Los dos grandes desafíos: crecer más y distribuir mejor

América Latina se encuentra con dos problemas estructurales. A pesar de varias décadas de progreso, dos características se han mantenido en gran medida inalteradas: la elevada desigualdad y el bajo crecimiento.

22 septiembre, 2021

Por: Jorge Remes Lenicov*

Con la colaboración de Lucas Pina y Nicolas Constante de la UNSAM 

Existen muchas investigaciones que muestran que ambas se refuerzan mutuamente. Varios son los motivos de este comportamiento, pero en esta oportunidad se concentrará el análisis en solo tres cuestiones que son críticas: la concentración de poder, la violencia en todas sus formas, y el diseño de las políticas de protección social y de los marcos regulatorios de los mercados laborales que introducen distorsiones en la economía.

Las percepciones de desigualdad y justicia también juegan un papel fundamental, porque contribuyen a moldear las posturas políticas de las personas frente a diferentes medidas, y pueden ser cruciales para respaldar reformas deseables. Por cierto, las formas en que interactúan los diferentes factores están determinadas por la efectividad de la gobernanza en cada contexto.

Desigualdad y crecimiento

La desigualdad puede ser vertical, al interior de cada grupo (diferencias de ingresos o riqueza), horizontal, entre grupos (diferencias de género, etnia o raza, ubicación geográfica, vulnerabilidad al cambio climático, orientación sexual, etc), y en el acceso a una variedad de bienes y servicios públicos como también en las posibilidades de poder expresar sus reclamos y ser escuchados.

La reducción de la desigualdad de ingresos iniciada a principios de la década de 2000 fue muy relevante. Ello se debió al aumento del crecimiento económico, incentivado por el fuerte ascenso de los términos del intercambio, a la reducción de la brecha salarial entre el trabajo calificado y no calificado debido al efecto de los menores retornos de la educación superior, y al aumento de transferencias monetarias. Pero ese positivo proceso se estancó a partir de 2014 porque los factores que le dieron origen se revirtieron.

A pesar de ese progreso, AL sigue siendo la segunda región más desigual del mundo, y los países de la región tienen niveles de desigualdad más altos que los de otras regiones con niveles de desarrollo económico similares.

Pero más allá del ingreso, existen otras formas de desigualdad. Las brechas de género en la participación laboral y horas de trabajo no remunerado siguen poniendo a las mujeres en un campo de juego desigual.

Las personas LGBT+ continúan sufriendo discriminación en el colegio y en el mercado laboral, y son víctimas de violencia más frecuentemente que personas de otros grupos. Las 4 minorías étnicas siguen sin reconocimiento como agentes económicos y políticos activos. Estas desigualdades contribuyen tanto a la desigualdad de ingresos como a la baja productividad y al bajo crecimiento económico.

Si el talento se distribuye indiscriminadamente al nacer, las sociedades desiguales desperdician las posibilidades de una parte relevante de la sociedad cuando excluyen una parte del capital humano del mercado laboral o sentencian a algunos grupos a una menor acumulación de capital.

La crisis del COVID-19 ha pesado más sobre los que ya se habían quedado atrás, exacerbando aún más las desigualdades a lo largo de 2020 y 2021. Los impactos desiguales de la pandemia sobre los estudiantes son uno de los más preocupantes en relación con las tendencias de desigualdad a largo plazo.

Los cambios hacia métodos remotos de enseñanza han estado marcados por las disparidades preexistentes en el acceso a herramientas tecnológicas y académicas en el hogar, así como por disparidades en el apoyo al aprendizaje por parte de los padres, incluidas las disparidades en sus niveles educativos.

Antes de la pandemia, AL ya era la región con menor movilidad educativa intergeneracional. Después de considerar el progreso de la expansión educativa a lo largo del tiempo, gracias al cual las cohortes más jóvenes tienen más escolaridad que las antiguas, el nivel de escolaridad de las personas adultas sigue estando fuertemente determinado por el nivel de escolaridad de los padres. Es probable que el COVID-19 refuerce aún más este patrón.

El crecimiento por habitante de AL es bajo; se asemeja más a los países desarrollados que a los países en desarrollo. Además, es muy volátil, lo cual atenta contra las inversiones y el propio crecimiento.

El desempeño de la productividad, que comprende la innovación tecnológica y la asignación eficiente de factores productivos, explica gran parte del lento crecimiento. El aumento de la productividad total de los factores hizo una contribución nula e incluso negativa al crecimiento en el largo plazo de la región. La acumulación de factores (inversión, mano de obra, recursos naturales), por el contrario, tuvo una contribución positiva en todos los países. Cierto es que sin aumento de la productividad es mucho más difícil aumentar los salarios reales.

 

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