Las primeras unidades de procesamiento central (CPU, por sus siglas in inglés) se presentaron en el año 1978. Si hacemos una comparación con el cerebro humano, serían como el hemisferio izquierdo, en donde se aloja la capacidad analítica y lógica. Basadas en el concepto de procesamiento serial, las CPUs son ideales para el manejo de hojas de cálculo y de bases de datos.
Nuevas herramientas tecnológicas, como Internet y los programas que cada vez requieren más capacidades gráficas, hicieron que en el año 1999 se lanzaran las unidades de procesamiento gráfico (GPU, por sus siglas en inglés). Si continuamos con la analogía del cerebro, las GPUs funcionarían como el hemisferio derecho, en donde residen la creatividad, el arte, las emociones y la atención visual. Este tipo de procesadores gráficos son ideales para actividades que requieren mucha capacidad gráfica, como navegar en Internet o juegos con gran complejidad visual.
Sin embargo, la capacidad de procesamiento dio un paso más y mientras que el poder de cómputo se focaliza en los cálculos, la GPU colabora con los componentes visuales y al mismo tiempo aceleran las aplicaciones de productividad o la navegación en Internet. La fusión y evolución de ambos, dio origen en el año 2011 a la “Unidad de Proceso Avanzado” o Advanced Process Unit (APU, por sus siglas en inglés). La APU combina las ventajas de CPU y la GPU en un chip pequeño para lograr un procesadora más rápido y eficiente.
Este tipo de procesadores se encuentra en la actualidad en tabletas, equipos 2 en 1, desktop, notebook y en las consolas de video juego. De esta manera, actividades como ver una película, jugar de manera realística con definición Full-HD, editar videos y fotos, realizar tareas de oficina o navegar por Internet; se transforman en una experiencia nueva, además de reducir el consumo energético y extendiendo la vida de las baterías de los equipos portátiles.