anticipar toda fuente potencial de riesgo. En otras palabras, si bien la mayoría de los países no se da cuenta o sus dirigentes creen lo contrario, las economías del planeta no se hallan suficientemente diversificadas.</p>
<p><strong>Sobre-concentración</strong><br />
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En la actualidad, subrayan Najjar y Shedic, “existen pocos datos estadísticos que prueben la correlación entre falta de diversificación e inestabilidad económica. Pero la crisis occidental de 2007/09 y su secuela (recesión, endeudamiento soberano en la Eurozona), aportan evidencias incidentales, en cuanto que un país puede hallarse sobreconcentrado de varias maneras. Por ejemplo, depender en exceso del consumo masivo, de la exportación, de las empresas chicas o grandes y de la inversión externa directa (IED).<br />
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Así, en 2007, mientras la crisis sistémica se desataba en algunas economías centrales, el comercio exterior de Irlanda (exportación e importación) equivalía a cerca de 150% del producto bruto interno (PBI). Al año siguiente, los aprietos crediticios y la recesión en sus clientes principales resultaron en el colapso del crecimiento en el intercambio. El PBI real se contrajo 3% en 2008 y alrededor de 7% en 2009. Mientras, el desempleo subía a 45% en 2007 a 12% en 2009 y 15% en 2010. Estaba claro que el “tigre celta” cargaba con una crisis económica mutada en fiscal. La sobre concentración bancaria se tradujo en cuantiosas obligaciones que el Estado debía rescatar a costa de los contribuyentes.<br />
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En otros países, tales como EE.UU. o Gran Bretaña, el problema era una forma distinta de exceso de concentración. Antes que del exceso de intercambio, la economía había alcanzado una dependencia desmedida de la demanda familiar, cuyas compras suelen ser financiadas con deuda vía tarjetas. En la etapa 2008 de la crisis occidental, esa demanda representaba 71% del PBI estadounidense; vale decir seis veces la parte de las exportaciones. Esto demuestra que la obsesión del yüan barato y las importaciones de China carecían de asidero. <br />
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Aun durante fases expansivas, estas economías quedan sujetas a vaivenes estacionales y caprichos del consumidor. En lapsos contractivos, cuando los ingresos del público se achican, resulta inevitable que su confianza decline con efectos devastadores. Un caso ilustrativo es que la economía estadounidense siga sumida en el desempleo –recién en marzo aflojaba a 9,6%– y haya escasa confianza en la gente. <br />
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Esos frenos han causado un problema inverso, pero no menos inquietante, en China, Rusia o Alemania. Son todos países cuyos superávits comerciales –por tanto, también sus PBI– se hallan en buena medida atados a las exportaciones. En China, por ejemplo, 37% del PBI deriva de la actividad exportadora, en general a EE.UU.. Cuando esta economía se contrajo en 2009 y el público compraba menos, China se vio afectada y el Gobierno debió gastar considerables sumas estimulando la demanda interna. <br />
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La cuestión exportadora también pesa notablemente en Alemania, la mayor economía de la Unión Europea. En la etapa 2008 de la crisis, 47% del PBI dependía de exportaciones, por lo cual la reapreciación del euro hizo caer los precios de bienes locales y las ventas externas. Si bien el sector logró recobrarse hasta cierto punto en 2009/10, diversificándose en mercados emergentes. Alemania tiende hoy a depender más de China.</p>
<p><strong>En pos del equilibrio</strong><br />
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También existen países con desmedidas proporciones de actividad ligadas a unas pocas organizaciones grandes. Este defecto lo demostraron los bancos que casi llevan al colapso la economía estadounidense en 2007/ 08. Hacia 1995, los cinco mayores controlaban apenas 11% de los depósitos totales en el sistema, proporción que había saltado a 40% en 2009. <br />
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El argumento, a medida de eventuales rescates a costa de los contribuyentes, de que esas entidades eran demasiado grandes para dejarlas caer, ocultaba otra realidad: “el sistema regulatorio en vigencia –puntualizan los consultores– los convirtió en serios quebrantos para el Estado”. En realidad, se precisaron casi dos billones (millones de millones) para esos salvamentos. <br />
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Finalmente, algunos países menores llegaron a estar sobre-concentrados en IED, inversión externa directa. En Irlanda, Estonia o Bulgaria, es o fue fuente principal de actividad económica y un aporte considerable al PBI. Esto es problemático, pues la IED puede fluctuar ampliamente de año a año, debido a circunstancias fuera del control de los Gobiernos recipientes. En Irlanda, por caso, la IED constituyó 2,2% del PBI en 2006, subió a 8,8% en 2007 y se desplomó a 1,2% en 2008. Pero, claro, la isla vivió hasta 2010 su propia crisis financiera, no asociada a la IED. <br />
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A pesar de todo, el estudio de Booz & Co. sostiene que “las autoridades no debieran tratar de afectar o eliminar los factores centrales en el éxito de una economía. Por ejemplo, los <em>chaebol</em>, versión de los <em>keiretsu</em> o <em>zaibatsu</em> japoneses adaptada a los clanes surcoreanos, fueron claves para el despegue y la expansión del país. En Irlanda, la IED cumplió igual papel, aunque con letal premura, especialmente en lo bancario. En China, las exportaciones llevaron a un PBI cuyo crecimiento promedio acumuló 9% anual entre 2000 y 2010. En lugar de cuestionar esos elementos, debieran buscarse contra-equilibrios para que, en lo sucesivo, no desempeñen papeles desmedidos ni minen las economías”. <br />
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El problema fundamental reside en que los componentes claves de una economía sean variados, flexibles y aplicables a una amplia gama de oportunidades. Para quienes dictan políticas, el imperativo consiste no sólo en monitorear esos elementos, sino además en detectar continuamente potenciales áreas de sobre-concentración. Sobre todo, las que no sean evidentes. <br />
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Estos esfuerzos no constituyen algo espontáneo, sino una cadena que no se agota en un área o un sector determinados y, en cierto sentido, son como contener una represa en apuros. Cada vez que se tapa un agujero, otro aparece y es preciso obturarlo. Pero, en lugar de intentar detener el chorro, los expertos deberán comprender cómo reorientarlo en forma productiva. <br />
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La tarea es gigantesca, pues ubicar la siguiente fuente potencial de sobre-concentración requiere atención y energía continuas, amén de acción específicamente dedicada a blindar la economía de riesgos innecesarios.</p>
<table cellspacing="0" cellpadding="0" border="0" bgcolor="#eeecda" width="500">
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<p><font color="#dd5d3f"><strong>Faltan insumos para autos en medio mundo </strong></font></p>
<p>Basta un minúsculo componente electrónico para poner en evidencia que el desastre japonés y el cierre de fábricas –como la radioactividad– crean problemas también en Europa occidental, Estados Unidos y hasta Latinoamérica. <br />
En efecto, la mezcla de sismos y daños en reactores nucleares ha obligado a suspender el trabajo en materia de vehículos, autopartes e insumos. No solo en firmas de Japón (Toyota Motor, Honda, Nissan y otras) sino, además, en General Motors (EE.UU.), Peugeot-Citroën, Renault (Francia), etc.<br />
La mayor automotriz del mundo, Toyota, advirtió a su personal que planea suspender parte de la producción en EE.UU.-Canadá por escasez de componentes difíciles de sustituir. Por ejemplo, uno empleado en sensores de flujos de aire.<br />
La parte electrónica se fabrica en Hitachi Automotive Systems (HAS) al norte de Tokio. La unidad continúa cerrada, la emplea una docena de firmas automotrices y cubre 60% del mercado mundial en el segmento.<br />
El sensor cuesta US$ 90, precio minorista. A su vez, PSA restringió la producción de Peugeot 207, Citroën C3 y otros: aquel componente lo importa de Japón y PSA tiene existencia solo para 10 días.<br />
En Brasil, empero, las principales usuarias del insumo y sus entidades específicas (autopartista en especial) afirman desconocer ejemplos de grandes trabas en las cadenas de abastecimientos. En ese país, Honda, Toyota y Mitsubishi informan que disponen de componentes importados para mantener el ritmo normal, aunque no más allá del corto plazo.<br />
Parte del problema es que las cadenas de abastecimiento en muchos sectores claves de la manufactura atraviesan cada día más fronteras. En 2010, por ejemplo, el Banco Asiático de Desarrollo se dedicó a evaluar cómo se fabricaba un iPhone (Apple). Encontró un patrón fenomenalmente intrincado, típico de muchos sectores. Armar estos móviles involucraba nueva empresas, ubicadas en Surcorea, Japón, Taiwán, China, Alemania y Estados Unidos. Entre los proveedores principales se incluyen Toshiba, Samsung, Infineon, Boradcom, Numonix, Murata y Cirrus Logic.</p>
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Diversificación, el conjuro en pos del equilibrio económico
La idea cuando se considera que la que existe es insuficiente tiende a centrarse en economías cuyas bases industriales se apoyan en hidrocarburos, minería, agro y demás formas de monocultivo. No obstante economías como Estados Unidos, Alemania o Japón pueden ser vulnerables a acontecimientos inesperados.