Existen trece variantes y la más activa es la ”hudia gordoni”. Su principio anorexante se llama P57. Fue aislado en laboratorio hace treinta años y cedido a la británica Phytopharma. Pero la patente recién se registrara en 1986 ante el consejo sudafricano de investigaciones científicas (Csir, descubridor del P57). Phytopharma la vendió en apenas US$ 21 millones a la farmoquìmica norteamericana Pfizer.
Hoy el específico pertenece al holandés Univeler. Pero la etnia ha venido reivindicándolo desde 1999. Ahora bien ¿por qué tres firmas occidentales se han interesado sucesivamente en la hudia gordoni? Simple: la droga sintetizada derivada se emplea cada día más en dietas y el valor de la patente en mercado alcanza ya US$ 10.000 millones.
Sus “dueños” originarios, los jomani (bosquimanos es una traducción incorrecta), son algo más de 120.000. Se reparten entre este de Namibia, Botwana, norte de Sudáfrica, sudeste de Angola y sudoeste de Zambia, sobre alrededor de un millón de kilómetros cuadrados. La mitad está ocupada por el desierto de Kalahari.
En realidad, el error inicial le cabe al Csir, que le vendió la patente P57 a Phytopharma, una firma comercial. La hudia es técnicamente una asclepiácea y sus espinas la hacen confundir con el cacto. Ya sin acceso a la patente, a los jomani les quedaba disputar la propiedad intelectual, que obtuvieron en Sudáfrica (2003), aunque les valiera apenas un modesto resarcimiento.
A cuatro años del dictamen judicial, todo parece un mal chiste. Durante el régimen racista (“burs” calvinistas de habla holandesa, 1922/93), la etnia fue diezmada y le confiscaron tierras en ese país, la ex África sudoccidental alemana (Namibia), Bechuanalandia (Botswana) y Rodesia (Zambia, Zimbabwe). La independencia namibia (1991) llegó demasiado tarde.
Existen trece variantes y la más activa es la ”hudia gordoni”. Su principio anorexante se llama P57. Fue aislado en laboratorio hace treinta años y cedido a la británica Phytopharma. Pero la patente recién se registrara en 1986 ante el consejo sudafricano de investigaciones científicas (Csir, descubridor del P57). Phytopharma la vendió en apenas US$ 21 millones a la farmoquìmica norteamericana Pfizer.
Hoy el específico pertenece al holandés Univeler. Pero la etnia ha venido reivindicándolo desde 1999. Ahora bien ¿por qué tres firmas occidentales se han interesado sucesivamente en la hudia gordoni? Simple: la droga sintetizada derivada se emplea cada día más en dietas y el valor de la patente en mercado alcanza ya US$ 10.000 millones.
Sus “dueños” originarios, los jomani (bosquimanos es una traducción incorrecta), son algo más de 120.000. Se reparten entre este de Namibia, Botwana, norte de Sudáfrica, sudeste de Angola y sudoeste de Zambia, sobre alrededor de un millón de kilómetros cuadrados. La mitad está ocupada por el desierto de Kalahari.
En realidad, el error inicial le cabe al Csir, que le vendió la patente P57 a Phytopharma, una firma comercial. La hudia es técnicamente una asclepiácea y sus espinas la hacen confundir con el cacto. Ya sin acceso a la patente, a los jomani les quedaba disputar la propiedad intelectual, que obtuvieron en Sudáfrica (2003), aunque les valiera apenas un modesto resarcimiento.
A cuatro años del dictamen judicial, todo parece un mal chiste. Durante el régimen racista (“burs” calvinistas de habla holandesa, 1922/93), la etnia fue diezmada y le confiscaron tierras en ese país, la ex África sudoccidental alemana (Namibia), Bechuanalandia (Botswana) y Rodesia (Zambia, Zimbabwe). La independencia namibia (1991) llegó demasiado tarde.