En la Cumbrecita, de crecimiento ni se habló

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En realidad, quien lo trajo a colación no estaba en Estrasburgo. Fue Nouriel Roubini, luego de acuñar otro espantoso neologismo a medida: Merkomonti (Merkel, Sarkozy, Monti). Entretanto, la minicumbre no fue tan rígida como sostenían los medios.

<p>A puertas cerradas, la canciller alemana, el presidente franc&eacute;s y el primer ministro italiano se mostraron m&aacute;s flexibles de lo esperado. En particular, respecto del triple eurobono propuesto por Jose Manuel Dur&atilde;o Barroso, presidente de la comisi&oacute;n europea.<br />
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Pero el multinacional consultor radicado en Nueva York ten&iacute;a raz&oacute;n: una de sus obsesiones, el crecimiento competitivo, ni siquiera fue mencionado. El tema clave radic&oacute; en las reformas a los tratados liminares de la Uni&oacute;n Europea, asunto que ser&aacute; objeto de la en&eacute;sima cumbre regional, programada para el viernes 9 de diciembre. Pero, como observa Paul Krugman, &ldquo;la palabra cumbre se ha devaluado al extremo y genera desconfianza en todo el mundo financiero&rdquo;.<br />
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Tras el rev&eacute;s que los mercados le propinaron a la subasta de bonos soberanos alemanes (se colocaron &euro; 3.800 millones, no los 6.000 millones necesarios), Angela Merkel opt&oacute; por castigar al Banco Central Europeo neg&aacute;ndole mayores facultades reglamentarias para tomar t&iacute;tulos nacionales emitidos por los pa&iacute;ses en peor situaci&oacute;n.<br />
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Tanta intransigencia tiene otra explicaci&oacute;n: la corte constitucional germana (Karlsruhe) podr&iacute;a rechazar un BCE ampliado. Esto afecta tangencialmente la propuesta de la CE atinente a un eurobono con tres opciones, tema abordado en Estrasburgo.<br />
Entre cuestiones menos pol&eacute;micas, el tr&iacute;o se puso de acuerdo sobre la necesidad de avanzar hacia la uni&oacute;n fiscal de la Eurozona. Dicho de otro modo, el contralor y la armonizaci&oacute;n de pol&iacute;ticas presupuestarias. En este plano, Alemania comparte con Francia e Italia un an&aacute;lisis consensual.<br />
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Contra lo sostenido por varios medios especializados (Financial Times, Handelsblatt, Wall Street Journal, l&rsquo;Expansion), Merkel no pudo imponer su propio borrador. En buena medida, porque la rigidez teutona comienza hacer agua por el contado financiero. La fallida colocaci&oacute;n de bonos soberanos a dos y diez a&ntilde;os huele a golpe final. Hasta este fracaso, los problemas radicaban en la periferia cr&iacute;tica (Grecia, Portugal, Irlanda), una segunda l&iacute;nea (Espa&ntilde;a, Italia) y una tercera (Francia). El empuje de la locomotora germana estaba fuera de duda. Ya no.<br />
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Hoy aparece da&ntilde;ada la imagen de Alemania y su propia deuda soberana. Resulta ir&oacute;nico que, neg&aacute;ndose a que el BCE sea prestamista de &uacute;ltima instancia, Merkel se priva de un cl&aacute;sico recurso de cualquier banco central. En este punto, resultan explicables las objeciones ortodoxas (Roubini) o sist&eacute;micas (Krugman).<br />
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Por supuesto, en Bruselas celebraban el fiasco financiero alem&aacute;n y esperan que Berl&iacute;n reaccione flexibilizando posturas sin atarse a Karlruhe. La tozudez de la canciller puede estrellarse con el mito de una Alemania invencible y agravar el naufragio en c&aacute;mara lenta que implica la eurocrisis. &ldquo;Oscilamos entre una paulatina desintegraci&oacute;n de la Eurozona o una consolidaci&oacute;n efectiva de la uni&oacute;n monetaria&rdquo;, se&ntilde;alaba el fin&eacute;s Olli Rehn, comisario econ&oacute;mico de la UE, mientras el euro tocaba un piso hist&oacute;rico: US$ 1,325.<br />
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