El desafío que tenemos ante nosotros es actuar con la suficiente fuerza y celeridad como para impedir que la recesión se transforme en depresión prolongada, marcada por una infinidad de incumplimientos de deuda que dejen un daño irreparable. Ya está claro que la respuesta debe incluir un importante aumento de la deuda pública.
La pérdida de ingresos que está sufriendo el sector privado – y cualquier deuda incurrida para cubrir ese bache – debe eventualmente ser absorbida, total o parcialmente, por el gobierno. Los niveles mucho más altos de la deuda pública se convertirán en un rasgo permanente de las economías y vendrán acompañados por la cancelación de la deuda privada.
Le compete al estado utilizar su balance para proteger a los ciudadanos y la economía de los choques que sufre el sector privado , choques de los cuales no es responsable y que no puede absorber.
Los estados siempre han hecho esto ante emergencias nacionales. Las guerras siempre fueron financiadas por el aumento de la deuda pública.
El tema es de qué manera el estado puede usar bien su balance. La prioridad no es solamente brindar ingreso básico a los que pierden su empleo. Primero hay que impedir que la gente pierda su empleo. Si no hacemos eso, saldremos de esta crisis con una menor capacidad de empleo en forma permanente.
Los pasos más importantes a dar son subsidios al empleo y al desempleo y la postergación de impuestos. Pero proteger el empleo y la capacidad productiva en un momento de drástica pérdida de ingresos necesita el apoyo inmediato de liquidez. Esto es esencial para que todos los negocios cubran sus gastos operativos durante la crisis, sean grandes corporaciones o pymes o emprendedores independientes. Varios gobiernos ya han introducido medidas para canalizar la liquidez a negocios en problemas.