domingo, 24 de noviembre de 2024

Los ganadores y perdedores en un mundo pos-pandemia

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Hay señales para el posicionamiento de la Argentina. A mediados de 2021, medida por el Índice MSCI, la capitalización bursátil global alcanzó US$ 66.866 millones, equivalente a casi el 70 % del PIB global estimado para el año.

Respecto de 2017, para tomar como referencia un año prepandemia, el valor de las firmas agrupadas en el índice aumentó un 58 % en dólares corrientes, pero lo más relevante es la serie de modificaciones ocurridas al interior de esta variable.

¿Qué ocurrió con el valor de las empresas en ese período? Sobre un total de 24 sectores, el primero en el incremento de participación en relación a la capitalización bursátil mundial resulta “Medios y Entretenimiento”, que pasa de 2,4 % en 2017 a 7,3 % en 2021, un aumento de 4,9 puntos porcentuales. Asimismo, el segmento de “Semiconductores” pasó de 2,8 % a 5,1 % y el de “Ventas al por menor”, lo hizo de 3,5 % a 5,8 %.

Le sigue el sector agrupado en “Tecnología”, con un incremento de 1,5 puntos porcentuales de participación, luego “Equipamiento Sanitario”, con una variación de 1,1 puntos y “Software y servicios”, con 1,0 punto porcentual.

En el otro extremo, el segmento que más ha reducido su participación en la capitalización bursátil mundial entre 2017 y 2021 es el de los “Bancos”, con una pérdida de 3,8 puntos porcentuales, seguido de Energía, cuya merma fue de 2,8 puntos porcentuales. Alimentación y Tabaco, Telecomunicaciones, Seguros y Bienes de Capital son los cuatro sectores que completan el listado de los seis de mayor contracción, con una diferencia negativa respecto a 2017 de entre 1,0 y 1,5 puntos porcentuales.

La falta de conexión plena de la Argentina con las tendencias globales es un problema en sí mismo, pero se potencia en los momentos disruptivos de la economía mundial. Y la irrupción de la pandemia, así como el mundo pos-covid que se perfila, parecen entrar en esa categoría, obligando a nuestro país a redoblar el esfuerzo por aggiornar la agenda de políticas públicas.

Las exportaciones de nuestro país de servicios basados en el conocimiento han aumentado a un ritmo de apenas el 1,3 % anual entre 2010 y 2020, cifra que compara con el incremento de Uruguay, del 13,7 anual en igual período, o el de Costa Rica, que lo hizo al 7,3 % anual. En Europa del Este se tienen casos como el Rumania, con una expansión acumulativa de 12,6 % anual y del 9,5% para el caso de Polonia.

De ningún modo puede asegurarse que el país haya llegado al techo de su potencial en las exportaciones de servicios basados en el conocimiento. Obsérvese que las exportaciones por habitante de estos ítems se limitan a los 134 dólares/año en el caso de la Argentina, cuando en Uruguay llegan a 526 dólares por habitante, en Costa Rica a 720 dólares y en Rumania a 711 dólares.

La pérdida de market share dentro del mercado mundial por parte de las exportaciones argentinas de servicios basados en el conocimiento refleja un desacople muy inoportuno de cara al mundo pos-covid. Una señal del dinamismo que puede esperarse: el valor bursátil de las empresas asociadas a la industria del conocimiento pasó del 18,4 % de la capitalización global en 2017 a 23,5 % a mediados de 2021, un incremento de 5,1 puntos porcentuales que involucra a firmas catalogadas dentro de Software y servicios, Tecnología, semiconductores y servicios de comunicación.

A nivel global se ha achicado la participación de los bancos en la capitalización bursátil, posiblemente reflejando el avance del mercado de capitales como instrumento de canalización de ahorros y financiamiento de la inversión. Pero esta tendencia choca con la realidad de la Argentina, que acaba de ser rebajada, dentro del índice de MSCI, de la categoría de “Emergente” a la de “Standalone”, compartiendo ahora ranking con países como Jamaica y Trinidad Tobago.

En el plano energético, la valuación de las empresas refleja que ya ha comenzado la transición hacia un mundo con menor emisión de gases de efecto invernadero y el avance de las fuentes renovables en detrimento de las no renovables.

Si el valor de los activos hidrocarburíferos habrá de seguir una curva declinante en el futuro (aun cuando esto pudiera ocurrir más tarde de lo que hoy se prevé), entonces la agenda de la política energética de la Argentina necesita adecuarse.

De acuerdo a estimaciones del ex secretario de energía Emilio Apud, hoy se está aprovechando sólo el 0,28 % de la capacidad de Vaca Muerta. Vale decir, la Argentina está preservando hidrocarburos como si la transición energética fuera a demandar 200 años, en lugar de 50.

Alertar sobre estos riesgos nunca será exagerado en la Argentina. Nuestro país, por los ciclos políticos, pasa con gran velocidad de exportador a importador neto de energía y combustibles. En los siete primeros meses de 2021 la balanza comercial del sector energético entró de nuevo en terreno negativo, con un déficit de US$ 713 millones, luego del pequeño superávit de 2020. Este fenómeno tiene antecedentes en el pasado cercano. Tomando los siete primeros meses de cada año, un superávit energético de casi 3,5 mil millones de dólares (2006), se trastocó en un déficit de 4,5 mil millones de dólares ocho años después (2014).

 

 

 

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